Elizabeth Handford vive en la casa del frente, es una mujer amable, elegante, pero sobre todo muy hermosa.
La señora Handford ha estado casada dos veces, pero sus dos esposos ahora están muertos.
Sé que oculta algo, y tengo que descubrir qué es, especialmente ahora que está a punto de casarse de nuevo.
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12: Danza de una traición
Dos semanas después, llegó el día de celebrar la unión entre Elizabeth Handford y su nuevo y quinto esposo, Joe Perlman.
Tal como ella lo había dicho, no pude asistir a la ceremonia en la iglesia debido al horario de mis clases, pero ahora, siendo viernes en la noche, tengo la posibilidad de acompañar la celebración. Sabiendo que aquel lugar podría estar lleno de personas desconocidas, tuve que buscar un acompañante que no me dejara sola en esta peligrosa aventura. Henry, claramente, fue mi primera y única opción.
Escucho la bocina de un vehículo fuera de mi casa, y al observar desde la cortina veo a Henry en el asiento del conductor de un hermoso auto estacionado cerca del jardín. Le indico que espere unos segundos, y después regreso a mi habitación a toda prisa, perfeccionando los detalles que hacen falta. Doy media vuelta para observar la parte trasera de mi vestimenta frente a uno de los espejos de mi cuarto. Decidí que un vestido largo y azul marino era la mejor opción. Unos pendientes de perlas y un collar hacían juego con el sutil escote del vestido, que a su vez deja a la vista un pequeño tatuaje en mi hombro izquierdo; el dibujo de una llave que a los quince años me parecía completamente original, pero que ahora no me gusta lucir con mucho orgullo.
Me pongo rápidamente mis zapatos negros de tacón favoritos, y posteriormente le doy un retoque al maquillaje delicado que he visto en un tutorial de internet hace una hora. Maquillarme nunca fue mi fuerte, pero ahora comienzo a pensar que tengo cierto talento oculto para eso. Acomodo mi cabello suelto que cae tras mis hombros, y finalmente regreso al primer piso de mi casa, donde me dirijo a la salida. Antes de cerrar la puerta, estiro mi brazo para sujetar el bolso de mano que por poco olvido sobre la mesa ubicada en la entrada.
Una vez afuera, observo el cielo nocturno intentando descifrar si el clima estará de mi lado esta noche. Por suerte, todo el día estuvo soleado, y mantengo la esperanza de que no se desate una tormenta, pues no voy preparada para ese escenario. Camino sonriente hacia el auto de Henry, mientras él me observa a través de la ventanilla soltando una pequeña risa. Subo al asiento del copiloto.
–¿Qué es tan gracioso?
–Es la primera vez que no pareces estar al borde de un colapso nervioso –comenta con gracia, ganándose un golpe en el hombro por mi parte–. En pocas palabras, te ves muy bien.
–Gracias, supongo –respondo mientras desvío la mirada hacia la ventana a mi lado–. Tú tampoco te ves tan mal como de costumbre.
Escucho cómo ríe de nuevo, y después pone en marcha el vehículo.
–¿Y a quién le robaste este auto? –pregunto luego de un par de segundos.
–Mi padre me lo prestó. Si le causo el mínimo daño… Pasaré el resto de mis días en la cárcel.
–En ese caso, supongo que alguien tendrá que evitar el alcohol esta noche, y no seré yo.
El camino desde mi casa al enorme salón de eventos ubicado en las afueras de la ciudad tomó casi una hora. A pesar de que el pueblo no es tan grande, el lugar de la celebración está cerca de la ciudad vecina, por lo que toma cierto tiempo llegar allí. Cuando Henry gira el auto e ingresa a un sendero dentro del espeso bosque que se encuentra junto a la carretera, me doy cuenta de que estamos a punto de llegar.
El vehículo disminuye la velocidad a causa del camino rocoso. Mientras más avanzamos entre la oscuridad, un sonido lejano comienza a hacerse cada vez más fuerte. La música emitida por los altavoces del salón de eventos comienza a escucharse con más claridad, hasta que finalmente podemos ver la imponente fachada del lugar alzarse sobre algunos de los árboles. Sus parpadeantes luces de colores hacen que el sitio logre notarse desde kilómetros de distancia, especialmente por la oscuridad del bosque.
