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Lucía La Princesa De Rubí

Lucía La Princesa De Rubí

Status: En proceso
Genre:Amor en la guerra / Familias enemistadas / Batalla por el trono / El Ascenso de la Reina / Familia Ensamblada
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Atenea

La vida de Lucía era perfecta… hasta que invadieron el reino. Sus padres murieron, su hermano desapareció, y todo fue orquestado por su tío, quien organizó una revuelta para quedarse con el trono.
> Lo peor: lo hizo desde las sombras. Después del ataque al palacio, él supuestamente llegó para salvarlos, haciendo retroceder al enemigo y rescatando a la pequeña princesa, quedando así como un héroe ante todos.

> ¿Podrá Lucía descubrir la verdad y vengar a su familia?

NovelToon tiene autorización de Atenea para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

La Princesa y la Hija del Duque

POV: Lucía

Era temprano en la mañana cuando escuché que tocaban a la puerta.

—Sí, adelante —dije.

Entró mi doncella. Se llama Mary; mi tío la contrató hace un mes. Es una muchacha de cabellos negros y ojos marrones, muy bonita y amable. Me agrada mucho.

Al entrar, me dijo:

—Buenos días, princesa. Espero que haya descansado bien.

—Buenos días, Mary. Sí, descansé bien.

—Me alegro, princesa. Ahora es momento de alistarse. Debe ir a la oficina de Su Majestad, pues pidió verla.

—Está bien, Mary.

Mary comenzó a alistarme. Me puso un vestido turquesa y me hizo un peinado recogido, sencillo pero elegante. Una vez lista, le agradecí y me guió hasta la oficina de mi tío.

Al llegar, los guardias me anunciaron y abrieron la puerta.

—Buenos días, tío —le dije.

Él me sonrió.

—Lucía, buenos días. Ven, acércate —me dijo.

Me acerqué y me senté en el asiento frente a su escritorio.

—Lucía —dijo mi tío—, el motivo por el que te llamé es el siguiente: como sabes, en nuestro reino, todos los herederos a a cierta edad, deben prepararse para dirigir el reino. Y como tú eres la única princesa, debes comenzar tu preparación. Por eso, iniciarás tus estudios. Este será tu horario.

Y entonces me entregó un pergamino. En él decía:

| 08:00 | Historia del Reino | Maestra Aurelia |

| 09:30 | Estrategia Militar | Capitán Elías |

| 11:00 | Diplomacia y Leyes | Canciller Rodrigo |

| 13:00 | Almuerzo | — |

| 14:00 | Medicina Básica | Doctora Mirela |

| 15:30 | Caballería y Defensa | Maestro Comandante Saúl |

| 17:00 | Etiqueta y Protocolo | Señora Beatriz |

| 18:30 | Tiempo libre | — |

Me quedé mirando el horario. Era intenso. No sabía si sentirme emocionada o nerviosa. Pero al ver la expresión de orgullo en el rostro de mi tío, decidí no mostrar duda alguna.

—¿Cuándo empiezo, tío? —pregunté.

—En dos días —me respondió—. Mañana tienes que asistir a una fiesta de té. La hija del Marqués Gómez te ha invitado.

Me pasa una invitación. La tomo y le digo a mi tío:

—Nunca he asistido a una fiesta de té. Mamá decía que era pequeña aún.

Mi tío me dice:

—Lucía, tener buenos contactos es importante. Y si los conoces desde siempre, es mejor. Recuerda que ellos serán los que estarán apoyando tu reinado cuando sea el momento.

—Sí, tío —le digo.

—Vamos a desayunar dice mi tío

Me levanté del asiento al escuchar sus palabras. Mi tío rodeó el escritorio con pasos tranquilos y extendió una mano hacia mí, guiándome por los pasillos de mármol blanco que llevaban al comedor real. Las ventanas dejaban entrar una luz dorada, suave, que dibujaba sombras delicadas sobre las cortinas de terciopelo.

