Bianca solo tiene un deseo: poder y respeto. Dante se lo concederá. La convertirá en su esposa y lo que en un inicio fue por conveniencia se transformará en algo mucho más fuerte.
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No se volvió a mencionar.
DANTE
Mis padres siempre han sido una pareja sólida. Tienen unos 40 años de casados y nada ni nadie los ha hecho flaquear de alguno de sus votos. Sin embargo, hubo un tiempo que mamá estuvo en su etapa de celos e instalo cámaras de seguridad en la oficina de papá y en cada rincón de la casa donde vivíamos.
Guardo en un USB el video que sucedió en la noche de la fiesta y lo saco al tenerlo cargado. Quería regresar lo más pronto al hospital y poder explicárselo. La culpa me consume por dentro de pensar que ella piensa que he roto mi palabra.
Tomo mi abrigo y me levanto de la silla. Camino hacia la puerta y cuando estoy por salir algo atrapa mi atención. Es un pequeño cuadro en un buro. Me acerque y lo tome entre las manos, en aquella fotografía hay dos bebés varones. Uno soy yo y el otro... ¿Cómo pudo ponerlo aquí mi padre? Pensé que habíamos dejado ese tema en el pasado.
Dejé la foto en su lugar y salí de la mansión. Frente a mi auto encuentro a mi padre.
—Dante ¿Está todo bien?
—Si—abren la puerta del auto, pero antes me alejo con él—¿Qué hace esa foto en tu oficina?
—Oh ya la viste—sonríe—.Tu madre lo tiene desde hace años, ayer revisando unas cosas lo encontré. Ya sabes como se pusieron y la coloque en un marco porque ella lo pidió ¿Quieres una?
—No deberían colocarlo. Le haces daño.
Él frunce el ceño.
—No me hace daño —me examina con la mirada—.Creo que te causa daño a ti ¿Verdad? Si es así lo quitaré.
—No me hace daño.
Intente alejarme, pero madre me lo impidió. Me tomo del brazo e hizo que volviera a ella.
—Adriano y tú se hubieran llevado muy bien.
—Adiós padre.
Subí al auto y al instante empecé a salir de la mansión. Hablar de ese tema me ponía incómodo y solo me hacía dudar de mi capacidad para seguir en este puesto. No tengo que preocuparme en ese asunto ahora, tengo demasiados problemas ahora.
Tarde en llegar al hospital como una hora. Bajé del auto y al entrar encontré a Carlos saliendo a toda velocidad.
—¿A dónde vas?
—Capo... la señora no está.
Abro los ojos como plato y me quedo en mi lugar. Estoy por usar la fuerza para cuestionarlo sobre aquella broma porque no puede ser cierto. Es solo una broma. Ante la multitud, solo lo rodee y antes de subir le susurre al oído:
—Vas a pagar muy caro tu ineptitud.
Unos minutos después cruzo por la puerta y no la encuentro en la camilla. Ingrese al baño y tampoco estaba ahí. Estoy por salir, sin embargo, al costado de la puerta encuentro una joya. La joya que Bianca había llevado en la mano por días y que representaba nuestra unión.
Su anillo está aquí.
Eso me lo dice todo.
Ella no está aquí porque escapo.
Tomo el anillo en mi mano y lo mantengo conmigo en un puño. Volví abrir la puerta y salí del hospital. Mis guardias caminaron detrás de mí. Se hubiera esperado del capo hacer un escándalo y correr en busca de su mujer, pero yo no lo hice. Me controlé y regresé a la mansión.
Aparentaba verme tranquilo, sin preocupaciones, pero como lo dije solo aparento, ya que la verdad es que la culpa me carcome y está acompañado de furia.
El ajedrez me ha enseñado que para ganar debo ser paciente. Calcular mis pasos y pensar que paso dar antes de hacerlo, un paso en falso y puedo caer.
Pensaba que la había tratado bien, pero eso no ha sido suficiente para ella y me comienzo a cuestionar que nada lo sea.
Su hermano no aparece con las horas y no dudo que todo esto ha sido orquestado por ambos o solo por él. Debo admitir que Lluvia no sabe decir no, es fácil controlarla a conveniencia de uno, no obstante, conmigo no ha sido así.
Al iniciar este matrimonio ella mencionó en aspectos en los que estuvo de acuerdo y en los que no y uno de esos fue que podíamos divorciarnos. El anillo que ha dejado me lo hace saber.
Pues bien. El matrimonio ha acabado.
Guardo en un cajón bajo llave el anillo y salgo de mi despacho.
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En la casa del capo nadie menciono una palabra después de ese día. El nombre de Bianca no se volvió a mencionar en los 3 meses siguientes. Gabriele, Estefan y Loretta se mantenían lejos de Calabria, encerrados en ese hueco que llaman casa. Seguros y pensando que no los tocaba porque no podía. Nunca me ensuciaría las manos con ellos.
