Blindr

Örlög

Vanaheim. Año 1203 de la era de Ydhin.

“Alaben todos los reinos de todos los mundos a la corte de los dioses, Ydhin el rey de los dioses ha decretado el Til Ásgarðr”

La niña se detuvo ante el mensaje colgado de un viejo tablón en la entrada norte de la gran ciudad de Don. El mensaje se encontraba colgado en todas las entradas y era copia del edicto original que, hace un tiempo ya, se había emitido desde Nueva Asgard. En Vanaheim, al edicto se le conocía como El juego de los dioses.

“Las reglas son simples: son doce runas de Odín repartidas entre los nuevos dioses, menos el todopoderoso Ydhin que no participa”

“La primera fase consiste en la selección de los participantes, los escogidos por los dioses como dignos de entrar a la corte de Ydhin”

“Los dioses deben entregar una runa a su participante escogido, si el dios propondrá una prueba o no, eso lo decide cada uno”

“Una vez todas las runas se hayan repartido empezarán las tres pruebas de Ydhin”

“¿Qué pruebas son? Solo el gran dios lo sabe”

“Quienes superen las tres pruebas y reciban la aprobación del dios de dioses, formarán parte de su corte en Nueva Asgard y se les dará un poder divino”

“Tener en cuenta que Helheim no participa, es decir los participantes escogidos no deben ser habitantes del reino de los muertos”

“La duración de este edicto es indefinida, cada dios decidirá en qué momento elegir a su participante y bajo qué condiciones”

“Aquellos que reciban una runa de Odín y formen parte del Til Ásgarðr tendrán salvoconducto para viajar entre los nueve mundos sin restricciones, excepto las restricciones que ya existen respecto a Midgard”

El edicto seguía enumerando condiciones del juego de los dioses y terminaba con la común frase.

“Alabad a Ydhin, y cumplid su ley”

Al final del cartel se mencionaban los dioses que formaban parte de la corte de los dioses de Nueva Asgard.

YDHIN, Rey de los dioses.

HELBLINDI, Hermano del antiguo dios Loki.

HECATE, Hija de Máni, Diosa de la luna.

MODI, Hijo de Thor.

MAGNI, Hijo de Thor.

VALI, Hijo de Odín.

VIDAR, Hijo de Odín.

Ni Vali ni Vidar firmaron el edicto de Ydhin, por lo que no participaban en la etapa de selección ni habían recibido runas.

—Vamos, niña. ¿Quieres seguir perdiendo el tiempo aquí?

Quien le habló fue una mujer de baja estatura y cuerpo ancho.

—No me llames niña. Mi nombre es Kallióp.

—Eres una niña aún, y más te vale olvidar tu sueño de ser una diosa de Nueva Asgard. Ese destino es el de tu hermano Fjor.

La niña llamada Kallióp miró a la mujer con desprecio.

—Ya te lo he dicho antes —continuó la mujer—, todos nacemos con un destino, incluso los dioses antiguos no se salvaron del Ragnarok. No me mires así, yo solo te digo la verdad.

—Tal vez tu destino sea que un día yo te mate —después de decir eso la niña empezó a caminar, la risa de la mujer era desagradable.

Aunque Don se conocía como una gran ciudad, no era digna de admirarse. La mujer baja, cuyo nombre era Astrid, le contó a la niña que antes del Ragnarok había sido una ciudad espléndida que prosperaba junto al gran río de Don, pero del río no quedaba nada y de los cimientos de la ciudad solo quedaban escombros que ahora habitaban los clanes en chozas y tiendas de piel y huesos.

El Ragnarok había afectado a todos los mundos en mayor o menor medida, y Vanaheim sufrió más que todos.

La niña y la mujer siguieron su camino entre senderos estrechos. De vez en cuando, encontraban alguna persona fuera de su casa y esta les hacía una reverencia. Ellas eran miembros principales de la Casa Fog, la familia que unió ocho clanes en un solo clan.

—Bendiciones, princesita —algunos la saludaban así. Ella no se molestaba en contestar por mucho que Astrid le insistiera.

—Eres muy hermosa, Kallióp, pero eres un dolor de cabeza. Deberías mejorar tu actitud o ningún guerrero querrá unirse contigo y tener una familia.

—No me interesa ser esclava de nadie, ni ser madre de nadie. Yo seré una guerrera famosa.

—Eso dices tú, pero tus maestros ya le han dicho a tu padre que no muestras talento para eso, ni en magia ni en resistencia —Astrid lo dijo de una forma burlona—. En cambio, tu hermano gemelo, siendo tan joven ya se le compara con Frey.

—Es por este cuerpo —Kallióp se detuvo y miró sus manos—. ¿Por qué no tengo poder?

—La respuesta ya la sabes —la mujer se le acercó y la abrazó por detrás. Esta vez usó un tono más amable y por tanto más cruel—. Es el destino. ¿Crees que yo soy tu sirvienta porque quiero? ¿O crees que me gusta tener la sangre de Svartálfar?

Kallióp se desprendió del abrazo de Astrid.

—Prefiero todo menos ser como tú.

—Ya casi hemos llegado —Astrid señaló hacia adelante.

Se trataba de un campamento rodeado por un muro de troncos de árboles, vigilado por torres de madera. Alguien tocó un cuerno y, cuando niña y mujer llegaron a la puerta, esta ya estaba abierta.

