Dos jóvenes de la misma clase social, pero con diferentes personalidades. Se verán envueltos en una difícil situación. Ambos serán secuestrados, para beneficios de otros. ¿Qué pasará con ellos? ¿Lograrán salir ilesos luego de pasar un proceso traumático? Los invito a leer
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Capitulo 12
Edgar analizaba todas las posibilidades para salir de ahí, aunque no tenía idea por dónde empezar. Él sabía que sus familiares estaban detrás del secuestro, lo que no entendía cuál era su plan.
Al fin, se abrió la puerta del sótano, entraron los dos hombres armados, más atrás, entró Samuel caminando cojo por la falta de sus dedos mutilados.
Edgar lo miró y sonrió con amargura. Madolyn no sabía quién era y se alejó lo más que pudo de él.
— Debí imaginar que tú estabas detrás de todo, eres un hijo de puta.— gritó Edgar, e intentó ir donde él, pero las cadenas eran un impedimento.
— Me alegro tenerlos aquí como invitados especiales. Edgar, no te esfuerces, te puedes lastimar los tobillos.
— ¿Qué estás buscando? Eres una mierda de persona, no vas a lograr nada.— expresó Edgar.
— Señor, si quieres dinero, mi familia se lo proporcionará, déjeme salir de aquí. Por favor.— dijo Madolyn.
— Señorita, usted está aquí por vía de otra persona, yo no la conozco y no tengo nada en su contra. Sin embargo, ya no puedes salir de este lugar, no sin antes, haber dado a luz al hijo de mi querido primo.
— ¿Tanto drama por una puta herencia? ¿Prefieres convertirte en un asesino? ¿Por qué me imagino que me vas a matar? Cada vez más, siento lástima por ti.— dijo Edgar.
Samuel agarró la pistola de uno de los hombres y le apuntó a Edgar, no obstante, este no mostró ningún miedo a morir. — Te voy a matar, pero antes te quiero ver pidiéndome que lo hagas.
— Eso jamás va a pasar.— dijo renuente.
Samuel se retiró, enojado por la actitud desafiante que mostró Edgar.
Así pasaron dos días, ellos continuaban ahí sin hablar con nadie y sin saber cuál era el paso a seguir. Madolyn mostraba un cambio su compartimiento, estaba cansada de llorar y de pedir ayuda. Ahora pasaba el día acostada, sin ganas de comer y deseando morir.
Samuel le envío varios mensajes a Natalia del teléfono de Edgar, diciéndole que estaba bien, que viajó con Alondra y que pronto regresarían con su nieto en brazos. Obviamente, Natalia sabía que algo era extraño, les pidió a los guardaespaldas rastrear el celular de su hijo, pero estaba fuera de señal. Eso hizo que la señora se desconcertara aún más.
Los policías ayudaban a los padres de Madolyn a saber del paradero de su hija. Lamentablemente, no obtenían ningún resultado. No se sabía nada de la joven, apareció su auto estacionado en el parque, con su bolso y su teléfono dentro del mismo.
Mientras los señores Parker lloraban por la desaparición de Madolyn, ella se arrepentía de haberles hablado mal.
Edgar y Madolyn no se dirigían la palabra, eran dos extraños compartiendo el mismo espacio. Él dormía en el suelo, ella ocupaba la pequeña cama. A la hora de alimentarse se juntaban, luego cada uno volvía a su esquina.
Ese día, en la mañana, llevaron a un doctor a la cabaña. Ciertamente, con los ojos vendados para que no supiera llegar al lugar. Ese doctor se encargaría del proceso de embarazo, hasta el nacimiento del bebé.
Como de costumbre utilizaron todos los métodos para entrar al sótano. Después entró el señor con una bata blanca y una carpeta de cuestionarios. Era una de esas personas que por dinero le vendería su alma al mismo diablo.
El doctor saludó a los secuestrados. Edgar lo miró con malicia, Madolyn se subió en la cama, se pegó a la pared y adoptó una posición fetal.
— ¿Quién es usted?— preguntó Edgar, amarrado con un perro, con los ojos rojos y todas las venas de su cuerpo visibles.
— Soy el ginecólogo, Wunt. Me voy a encargar de traer al mundo al heredero Lewis.
— Primero muerto, prefiero morir. — gritó Edgar con estruendo, haciendo exaltar al hombre.
— Señor, Edgar Lewis, usted no tienes opciones.
El doctor le dijo algo en silencio a uno de los matones que tenía lado, y esté le preguntó a su jefe por teléfono. Después asintió con la cabeza.
Los hombres se acercaron a Madolyn y la sujetaron por ambos brazos. Ella gritaba que la soltaran y Edgar preguntaba a dónde la llevaban.
La llevaron a una habitación, ahí el doctor le haría varias preguntas.
— Disculpa que la traje hasta aquí, pero el señor Lewis me causa escalofríos.
— ¿Qué demonios quieres?
— ¿Cuándo fue su último periodo? Le aconsejo que cooperes conmigo, yo solo obedezco órdenes. Además, si no lo haces a la buena, será por la mala.
Madolyn después de ser amenaza con un arma de fuego apuntado a su cabeza, y de ser amenaza con introducir instrumentos por su parte íntima, accedió a dar la información.
La llevaron otra vez al sótano.
— ¿Qué le hicieron, señorita?— preguntó Edgar, preocupado.
— Nada que a usted le interese.— respondió entre llantos.
— Estamos los dos en esto, podría dejar de ser tan altanera.
Ella, aún asustada y con lágrimas en los ojos, le respondió.— No sé por qué estoy aquí, ni porque tengo que tener un bebé, ¿y esas son sus malditas palabras?
Él no volvió a preguntar, prefiero guardar sus comentarios.
Era de noche, el frío se colaba por la pequeña ventana del sótano. Madolyn temblaba como una niña sin ropa que ponerse al aire libre, mientras que Edgar únicamente la contemplaba sin poder hacer nada.
— Señorita, ¿la puedo ayudar en algo?— preguntó Edgar, ofreciendo sus brazos como abrigo, pero disfrazando el anzuelo.
— No quiero nada de usted, más que estar a kilómetros dejos de su presencia.
Al día siguiente, Madolyn se despertó, observó al hombre tirado en el suelo, encadenado como animal y sintió pena por él. “Qué hizo este infeliz para merecer este castigo. Porque es tan importante un hijo de él, y porque su primo lo quiere muerto. Dios, si no me matan estos hombres, me matará la angustia”, pensó la joven, mientras se ponía de pie para ir al baño.
Edgar la vio con ojos entrecerrados y ella no parecía la mujer grosera que había visto anteriormente. Él quería saber por qué la eligieron.