El auto continúa su recorrido varios minutos más hasta que finalmente se detiene en un pequeño espacio abierto donde algunos invitados han estacionado sus vehículos. Henry busca uno de los espacios libres y se estaciona allí. Al apagar el auto, ambos salimos, e inmediatamente siento mi corazón acelerarse. Lo que esta celebración implica es mucho más grave de lo que parece a simple vista, y estar aquí ahora sólo logra recordarme los motivos por los que debería alejarme de la señora Handford.
La muerte de sus esposos, la mujer asesinada en su jardín, el uniforme ensangrentado en su sótano, la persona que se oculta en ese mismo lugar, la muerte de la hija del señor Perlman, mi sonambulismo, mi posible trastorno de personalidad múltiple que me llevó a asesinar a mi propia psicóloga… Son tantos escenarios a los que nunca pude encontrarles una explicación, y que se relacionan con una única persona. He intentado ignorarlo todo. Henry y yo intentamos reunir pruebas que demuestren la verdadera identidad de Elizabeth Handford, pero hasta ahora ha sido una misión fallida. La vida de Joe Perlman está en peligro, y esta noche hay una multitud de personas celebrando el infierno por el que va a pasar ese hombre a partir de ahora. Quiero salvarlo. Quiero evitar que las garras de la señora Handford lo destruyan. Necesito alejarlo de ella.
Y sólo lo lograré poniéndome en medio de su relación.
Henry y yo nos paramos frente a las enormes puertas de madera oscura que se encuentran abiertas ante nosotros, dejando ver una gran alfombra roja que nos invita a adentrarnos a la fiesta. Henry extiende su codo hacia mí, y uno mi brazo con el suyo en forma de gancho. Ambos comenzamos a caminar hacia el frente, viéndonos envueltos por la multitud.
Nos encontramos primero con el enorme salón principal, donde se encuentra gran parte de los invitados. Las paredes son decoradas por enormes cortinas de color vinotinto que se extienden desde el alto techo sobre nosotros. La pista de baile ilumina al gentío con sus brillantes luces que se encienden y apagan una y otra vez, mientras las personas saltan y bailan al ritmo de la música. Las enormes mesas se extienden alrededor, cubiertas por elegantes manteles dorados y arreglos florales que a su vez desprenden un aroma exquisito. En un rincón se puede ver el gran buffet que se ha preparado para los invitados, provocando que sienta hambre sólo con verlo.
–¿Quieres bailar? –me pregunta Henry de repente. Suelto una risa nerviosa y comienzo a negar con la cabeza.
–Ah… No, no. No sé bailar.
–¿Y eso qué?
Sin permitirme poner más resistencia, Henry me toma de la mano y me arrastra hasta el centro del salón, donde el suelo de mármol por poco me hace resbalar entre la multitud. No conozco la canción que suena en ese momento, pues parece ser del género disco de los 80’s, por lo que me limito a imitar los movimientos de los demás. Mi vestido azul no me permite realizar movimientos muy bruscos, por lo que salto y me dejo llevar por el pegadizo ritmo de la música.
La situación se alarga por varios minutos, hasta que, cuando va a sonar la tercera canción, siento una mano posarse en mi hombro y girarme lentamente. Es entonces cuando veo a la señora Handford y su esposo. Ambos sonríen al verme.
–¡Grace! –grita ella, recibiéndome con un abrazo–. Pensé que no vendrías.
La señora Handford viste un ajustado vestido negro, que se adhiere perfectamente a su figura. El vestido tiene un gran escote que favorece su llamativo busto, pero cubre su espalda, seguramente por las marcas de quemaduras que vi tiempo atrás. Supongo que de cierta manera son una inseguridad para ella. Joe, en cambio, viste un elegante esmoquín de color gris oscuro.
–Les dije que no me lo iba a perder –intento hablar por encima de la música, que es bastante fuerte. Después de Liz, Joe se acerca y me abraza también, en silencio. Luego se aleja–. Él es Henry, mi compañero de la universidad.