—¿Qué hacen aquí? ¿Y sin escolta? —les preguntó un hombre alto de mirada severa. Llevaba un cuervo posado en su hombro derecho, su ropa era negra como la de los dos guardias enormes que lo acompañaban.

Astrid se tiró al piso y habló a gritos.

—¡Mi señor Thorstein! ¡Su hija quiso venir a verle! ¡Desea unirse al entrenamiento! ¡Antes de darme tiempo de avisar a su madre, corrió lejos, por lo que decidí acompañarla antes que dejarla sola y que se perdiera!

—Eres una mentirosa, Astrid —Kallióp cruzó los brazos y miró a su padre—. Al menos la parte que dijo de que quiero unirme al entrenamiento es cierta.

—¿Es así? Muy bien. Gerd, llévala con Fily. Después decidiremos qué castigo ponerte.

Thorstein no se oía molesto, sino todo lo contrario.

—Fily es para principiantes, ya no tiene nada que enseñarme —dijo Kallióp sin dejar de cruzar los brazos.

—Con Fily, dije. Cuando logres derrotarlo pasarás al siguiente maestro. Así es la ley.

Kallióp se mordió el labio y no tuvo de otra que obedecer. Siguió a Gerd al edificio de paredes de barro donde enseñaban a los guerreros principiantes. Allí estaba Fily enseñando cómo tomar la espada a un niño gordo.

—Y aquí estamos, al menos tu padre está de buen humor y no habló de castigarme a mí —dijo Astrid suspirando una vez Gerd se marchó—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a retar a Fily otra vez? Te ganará de nuevo.

—¡Cállate! He estado practicando día y noche. Le ganaré.

—Quiero verlo —Astrid fue a sentarse a un lado.

—Por Yggdrasil renacido, si es Kallióp —Fily le sonrió mostrando los dientes amarillentos que ella tanto odiaba. Fily no era muy grande, pero sí fuerte—. ¿Vienes a retarme otra vez? Ya te dije que siguieras practicando las bases que te enseñé y esperes unos años a que tu cuerpo sea más fuerte. Eres demasiado pequeña aún.

—Mi hermano también es pequeño y te venció —Kallióp lo miró ciñendo el entrecejo.

—Tu hermano es un demonio, él disfruta el combate como nadie a su edad. Tú en cambio solo te ves preocupada.

—¡Peleemos!

Kallióp ya venía vestida con su ropa de entrenamiento. Fily alzó los hombros y acto seguido le arrojó una espada de madera. Se pusieron en posición y empezó el combate sin ceremonia.

—¡Oh, muy bien! —la felicitó Fily—. Así que has decidido esa estrategia.

Kallióp se movía lateralmente, rodeando a Fily, quien se veía obligado a seguirla, girando sobre sí mismo. Acto seguido, Kallióp aumentó la velocidad y en espiral se acercó a su adversario. En el último momento se detuvo bruscamente e inmediatamente atacó a Fily de frente. Fily no previó ese movimiento, así que tuvo un retraso para hacerle frente, pero como pudo paró el golpe de Kallióp. De tener Kallióp más fuerza en sus brazos, él hubiese perdido su espada. En cambio, Fily recuperó su postura y empujó a Kallióp, haciéndola perder el equilibrio y caer.

—Muy bien, esos fueron buenos movimientos. Eres prometedora. Solo ten paciencia, niña.

Kallióp le arrojó la espada a la cara, pero Fily la interceptó.

Se escuchó una risa al lado y Kallióp vio a la última persona que hubiese querido verla siendo derrotada. Era su hermano Fjor.

—Cuidado, Fily, mi hermanita tiene mal carácter.

Fjor corrió y se arrojó sobre Kallióp, abrazándola.

—¡Me escapé del entrenamiento apenas supe que habías venido!

—Ya, no me abraces tanto.

Kallióp se puso de pie sola, despreciando la mano que le daba Fily. Fjor la siguió.

—Hermanita, ¿cómo está madre? Deberíamos ir a jugar con el arco; siempre has sido buena en eso.

—Tú eres mejor —Kallióp se giró hacia él—. Madre está bien, toda una señora en su castillo.

—Preguntaré a padre si puedo regresarme contigo.

Fjor sonreía limpiamente, pero a Kallióp le desagradaba ver su rostro tan parecido al suyo sonreír tan complacidamente. Toda la fortuna la tenía él.

—¡Fjor! ¿Qué crees que haces? No has terminado tu entrenamiento con Gorlem.

Su padre Thorstein apareció con su escolta.

—Solo quería ver a mi hermanita, padre.

Fjor se mostró avergonzado, pero no abandonó su sonrisa.

—Me gustaría…

—¡Ve, ahora!

Fjor se despidió guiñándole un ojo a Kallióp y salió corriendo a toda velocidad.

—¿Fily? —dijo Thorstein.

—Su hija ha mejorado mucho, en unos años podrá aprender más.

Thorstein resopló y miró a Kallióp.

—Espero no verte más por aquí.

En su camino de regreso, Kallióp fue escoltada por guardias del clan.

—¿Lo ves? Perdiste otra vez —Astrid no perdió la oportunidad de restregárselo en la cara—. Escúchame bien, niña, en esos momentos tú no peleabas con Fily sino con Örlög, El destino. Contra el destino siempre vas a perder.

—No —dijo Kallióp, y su voz no parecía la de una niña. Cerró los ojos con fuerza reteniendo el llanto—. No. No voy a perder por siempre.