El Laberinto De Los Sueños

La habitación frente a Emma era diferente a todo lo que había experimentado hasta ahora. Las paredes estaban hechas de una luz suave y cálida, casi tangible, como si fueran una extensión del aire mismo. No había sombras ni ecos, solo una calma profunda, una serenidad que tocaba lo más profundo de su ser.

Frente a ella, la mujer de ojos dorados la observaba con una expresión de satisfacción. Su presencia era reconfortante, pero también intimidante, como si supiera todo lo que Emma había vivido y todo lo que aún quedaba por hacer.

—Has recorrido un largo camino, Emma —dijo la mujer con voz suave, pero llena de poder.

Emma respiró hondo, sintiendo que el peso de la jornada la invadía por completo. Había atravesado paisajes oníricos llenos de desafíos y sombras, enfrentado sus miedos más profundos y luchado por no rendirse. Pero ahora, frente a la mujer, algo en su interior le decía que aún no había terminado.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Emma, mirando a su alrededor.

—Este es el último umbral, el paso final antes de que puedas despertar —respondió la mujer, moviéndose hacia un pequeño pedestal en el centro de la sala. Allí, descansaba una esfera brillante, como si contuviera una luz propia, centelleante y poderosa.

Emma la observó, intrigada. La esfera parecía pulsar, como si tuviera vida.

—Es la esencia de todo lo que eres, Emma. Todo lo que has sido, todo lo que serás. —La mujer de ojos dorados la miró con ternura. —Si decides tomarla, despertarás, pero con ello, todo cambiará. Este será el último sacrificio.

Emma frunció el ceño.

—¿Sacrificio? ¿Qué significa eso?

La mujer sonrió, aunque su expresión no era del todo tranquila.

—Significa que para despertar por completo, tendrás que dejar atrás parte de lo que eres. Las sombras que enfrentaste en el puente, los recuerdos que te atraparon en el laberinto… Si tomas esta esfera, debes estar dispuesta a dejar que esos miedos y dudas se disuelvan. Para siempre.

Emma dio un paso atrás. La idea de perder parte de sí misma, aunque fuera una parte de sus temores, la aterraba. Las dudas se formaron en su mente como una niebla espesa. ¿Y si no quería olvidarlo todo? ¿Qué pasaría si necesitaba esos recuerdos, esos miedos, para seguir adelante?

—¿Y qué sucederá si no la tomo? —preguntó, tratando de mantener la calma.

La mujer la miró directamente a los ojos.

—Si no la tomas, quedarás atrapada en este lugar para siempre, en un limbo de sueños sin fin. No despertarás, pero tampoco serás completamente libre. Es una decisión que solo tú puedes tomar.

Emma sintió una presión en su pecho. El tiempo parecía dilatarse, y el miedo que había estado apretando su corazón durante todo su viaje volvió con más fuerza. Lo que le ofrecían era la oportunidad de liberarse de todo lo que la había estado frenando, pero también representaba la posibilidad de perder una parte fundamental de sí misma.

Miró la esfera, y una extraña sensación de paz se apoderó de ella. Algo en su interior le decía que la decisión ya estaba tomada, que el momento de enfrentarse a su destino había llegado.

—¿Qué pasa si no me arrepiento de lo que dejo atrás? —preguntó Emma con voz temblorosa.

La mujer de ojos dorados la observó con una mirada sabia y comprensiva.

—No hay arrepentimientos en la verdad, Emma. Aceptar lo que has sido y lo que eres ahora es el primer paso para despertar. Lo que dejas atrás es solo una parte de tu camino, no tu todo.

Emma cerró los ojos y, por un momento, sintió como si las voces que había escuchado a lo largo de su viaje se desvanecieran. El sonido del viento, el crujir de las sombras, los susurros de sus miedos… Todo se disolvió en un profundo silencio. Con la mente despejada, se acercó al pedestal y extendió la mano hacia la esfera.

Al tocarla, una calidez suave la envolvió. La esfera comenzó a brillar más intensamente, y la luz se expandió como un torrente de energía que recorría todo su cuerpo. Emma sintió como si sus venas estuvieran llenas de luz, y en ese momento comprendió algo profundo: todo lo que había vivido, todo lo que había enfrentado, había sido parte de su viaje.

El miedo y la tristeza se desvanecieron, reemplazados por una paz inquebrantable. Ya no tenía dudas. Estaba lista para despertar, para dejar ir los miedos que habían intentado atraparla y avanzar hacia lo que la esperaba más allá de este umbral.

Con una sonrisa, Emma cerró los ojos por última vez. La esfera desapareció en un destello, y todo a su alrededor se desvaneció en una luz cegadora.

---

El siguiente momento fue como un suspiro.

Emma despertó, abriendo los ojos lentamente. La luz de la habitación era suave, familiar. Un techo blanco y limpio se extendía sobre ella, y el sonido constante de un monitor le indicó que estaba en un hospital.

Se movió, sintiendo una ligera incomodidad, y pronto se dio cuenta de que estaba acostada en una cama. Un pensamiento la atravesó: ¿Realmente había estado soñando todo esto? Pero cuando miró a su alrededor, vio a su madre y su padre, sentados junto a ella, con lágrimas en los ojos y sonrisas llenas de alivio.

—Emma... —susurró su madre, acariciando su mano—. Finalmente has vuelto.

Emma los miró, sintiendo la calidez de su abrazo y la realidad de su presencia. Aun con la confusión en su mente, algo en su interior le decía que todo lo que había experimentado, todo lo que había aprendido, la había preparado para este momento.

Y así, finalmente, después de todo lo que había atravesado, Emma despertó.