Henry se presenta formalmente con ellos, mientras noto cómo Joe mantiene su mirada fija en mí durante toda la conversación. Sus ojos me examinan de arriba a abajo, sin decir palabra o mostrar alguna expresión en su rostro. Siendo su celebración, debería estar más feliz.
–Parece que tienen muchos amigos –comento para romper la tensión.
–La mayoría son amigos de Joe, yo sólo invité a algunos conocidos.
–Son compañeros y personal de mi empresa –explica él en tono cortante, por lo que mi única respuesta es asentir con la cabeza.
–¿Quieren ir a probar la comida? –ofrece ella con amabilidad. Henry asiente emocionado.
–Yo los alcanzaré luego –respondo con una sonrisa. Elizabeth asiente y después comienza a caminar lejos de la pista de baile, con Henry detrás de ella. Conociendo a mi amigo, soy perfectamente consciente de que su propósito es interactuar con la mujer que ha estado espiando durante tanto tiempo desde la distancia.
–Te ves hermosa –dice Joe, parado detrás de mí. Me giro rápidamente, intentando disimular mis nervios.
–Muchas gracias.
–¿Ése es el chico inútil que abandonó su carrera?
Su pregunta me toma completamente por sorpresa. Después de hablar, veo cómo la mandíbula de Joe se tensa, mientras me observa fijamente a los ojos. Me acerco lentamente a él, para que mi voz pueda escucharse sobre el ruido pero sin hablar tan fuerte.
–Es mi amigo –respondo con imponencia–, y si vuelves a insultarlo… Ésta será la última conversación que tengamos.
–Era una broma.
–No me gustan las bromas.
–¿Son novios?
–Eso no es de su incumbencia, señor Perlman –mi mirada se dirige a la mesa donde está esparcida la comida. Veo a Henry y a Liz hablando con completa confianza–. Ésta es una noche alegre, entiendo que se haya pasado un poco con la bebida.
–Estoy completamente sobrio.
–Entonces no entiendo qué es lo que pasa.
–Necesito hablar contigo, Grace –me toma suavemente del brazo y me obliga a mirarlo a la cara.
–Estamos hablando, Joe.
–No aquí.
Suelta mi brazo lentamente, y después comienza a caminar por el pasillo. Miro nuevamente hacia el salón, y veo que ahora Henry se ha quedado solo, disfrutando de la comida. No hay ningún rastro de la señora Handford, por lo que comienzo a seguir a Joe antes de perderlo de vista entre la multitud. Veo cómo comienza a subir las escaleras que conducen al segundo piso, por lo que camino detrás de él, observando en reiteradas ocasiones que la señora Handford no esté cerca.
Estando en el segundo piso, Joe camina por uno de los pasillos donde hay menos invitados, y finalmente ingresa a una de las habitaciones. Camino con lentitud, sintiendo mis extremidades temblar mientras más me acerco a ese cuarto. Ingreso a la habitación, encontrándome con un lugar que, para mi sorpresa, es bastante amplio. En una esquina se encuentra una gran ventana que brinda una perfecta vista del bosque oscuro en el exterior. En el centro, una cama de gruesas sábanas perfectamente tendidas verticalmente. Además hay ciertos elementos antiguos que funcionan como decoración.
Entro al cuarto, buscando a Joe con la mirada, hasta que escucho que la puerta se cierra repentinamente detrás de mí. Me giro de golpe, encontrándome con él mientras me observa en silencio.
–Dime de una vez –susurro con voz queda, intentando mantener la compostura–. No puedo descifrar tus pensamientos.
–Te he dado señales, Grace –lentamente comienza a dar pasos hacia mí, pero me mantengo firme en mi lugar–. Espero que las hayas captado todas.
En cuanto su cuerpo se acerca al mío lo suficiente como para considerarla una cercanía peligrosa, doy media vuelta e intento cambiar el tema.
–Me gustó mucho el libro que me diste –comento intentando mantener un sereno tono de voz–. Ya voy por la mitad. Muy intrigante. Esa escritora nunca decepciona.