En el tiempo que podía aprendí a ganarle a Alfredo. Pensaba que de esta manera me podía distraer hasta que Bianca volviera. Pero no lo hizo. No se ha ido a Sicilia, no está en Calabria y mi maldita paciencia se está acabando.
—El jet lo espera para ir a Florencia, señor.
—¿Sabes algo de ella?—pregunté.
—Es como si se la hubiera tragado la tierra, capo. No la hemos podido encontrar. Tenemos a gente buscando por todo Italia, ella no ha podido salir fácilmente de país—hace una pausa—.Las cuentas de Estefan, no hay movimientos extraños. Insisto que debemos que pensar en un secuestro.
—Cuando eso sucede, llaman y exigen lo que quieren a cambio. No ha pasado—contesto—Prepara el auto. Ya nos vamos.
Alfredo asintió y salió de mi habitación. Ante la soledad me acerqué a su ropa. No se ha llevado nada, en realidad en este tiempo no he movido sus cosas. Huelo uno de sus suéteres y guardo ese dulce aroma a fresas en mi memoria.
Dulce y tierno.
Mierda ¿Qué me ha hecho esa chiquilla?
Salí de la habitación y de la mansión y subí al auto. Hoy me voy a Florencia por un par de asuntos al cual papá cada vez más se vuelve incapaz de ir. Detesto estar fuera, ella puede regresar en cualquier momento.
Solo serán tres días. Solo tres y eso me anima.
Salgo de casa a medio día y llego a Florencia antes de las 3. Los guardias me acompañan hasta la suite del hotel. Tengo una gran vista hacia la ciudad. Es una belleza. Sonreí de lado y bebí del whisky que uno de los empleados me acerca.
—¿Mi traje?—pregunté.
—Es la habitación capo. Tenemos que estar en el teatro antes de las 6.
Asentí. Entre a la habitación y fui por una ducha helada.
Use el esmoquin negro y arregle mi cabello. Termine de alistarme un poco más después de las 5 y salimos de la suite. En el auto pensé en que Bianca quería una casa aquí, en uno de los pequeños pueblos. Sonreí de lado con nostalgia y pensé en mi siguiente paradero de mañana.
Al entrar al teatro vi a mucha gente con traje y vestidos. Esta noche se presenta un elenco al cual Moretti ha invertido bastante, tanto que incluso ha descuidado sus negocios con la Ndrangheta.
—Señor Rossi.
—Moretti—saludé.
—Gracias por asistir, es un privilegio—asentí—.Sus asientos son los mejores, acompáñeme.
Subimos por el teatro hasta llegar al balcón superior. Tiene una excelente vista hacia el escenario. Tomo asiento y después él. Lucia nervioso y controlaba el temblor en sus manos.
—¿Una copa de champán?
—¿Acaso no somos lo suficientemente buenos contigo, Moretti?—arquee una ceja y note el miedo en su rostro. He sido demasiado directo, pero estar aquí es solo perder mi valioso tiempo—.Hay varios desfalcos inusuales en su cuenta ¿Lo sabe?
—Capo, no lo traiciono.
—Todo apunta a que sí.
Entendí que papá no se volvía incapaz de asistir estas reuniones porque sabe que Moretti sí era un maldito traidor. Solo quiere que me deshaga de la basura.
Mientras que Moretti buscaba una mentira que lo salvara yo visualizaba cada parte del teatro. Hace mucho no voy a uno, jamás me ha llamado la atención, pero recuerdo que a Bianca si debe o al menos eso pienso por su talento con el piano.
El telón empezó abrirse.
—Capo, unos negocios no han sucedido como esperaba, pero voy a compensar todo. Le soy leal y no lo traicionaría, he jurado ante su padre y también a usted.
Antes de seguir escuchándolo, en el escenario el director apareció, se inclinó y se acomodó para iniciar.
Una pieza delicada y por varios instrumentos resonó por el lugar. Al inicio me gusto, pero perdió mi interés con Moretti. Después que termino de hablar, se quedó en silencio y eso aumento tensión a la situación.
No obstante, no me quede en silencio para joderlo sino porque en el escenario los demás instrumentos se detuvieron y se le dio el papel principal al piano.
De todos los teatros de Italia, de todos los grupos de ópera, ella está ahí. Tiene ese cabello chocolate amarrado en un moño, luce un vestido negro de satín con un blazer y está atenta a los movimientos de sus dedos sobre las teclas.
Tomo los pequeños anteojos de un lado y me saco de dudas. Es ella. Pude tenerla cerca y a pesar de este tiempo, sus ojos aún reflejan esa misma tristeza.
—Largo—lo detuve.
—¿Qué?
—Largo, sea lo que sea ya no quiero saberlo. Has perdido el apoyo de la familia—respondí—.Vete, antes de que cambie de decisión.
Moretti se quedó confundido, pero, aun así, sin soltar las preguntas que se formaban en su cabeza, se levantó y salió. Algo extraño que el capo perdone, pero, en fin. Alfredo se acercó y antes de hablarme, vio hacia el escenario.
—Señor, ella es...
—Sí—me adelanté—.Es Bianca.