Al llegar, un amplio salón nos esperaba. La mesa del desayuno ya estaba dispuesta: una vajilla de porcelana con detalles dorados, copas de cristal tallado, y cestas de pan recién horneado desprendían un aroma cálido. Frutas frescas, quesos suaves, miel dorada y jarras de jugo de granada completaban la escena.

Los sirvientes se movían con elegancia, llenando las tazas de té humeante. Mi tío me indicó un lugar junto a él. Me senté con cuidado, sintiendo el perfume del jazmín que adornaba el centro de la mesa.

...----------------...

Me puse la ropa más cómoda que encontré en el armario: un pantalón corto y una blusa ligera. El vestido turquesa ya estaba guardado, colgado con cuidado por Mary. Caminé por los pasillos vacíos del palacio con el corazón un poco acelerado. Quería entrenar.

El jardín estaba cubierto de rocío. Las flores olían más dulce por la mañana, y los pájaros no paraban de cantar. Me gustaba ese momento: no había adultos ni reglas, solo yo y el silencio entre los árboles.

Tomé una rama que encontré junto a la fuente. Era recta, como una espada. Intenté los movimientos que Saúl me había enseñado. Elevé el brazo con fuerza, pero la rama temblaba al sostenerla. Mi muñeca se doblaba hacia abajo en lugar de mantenerse firme, y al avanzar con el pie, lo hacía con torpeza, desequilibrando mi centro. Mis giros eran lentos, inseguros, y la distancia entre mis pasos no era la correcta. Sabía que estaba mal, pero no me importaba. Quería hacerlo bien. Y por algún motivo, creía que, si seguía practicando, lo lograría.

—Tu postura está mal.

Me giré de golpe. Ahí estaba una niña, parada bajo el sauce. Tenía el vestido más elegante que había visto esa mañana. Su expresión era seria, como si me conociera desde antes.

—¿Y tú qué sabes? —le dije, sin querer sonar enojada.

—Mi tutor de estrategia me enseñó. Si quieres ganar con fuerza, necesitas equilibrio.

Se acercó sin miedo y tomó una rama parecida a la mía. Su forma de sostenerla era distinta. Más firme. No temblaba. La mantenía recta y alineada con su brazo, como si la rama fuera parte de ella.

Dio un paso al frente y plantó los pies en el suelo como si marcara territorio.

—Lo primero es tu base —dijo—. No puedes tener los pies juntos como si estuvieras en una fiesta. Tienes que abrirlos un poco, como si te estuvieras preparando para que te empujen.

Lucía bajó la mirada, observando sus pies. Los reajustó con torpeza, separándolos apenas. El suelo aún estaba húmedo por el rocío y sus sandalias se hundían levemente en la tierra blanda.

—Así —corrigió con voz firme—. Ahora las rodillas, no tan rectas. Si están tensas, no puedes moverte rápido.

Lucía flexionó un poco las rodillas, sintiendo cómo cambiaba la postura. Ya no se sentía tan rígida. Le parecía raro, pero algo dentro de ella le decía que funcionaría mejor así.

—Tu brazo —dijo—. Levántalo como antes, pero no uses solo la fuerza. Siente el peso. Tu muñeca tiene que estar recta, si la dejas caer, pierdes control.

Lucía lo intentó de nuevo. Levantó la rama. Esta vez no tembló tanto. Seguía pesada, pero su muñeca estaba firme. Como si por fin entendiera lo que Saúl había tratado de enseñarle.

—Mejor —dijo, bajando su propia rama para imitar el movimiento.

—¿Quién eres? —le pregunté a la niña.

—Soy hija del duque Lauren —dijo.

Se detuvo un instante, y luego, con elegancia, añadió:

—Rosalin Lauren. Es un placer conocerte, princesa Lucía Montclar. Princesa de Rubí.

Lucía bajó ligeramente la rama, sin dejar de observar los ojos de Rosalin.

—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó, no con sospecha, sino con una mezcla de curiosidad y cautela.

Rosalin mantuvo la postura, con la espalda recta y el mentón elevado, como si hubiera ensayado aquella respuesta más de una vez.

