Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Elena sintió que las palabras la atravesaron. Le ardió la garganta. El pecho. La dignidad.
Pero no lloró.
Salió del departamento con pasos firmes, casi ceremoniales, como una reina. Qué abandona un reino que no la merece.
El pasillo estaba vacío.
El ascensor tardó demasiado en llegar.
Cada segundo era un pequeño tormento que ibas drenando el aire en sus pulmones.
Cuando al fin entró al ascensor y las puertas. Se cerraron, la realidad la golpeó. Como una ola fría.
Su respiración se aceleró. Su garganta tembló. La máscara de mármol que había mantenido firme hasta ese momento comenzó a desquebrajarse.
Y entonces, sola, sin espectadores, sin amigos... Elena dejó que las lágrimas cayeran.
No un llanto escandaloso ni histérico.
Sino uno profundo, silencioso.
Lento de alguien que acaba de ver morir algo que había cuidado por años.
Se abrazó a sí misma. El ascensor de encendió lentamente. Mientras ella intentaba recomponer los pedazos que caían uno a uno.
Cuando llegó a la salida del edificio, solo quedó viendo, sin saber a dónde ir.
En su despacho Maximiliano. Le había enviado varios mensajes.
-- "¿Llegaste bien?" --
Maximiliano acababa de terminar una conferencia por videollamada con socios de Londres, su camisa aún impecable, sus ojos cansado, su mente dispersa entre cifras, estrategias y un único pensamiento que no lograba alejar. Elena.
Desde la cena de negocios, algo en ella había cambiado. No era que hubiese bajado el ritmo de trabajo. Ella jamás lo hacía, sino que llevaba una sombra silenciosa detrás de cada sonrisa educada, de cada "estoy bien" Maximiliano la conocía demasiado bien. Sabía leerla con una precisión casi peligrosa.
Al abrir la carpeta final para revisar los informes, escuchó el sonido de un mensaje entrante a su móvil. Su mirada fue rápida. Elena.
Por un instante, su corazón se aceleró... pero la emoción se evaporó al ver que no era un mensaje directo y afirmativo. Era una notificación fallida de lectura.
El mensaje que él había escrito una hora antes.
volvió a enviarlo. Y nada, ninguna respuesta.
...Maximiliano frunció el ceño. No era propio de Elena. Al menos......
Al menos que algo hubiese pasado.
Un golpe seco en su pecho le hizo dejar los documentos a un lado. Su intuición, la misma que lo guiaba en el mundo empresarial, y rara vez se equivocaba, tomó el teléfono y la llamó.
uno.
Dos
Tres tonos
Nada.
Llamó otra vez.
Mail de voz.
Maximiliano apretó la mandíbula. Fue entonces cuando su chofer, asomó la cabeza por la puerta entreabierta.
-- Señor Maximiliano, el señor Blake, uno de los directores del área. Quiere saber si revisó el documento del viaje a París... --
Pero antes de que pudiera terminar, Maximiliano preguntó:.
-- ¿Has visto salir a Elena? --
Gustavo parpadeo, sorprendido.
-- Hace unas horas, si. Se veía.. no sé, señor. Distinta. Como si estuviera cargando el mundo en sus hombros. --
Maximiliano sintió una punzada. Esa no era Elena. No cuando todo estaba bien.
-- ¿A dónde fue? --
-- Dijo que pasaría por casa de su novio. -- Respondió Gustavo con cuidado.
La palabra novio le provocó un sabor amargo que Maximiliano nunca admitía. No porque tuviera derecho alguno sobre ella... sino porque ese hombre, desde la cena, le olía a problema.
Maximiliano se puso de pie inmediatamente
-- Prepara el auto. --
Gustavo abrió los ojos.
-- Pero, señor, son casi las nueve de la noche y usted. --
-- Prepáralo. -- Repitió Maximiliano con un tono que no dejaba espacio para discusiones.
Mientras descendía por el elevador, su mente trabajaba con la precisión fría de una estratega y el caos ardiente en un hombre preocupado. Elena no contestaba.
Elena nunca dejaba sin responder más de diez minutos.
Elena había ido a ver a un hombre que ya la había lastimado.
La mezcla era una bomba.
Al subir al vehículo, cerró la puerta con fuerza.
-- Al edificio del novio de Elena. -- ordenó. Rápido
Gustavo arrancó sin preguntas.
El tráfico a esa hora era lento. Maximiliano golpeaba el reposabrazos con los dedos, impaciente. Su respiración se volvía cada vez más corta, su mandíbula cada vez más tensa.
No era solo preocupación.
Era furia.
Furia hacia ese hombre que se atrevía a lastimar a la mujer en quien el pesaba. Aunque no lo había admitido del todo. Llevaba años pensando en ella más de lo debido, desde que ella había llegado a su empresa como una simple secretaria.
Mientras observaba la ciudad pasar por la ventana, su mente regresó a los últimos días: Elena trabajando sin descanso.
Elena sonriendo sin que sus ojos la acompañaran.
Elena saliendo de la cena con él, fingiendo ver a su novio con otra mujer que no le dolía.
Y ahora... silencio total.
Su pechos se endureció.
-- Acelera. -- Ordenó con voz grave.
Cuando al fin llegaron al edificio. Era moderno y elegante, pero Maximiliano. Lo miró con desprecio, como si las paredes mismas tuvieran culpa.
-- Espérame aquí. -- Le dijo a Gustavo mientras salía del auto sin esperar respuesta.
Subió directamente el ascensor, sin saludar al portero. Conocía el piso; Elena lo había mencionado por accidente semanas atrás.
Cuando las puertas. Se abrieron, el pasillo estaba en silencio, casi demasiado silencioso.
Camino hasta la puerta del departamento del novio Elena estaba entreabierta.
El corazón de Maximiliano le dio un vuelco. Sabía lo que eso significaba.
Empujó la puerta con la mano. La escena que vio lo congeló.
El departamento un poco desordenado. El bolso de Elena sobre la mesa. La habitación al fondo con luz tenue...
Y dos voces, una masculina, una femenina, discutiendo murmullos urgentes.
Pero Elena no estaba ahí.
Maximiliano caminó hacia la habitación con pasos firmes, contenido, pero cada músculo preparado, para la violencia si la situación lo requería.
El novio de Elena salió primero, con el dorso desnudo, cubriéndose apresuradamente con una camisa.
-- ¿Quién demonios? --
cuando bio a Maximiliano, palideció.
-- Tu. -- Escupió Maximiliano con frialdad letal. -- Tienes treinta segundos, para explicarme dónde está Elena. --
-- E- Ella... Ella se fue. -- balbució. -- No sé a dónde. --
-- No juegues conmigo. -- Interrumpió Maximiliano avanzando un paso, obligándolo al otro a retroceder. -- ¿La lastimaste? --
-- ¡No! No le hice nada, solo fue... nos encontró. Pero yo. Yo puedo explicarlo. --
--- ¿Explicar qué? -- La voz de Maximiliano descendió a un tono oscuro, peligroso. -- ¿Quieres que te diga que veo? veo que ella confió en ti y tú la traicionaste. Veo que la lastimaste tanto que salió de aquí sin poder respirar.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