–Escuché que además de misterio, también es buena escribiendo romance.
–No he tenido la oportunidad de leer lo que escribe en ese género, pero supongo que lo hace bien.
–¿No eres fan del romance? –mientras me paro frente a la ventana, escucho sus pasos acercarse detrás de mí.
–No creo que sea lo mío.
–Entonces supongo que ese chico no es tu novio.
–Detente –me giro cuando siento su respiración en mi cuello, y después pongo mi mano sobre su pecho, sintiendo los latidos acelerados de su corazón–. Tienes que parar.
–¿Por qué?
–Porque estamos en tu fiesta de bodas –respondo en un tembloroso susurro.
–Si te hubiera conocido a ti antes de conocerla a ella –dice mientras se acerca lentamente a mi oído, susurrando cuando sus labios tocan la piel de mi oreja–, serías tú quien iría conmigo a la luna de miel.
–Ella es mi amiga.
–Tiene el doble de tu edad, Grace.
–Igual que tú.
Sus manos comienzan a ascender sobre mi cuerpo, mientras recorre mi piel con un tacto suave y pausado. Primero mi cintura, luego mis brazos, después mis hombros, hasta que finalmente llegan a mi cuello. Siento sus enormes dedos posarse en mi nuca, acercando mi rostro al suyo.
–Tú y yo nos conocemos desde hace meses. No puedes decir que esto no es lo que ambos queríamos desde que nos vimos por primera vez.
–Está mal.
–Lo sé.
–No podemos hacerlo.
–Lo sé.
Sus labios se acercan poco a poco a los míos, y cuando siento su respiración chocar con la mía siento cómo pierdo completamente el control sobre mi cuerpo, dejando que mis impulsos actúen en mi lugar. Tomando una larga bocanada de aire que inunda mis fosas nasales del embriagador aroma de su perfume, lo sujeto con firmeza del cuello y lo atraigo más a mí.
–A la mierda –susurro con emoción, intentando no pensar en Liz. Permito que mi mente recuerde que ella es la persona que se ha encargado de producirme estrés durante los últimos meses, haciendo que me sienta menos mal conmigo misma. Joe deja salir una carcajada y después nuestros labios chocan con agresividad.
Cierro mis ojos al instante, permitiendo que él se encargue de hacer el resto. Siento cómo sus manos bajan nuevamente hasta que se detienen en mis glúteos, donde hace fuerza hacia arriba para levantarme del suelo. Mis piernas envuelven su cuerpo, a pesar de que el vestido es un poco ajustado, y siento cómo me conduce a la cama que se encuentra en el centro de la habitación, sin darle fin al intenso beso que poco a poco ha comenzado a hacerse más profundo.
Me deja caer sobre la cama, y después siento cómo sus labios comienzan a dejar caer suaves besos en mi mentón, después en mi cuello, y luego desciende hasta mis hombros, succionando y mordiendo mi piel con delicadeza. Con mis manos acaricio su sedoso cabello, arruinando el perfecto peinado con el que se había presentado a la celebración. Sus besos siguen bajando hasta que llega a mi escote, donde posiciona sus dos manos, masajeando y presionando con fiereza. Su mirada se levanta, y entonces nuestros ojos se encuentran de nuevo.
–Esperé mucho por esto –susurra con voz ronca, lo que provoca en mí un escalofrío que me recorre de pies a cabeza.
Cuando sus manos sujetan la parte superior de mi vestido, dispuestas a arrancarlo de mí, escucho cómo alguien golpea la puerta de la habitación, provocando que deje salir un grito de susto mezclado con un gemido de excitación. Me cubro la boca inmediatamente.
–¿Hola? –pregunta la voz desde el pasillo. Una voz que reconozco al instante. Seguramente la música ahogó mi grito, pero en ese preciso instante recuerdo que la puerta no está asegurada. El señor Perlman sigue sobre mí, con sus manos sobre mi busto casi descubierto–. ¿Joe? ¿Hay alguien ahí?
Siento mi cuerpo quedarse petrificado cuando la señora Handford comienza a abrir la puerta.