Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 12 : Decisiones Ineludibles
El sol matutino se filtraba a través de las cortinas de la mansión de Mauricio, creando un ambiente cálido pero cargado de incertidumbre. Samanta, Mauricio y Daniel se encontraban en la sala de estar, preparándose para su cita con el terapeuta en asuntos familiares y hereditarios. Esta visita era crucial, ya que determinaría el futuro de Samanta y cómo podrían manejar la cláusula del testamento.
Samanta estaba nerviosa, jugando con los bordes de su vestido mientras miraba a Mauricio, quien trataba de mantener una expresión calmada. Daniel, siempre el apoyo tranquilo, les sonrió a ambos.
—Todo saldrá bien. Estamos juntos en esto —dijo Daniel, tratando de infundirles confianza.
Mauricio asintió, agradecido por la presencia de su primo. —Sí, Samanta. Vamos a encontrar una solución.
El terapeuta, el Dr. Felipe Hernández, los recibió en su despacho, un lugar acogedor lleno de libros y fotografías familiares. Después de las presentaciones de rigor, todos tomaron asiento.
—Bueno, he revisado los documentos que me enviaste, Daniel —comenzó el Dr. Hernández—. Y he investigado exhaustivamente todas las posibles alternativas para manejar esta cláusula del testamento.
Samanta respiró hondo, tratando de prepararse para lo que vendría. Mauricio tomó su mano, un gesto de apoyo silencioso.
—¿Y qué has encontrado, doctor? —preguntó Mauricio, su voz firme pero con un matiz de preocupación.
El Dr. Hernández se acomodó en su silla, mirando a cada uno de ellos con seriedad. —Lamentablemente, no hay una manera legal de evitar cumplir con la cláusula del testamento. He explorado todas las posibles lagunas legales y excepciones, pero la redacción es clara y contundente.
Samanta sintió un nudo en el estómago. —Entonces, ¿cuáles son mis opciones?
—Hay dos alternativas —continuó el Dr. Hernández—. La primera es que te cases por un contrato, un matrimonio arreglado con términos claramente definidos y establecidos. Esto garantizaría que cumplas con la cláusula sin involucrar necesariamente emociones personales o compromiso a largo plazo.
Mauricio frunció el ceño. —¿Y la segunda opción?
—La segunda opción es más sencilla en términos prácticos pero más complicada emocionalmente. Si ya tienes una pareja, podrías casarte con ella. De lo contrario, tendrías que encontrar a alguien con quien estés dispuesta a casarte, posiblemente con el tiempo suficiente para desarrollar una relación genuina —explicó el terapeuta.
Samanta miró a Mauricio y luego a Daniel, tratando de procesar toda la información. —No quiero sentirme obligada a casarme solo por dinero o por una cláusula en un testamento. Quiero tomar mis propias decisiones sobre mi vida y mi futuro.
—Lo entendemos, Samanta —dijo Daniel, colocando una mano en su hombro—. Pero también debemos considerar las implicaciones a largo plazo y cómo esto puede afectar tu seguridad financiera y tu bienestar.
El Dr. Hernández asintió. —Es una situación difícil, pero estoy aquí para ayudarte a navegar por ella. Podemos trabajar juntos para encontrar la mejor manera de manejar esto sin que sientas que estás perdiendo el control de tu vida.
Mauricio se inclinó hacia adelante, mirándola a los ojos. —No tienes que tomar una decisión ahora mismo. Podemos tomarnos el tiempo necesario para considerar todas las opciones y lo que significan para ti.
Samanta asintió, agradecida por el apoyo. —Gracias, a todos. Necesito tiempo para pensar en esto.
Después de la sesión, regresaron a la mansión en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La tarde pasó lentamente, con una tensión palpable en el aire.
Esa noche, mientras cenaban, Samanta rompió el silencio. —He estado pensando mucho en lo que dijo el Dr. Hernández. Tal vez deberíamos explorar más la opción del matrimonio por contrato, solo para entender realmente lo que implicaría.
Mauricio asintió. —Podemos hacerlo. Hablaremos con un abogado especializado para que nos explique todos los detalles y las posibles repercusiones.
Daniel, siempre el apoyo incondicional, agregó: —Lo importante es que tomes una decisión con la que te sientas cómoda y segura. Estamos aquí para ayudarte en todo el proceso.
Samanta sonrió ligeramente, agradecida por tener a Mauricio y Daniel a su lado. Sabía que la decisión no sería fácil, pero tener su apoyo hacía que el camino a seguir fuera un poco menos solitario.
En los días siguientes, Mauricio contactó a un abogado especializado en matrimonios por contrato. La reunión se fijó para la semana siguiente, y todos comenzaron a prepararse para entender mejor esta opción.
El día de la reunión, el abogado, la Sra. Laura Fernández, los recibió en su elegante despacho. Después de las presentaciones, comenzó a explicar los detalles de un matrimonio por contrato.
—Un matrimonio por contrato es un acuerdo legal entre dos partes. Establece claramente los términos y condiciones del matrimonio, incluyendo aspectos financieros, de convivencia y cualquier otra consideración que las partes deseen incluir —explicó la Sra. Fernández.
Samanta escuchaba atentamente, tratando de asimilar toda la información. —¿Y cómo se vería esto en la práctica?
—En la práctica, se redacta un contrato detallado que ambas partes deben firmar. Este contrato puede incluir cláusulas sobre la duración del matrimonio, las responsabilidades de cada parte, y cómo se manejarán los bienes y propiedades —respondió la abogada.
Mauricio intervino. —¿Y qué pasa si una de las partes quiere terminar el matrimonio antes de tiempo?
—Eso también puede ser incluido en el contrato, con disposiciones específicas sobre cómo manejar la disolución del matrimonio y cualquier compensación que se deba —explicó la Sra. Fernández.
Samanta se sentía un poco más tranquila al entender los detalles. —Gracias, Sra. Fernández. Esto me ayuda a tener una mejor idea de lo que implica.
Después de la reunión, regresaron a la mansión y se reunieron en el salón para discutir lo que habían aprendido.
—¿Qué piensas, Samanta? —preguntó Mauricio, observándola con preocupación.
—Creo que entender mejor esta opción me ha ayudado. Pero aún no estoy segura de querer casarme por contrato. Necesito más tiempo para pensar —respondió Samanta.
Daniel asintió. —Es comprensible. Lo importante es que te tomes todo el tiempo que necesites para tomar una decisión informada.
Los días se convirtieron en semanas, y Samanta continuó reflexionando sobre sus opciones. Mientras tanto, la vida en la mansión siguió su curso normal, con momentos de risa y desafíos cotidianos.
Una tarde, mientras caminaba por el jardín, Samanta se encontró con Mauricio. —He estado pensando mucho en todo esto. Y creo que, si llego a casarme, quiero que sea por las razones correctas, no solo por cumplir con una cláusula del testamento.
Mauricio sonrió, orgulloso de su determinación. —Eso es lo más importante. Tu felicidad y bienestar son lo primero.
Con el tiempo, Samanta decidió que seguiría su propio camino, buscando una solución que le permitiera vivir su vida de manera auténtica y fiel a sí misma. Sabía que no sería fácil, pero con el apoyo de Mauricio y Daniel, estaba segura de que encontraría la manera de navegar por este desafío.
Así, mientras enfrentaban juntos las incertidumbres del futuro, Samanta, Mauricio y Daniel fortalecieron sus lazos, listos para cualquier cosa que la vida les deparara.