Cuando Sophie Dubois, una joven de 25 años con dependencia emocional, comienza a sospechar la infidelidad de su esposo, Ricardo Conti, su mundo se desmorona. Sophie hace de todo por mantener su matrimonio, preparando cenas a las que su esposo no llega. En vez de eso, él se dedica a recalcar que Sophie ha desmejorado su aspecto.
Decidida a salvar su matrimonio, Sophie acude a una terapia de pareja aconsejada por su mejor amiga. Sin embargo, el terapeuta que la recibe no es quien dice ser.
Lorenzo Moretti, un mujeriego y adinerado empresario de 30 años adicto al trabajo, se hace pasar por su hermano, el terapeuta, cuando este no llega. Desde el momento en que ve a Sophie, él se siente atraído por ella.
A través de las falsas terapias, él intenta que Sophie aprenda a amarse a sí misma y deje la dependencia que tiene hacia Ricardo. Entre risas, lágrimas y situaciones inesperadas, Sophie deberá decidir si vale la pena luchar por un amor que la ha traicionado o es momento de volver a amar
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Cena fría.
¡Queridos lectores!
Es un placer darles la bienvenida a mi nueva novela. Sé que muchos de ustedes están acostumbrados a mis historias llenas de intriga y acción y sangre en el mundo de las mafias, pero esta vez he decidido llevarlos por un camino diferente.
Les presento una comedia romántica que espero les robe muchas sonrisas y les haga suspirar. En esta historia, conocerán a Sophie, una mujer que enfrenta los desafíos del amor y la vida con valentía y humor, aunque como siempre esperen de todo en mis historias.
Quiero agradecerles de antemano por acompañarme en esta nueva aventura literaria. Su apoyo y entusiasmo son lo que me motiva a seguir escribiendo y explorando nuevos géneros. Espero que disfruten de esta novela tanto como yo disfruto escribiéndola.
¡Gracias por estar siempre ahí y por ser parte de este maravilloso viaje! No se olviden de apoyar, dejar su Me gusta y su voto, así sea negativo.
Con cariño, Marines, muchas gracias y bienvenidos.🥳🥳🥰😍😘
Sophie Dubois miraba el reloj por décima vez esa noche. La cena, que había preparado con tanto esmero, se enfriaba en la mesa. Ricardo no había llegado, otra vez. Las sospechas que había tratado de ignorar comenzaron a invadir su mente. A los ocho años, Sophie vio cómo su padre cerraba la puerta por última vez y luego vió desmoronarse a su madre por el abandono de su esposo; la mujer pasó años en depresión hasta que un día no lo soportó más y terminó con su vida.
No obstante, con eso cuando entró a la universidad, su abuela y único familiar partió de este mundo, dejandola sola. Desde entonces, el miedo al abandono se convirtió en su sombra constante. Ahora, a los 25 años, ese miedo volvía a acecharla mientras esperaba a su esposo, Ricardo, que no llegaba a casa.
Cada mañana, Sophie se levantaba temprano para preparar el desayuno de Ricardo. Era su manera de demostrarle amor, aunque él rara vez lo apreciaba. Esa noche, mientras preparaba una cena especial, Sophie no podía evitar preguntarse si sus esfuerzos eran en vano. Quería saber qué de malo había en ella, que todos necesitaban abandonarla.
La joven hacía de todo por mantener su matrimonio, pero Ricardo siempre encontraba una excusa para no estar presente. Sus largas juntas de trabajo hasta más de la media noche y los días de trabajo en fin de semana eran unas de las que usaba para no estar en casa.
La cena se estaba enfriando y las velas ya estaban casi consumidas. Sophie había hecho un esfuerzo por arreglarse un poco más hoy. Su esposo tenía razón: ya no era la misma de antes. No se arreglaba ni lucía esbelta como antes, y esto debía ser el motivo por el que Ricardo ya no la quería como antes.
A pesar de las camisas con olor a perfume de mujer y las llamadas a su casa que solo dejaban escuchar respiraciones y risas, Sophie se negaba a creer que su amado Ricardo la estaba engañando.
Lo conoció poco antes de la muerte de su abuela. Se hicieron novios rápidamente. Ricardo era un hombre maravilloso, detallista, incluso un poco intenso y posesivo, pero a ella le encantaba. Eso era lo que quería: atención, alguien que no la quisiera lejos. Lo que más temía era la soledad; no podía aguantar otro abandono.
Sophie estudió arquitectura y le encantaba el diseño y el arte. Pero cuando se casó, su amado esposo le pidió que no trabajara, ya que no soportaba pensarla cerca de otros. La joven dejó de trabajar; solo hizo pasantías y trabajó durante unos meses, en los cuales demostró ser un prodigio de la arquitectura. Pero por amor a Ricardo, lo dejó todo.
Sophie era alegre y muy amigable en la universidad; solía tener muchos amigos. Pero esa fue otra de las cosas que tuvo que dejar por su esposo. A él no le gustaba que ella saliera con personas que él no conocía, y menos con hombres. Había banderas rojas por todos lados. ¿Las vio? Por supuesto, pero las ignoró. No dejaría que su esposo la abandonara como lo hizo su padre.