—Te reconocí por el broche en tu blusa —respondió—. Solo la familia real lleva el rubí encastrado en plata. Además, todos hablan de ti. La princesa que entrenará como un guerrero.

Lucía sintió un leve calor en las mejillas. No sabía si sentirse orgullosa o incómoda por que la mencionaran. Aún no había hecho nada importante, al menos no todavía.

—¿Y eso te importa?

Rosalin dudó un momento antes de contestar.

—No. Pero sí me interesa saber cómo piensas. No todos los que tienen poder se esfuerzan por merecerlo.

Lucía no respondió de inmediato. Solo volvió a tomar la postura como Saúl le había enseñado, esta vez con más firmeza.

Rosalin sonrió apenas.

—Así está mejor.

Rosalin bajó la rama con calma, como si la conversación hubiera terminado.

—Me tengo que ir —dijo de pronto—. Mi padre debe estar buscándome.

Dio unos pasos hacia el sendero que cruzaba el jardín, pero se detuvo abruptamente. Se giró hacia mí con una expresión que ya no parecía segura, como si algo hubiera cambiado.

—De hecho… estoy perdida.

Sus mejillas se sonrojaron apenas.

—Me distraje persiguiendo una mariposa, cruzando los arbustos del muro sur, y no sé cómo regresar.

Miré a mi alrededor. El jardín era enorme, dividido por setos altos, caminos de piedra y fuentes que se parecían unas a otras. Para alguien que no vivía allí, perderse era fácil.

Rosalin frunció el ceño, apretando la rama entre los dedos.

—No quería decirlo, pero creo que caminé en círculos. Ese sauce no estaba antes.

No me reí, aunque me dieron ganas. No era común ver a alguien como ella —tan elegante, tan seria— admitir algo así.

—Puedo ayudarte a volver —le dije con naturalidad—. Conozco todos los caminos, incluso los que Mary usa para evitar cruzarse con los jardineros.

Rosalin me miró como si no esperara esa respuesta. Luego asintió, con una sonrisa discreta.

—Gracias, princesa de Rubí.

Y caminamos juntas, al cruzar los últimos setos del jardín, las piedras del sendero se volvían más parejas, anunciando el regreso al orden y la arquitectura del palacio. Rosalin caminaba a mi lado, más tranquila, con su rama colgando en una mano como si fuera un trofeo de aventuras.

Un hombre alto, vestido con ropas finas y ceñidas al estilo de los nobles del norte, se acercó con paso firme. Su rostro era severo, pero no cruel; más bien estaba teñido de preocupación.

—¿Dónde estabas? —preguntó apenas vio a Rosalin, sin notar que yo estaba junto a ella.

Rosalin bajó la mirada un instante, pero su voz fue clara:

—Me perdí en el jardín. Me distraje persiguiendo una mariposa. La princesa Lucía me ayudó a regresar.

Solo entonces el hombre me vio. Su expresión cambió de inmediato. Dio un paso atrás y, con dignidad, se inclinó en una reverencia.

—Mil disculpas, su alteza —dijo—. No la vi. Agradezco profundamente que haya ayudado a mi hija.

—No fue nada —respondí, devolviéndole el gesto con una inclinación leve de cabeza.

Él se giró hacia Rosalin, con la voz más suave que antes.

—Es hora de irse.

Rosalin me miró por última vez, como si quisiera quedarse un poco más. Luego sonrió apenas, haciendo una pequeña reverencia.

—Gracias, princesa de Rubí.

Y se marcharon juntos por el pasillo, dejando tras ellos el eco de sus pasos.

1
Marta Aleida Sagarra Casamayor
Si la princesa supiera, quien asesino a sus padres.
Atenea
"Gracias, me alegra que les guste 🤗."
Limaesfra🍾🥂🌟
esta historia es impactante, cada capitulo.es mejor que el.otro
Alcira Castellanos
está muy interesante
Its_PurpleColor
Tu talento es inigualable, no detengas🙌
🦩NEYRA 🐚
Quiero más😃
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