Recordaba ver a sus padres discutiendo por el trabajo de su madre. Ella era diseñadora de modas en una empresa y se vestía muy bien, pero a su padre no le gustaba. Esa era una de las peleas que recordaba. Por esa razón, Sophie se dijo a sí misma que haría cualquier cosa que Ricardo quisiera para mantenerlo a su lado. Los traumas de su infancia habían trazado su presente.
Una vez más miró el reloj. Era la una de la madrugada. La comida seguía en la mesa, helada, y las velas ya solo eran pequeños cabos casi inexistentes. Su vestido ya estaba arrugado de tanto sentarse, caminar y volverse a sentar, impaciente porque Ricardo no llegaba.
La puerta se abrió de repente. Un hombre alto, de cabello castaño y cuerpo trabajado, entró por la puerta. Tenía el saco en la mano, junto a la corbata y la camisa desabotonada. Sophie conectó con la mirada sorprendida de él, quien imaginaba que estaría dormida. Jamás imaginó que aún a esta hora estaría despierta.
Sophie suspiró y alisó su vestido, tratando de arreglar las arrugas. Caminó hacia él y se encontró con la mirada despectiva de su esposo.
—¿Qué haces despierta a esta hora? ¿ Y ¿por qué traes ese vestido? Hasta pequeño te queda. Está muy corto y ajustado. Has subido de peso, te lo he dicho.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos, pero no iba a llorar para cansarlo más rápido. Se tragó el nudo que se le había formado en la garganta y habló.
—Solo quise sorprenderte con una cena. Hoy es nuestro aniversario, ¿lo olvidaste?
La cara del hombre cambió de una de sorpresa y hasta de arrepentimiento, pero lo disimuló rápidamente. Se le había olvidado su aniversario. En vez de eso, había ido a ver a Ivette Parisi, una de las modelos de su empresa. Ella era fuego y pasión. Tenía una figura monumental y una belleza única. Ricardo se calmó y caminó hacia su esposa.
Sabía que cualquier excusa que le pusiera, ella se la creería. Se acercó más y rozó su mejilla.
—Lo siento, hoy fue un día muy duro. Cerramos varios negocios y luego una reunión con los socios para celebrar. Sabes que soy el presidente de la empresa y no puedo faltar.
Ella sabía que era mentira. Muy en el fondo, tenía la certeza de que la engañaba. Y aún así, se calmó con tan baratas palabras. Le sonrió y lo abrazó, pero al enterrar su nariz en el cuello de su esposo, un olor a perfume de mujer invadió sus fosas nasales. Se separó y lo miró fijamente.
—¿En serio estabas en una reunión? —preguntó Sophie, con la voz temblorosa y el ceño fruncido.
Ricardo soltó un suspiro exasperado y frunció el ceño.
—Ay no, Sophie, contigo de verdad no se puede. Tú solo quieres pelear y estoy muy cansado.
Sin esperar una respuesta, caminó directo a su habitación, dejando a Sophie parada en el comedor, sintiéndose como una tonta. Ricardo se metió al baño y se dio una ducha. La mujer con la que había estado lo había dejado agotado y necesitaba refrescarse de nuevo.
Sophie sintió un dolor horrible en el pecho. Sabía que iba a suceder de un momento a otro: su matrimonio caducaría; ella lo podía sentir. El miedo y la ansiedad la invadieron y corrió a la habitación de huéspedes, la misma que usaba normalmente para llorar. Su esposo ni siquiera se daba cuenta cuando no dormía con él. Para Ricardo, Sophie era un mueble más de la casa.
Se dejó caer sobre la cama, abrazando una almohada mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. El sonido del agua de la ducha en la habitación principal resonaba en sus oídos, recordándole la distancia que se había creado entre ellos. Cada gota que caía parecía marcar el paso del tiempo, un tiempo que Sophie sentía que se le escapaba de las manos.
La habitación de huéspedes era su refugio, un lugar donde podía dejar salir su dolor sin ser juzgada. Las paredes, decoradas con colores suaves y cuadros de paisajes tranquilos, contrastaban con el tumulto de emociones que sentía en su interior. Se preguntaba cómo había llegado a este punto, cómo el amor que una vez compartieron se había desvanecido tan rápidamente.
Mientras sollozaba, recordó los momentos felices que habían compartido, las promesas de amor eterno y los sueños que habían construido juntos. Pero ahora, todo eso parecía una ilusión lejana, algo que se había desvanecido con el tiempo y las mentiras.
Sophie sabía que tenía que tomar una decisión. No podía seguir viviendo en una mentira, en un matrimonio donde no era valorada ni amada. Pero el miedo a la soledad y el abandono la paralizaba. ¿Cómo enfrentarse a un futuro incierto sin Ricardo, el hombre al que había entregado su vida y sus sueños?
Con el corazón roto y la mente llena de dudas, Sophie se quedó en la habitación de huéspedes, esperando que el dolor disminuyera y que la claridad llegara con el amanecer.