Estar casada con el amor de tu vida suena como un sueño hecho realidad; incluso si sólo eres un reemplazo de su gran amor.
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Capítulo 20
...Daven....
Ésto era todo lo que necesitaba, si mí muñeca me hubiera dicho que ya no me amaba o que estaba con otro hombre, le habría dejado el camino libre para que fuera feliz.
Pero mí hermosa niña me correspondió el beso, no lo dijo con palabras, pero sentí su amor, su anhelo... Ella me extraña tanto como yo a ella, es por eso que no pienso volver a perderla de nuevo. Voy a hacer hasta lo imposible por recuperar a mí esposa.
La ví ahí, preparando el desayuno para nuestra familia, ésto es lo que quiero, un lugar armonioso con la mujer que amo y nuestros hijos.
Me acerqué a ella y rodeé su cintura mientras enterraba mí rostro en su delicioso y perfecto cuello.
—Te ves hermosa... –Murmuré, mientras depositaba besos en su suave piel–.
—¡Daven! –Me regañó en un susurro y solté una risita, me encantaba cuando ella me regañaba–. No hagas eso, los niños nos pueden ver.
—¿Y? Ya deben ir acostumbrándose a ver a papá y mamá dándose afecto –La volteé, quería ver su hermoso rostro angelical y aquellos hermosos ojos color amatista que le pertenecían sólo a ella. Apoyé mí frente sobre la suya y cerré los ojos, disfrutando de su presencia–. Eres el amor de mí vida... –Susurré, mientras sentía como mí muñeca se acurrucaba mis brazos, sí, ahí pertenecía ella; en mis brazos–.
—¡Papi, papi! –A nuestra pequeña princesa definitivamente le encanta interrumpir mí tiempo con su madre, es una celosa igual que ella, pero no puedo quejarme. Miré a mí pequeña, quien estaba sentada en la mesa, junto a su hermano–.
—¿Sí, preciosa? ¿Qué pasa? –Pregunté, mientras continuaba abrazando a mí muñeca, respirando el delicioso aroma que su precioso cabello blanco emanaba–.
Mí princesa se bajó a toda velocidad de la silla y vino corriendo a nuestro lado, al llegar, ella tendió una invitación hacia mí.
—El viernes es el baile de papis e hijas... –Sus mejillas se pusieron rojas y comenzó a jugar con sus deditos–. ¿Papi, quieres ir al baile conmigo? –Ella me observó con los ojos más inocentes que jamás haya visto, ¿Cómo negarme a tal angelito? Ni en sueños, iré a ese baile con mí princesa y bailaré con ella hasta que se quede dormida–.
Solté a mí muñeca, no sin antes darle un beso en la mejilla. Me agaché y tomé a mí princesa en mis brazos, ella me observaba espectante y temerosa, como si tuviera miedo de ser rechazada.
—Claro que sí, mí preciosa princesa, iré contigo al baile de papis e hijas. –Declaré y ella sonrió con alegría, rodeó mí cuello con sus brazos y frotó su mejilla con la mía, eso lo aprendió de su madre, no tengo dudas–.
—¿Me comprarás un vestido bonito? –Quiso saber, mientras se aferraba a mí como un pequeño koala–.
—Te comparé el vestido más bonito del mundo –Le acaricié su mejilla–. Con zapatos a juego y listones para tu hermoso cabello –acerqué mí boca a su oído–. Pero no le digas a mamá o se pondrá celosa –Bromeé y mí pequeña rió, mientras cubría su boca con sus pequeñas y bonitas manos–.
Los cuatro desayunamos juntos, dios, extrañaba demasiado la comida de mí muñeca. Ni los mejores cocineros del mundo pueden estar a la altura de mí mujer.
Al terminar, todos subimos a mí auto, de la forma más pacífica conduje hasta la escuela de mis hijos. Al llegar, mí princesa besó nuestras mejillas y se bajó del auto, su hermano, por su parte, besó únicamente a mí muñeca y luego se fue. Él iba a ser difícil, pero no importaba, lo amo tanto como a mis chicas preciosas.
Una vez que estuvimos solos, miré a mí muñeca y acaricié su mejilla, me encantaba tocarla. No puedo estar dos minutos sin tocar a mí hermosa mujer.
—Muñeca, sobre lo que dije hoy... –Ella me miró–. Todo fue cierto, si me das la oportunidad de reconquistarte, haré hasta lo imposible. Sé que me amas tanto como yo a ti, y no voy a descansar hasta recuperarte.
Ella soltó un suspiro tembloroso, tenía dudas y no puedo culparla. Si bien no fui un mal marido, la lastimé mucho cuando dudé de ella y besé a otra mujer en su cara, sin mencionar el divorcio. ¿Cómo pude ser tan imbécil? Me arrepentiré por el resto de mí vida.
—No puedo tomar una decisión ahora, Daven. Estás comprometido con la mujer que arruinó nuestro matrimonio y hasta se dice que ella está embarazada. –Me recordó, y sí, era cierto, Marizza estaba embarazada–.
—Muñeca... ¿Me creerías si te dijera que no recuerdo haberme acostado con esa mujer? –Dije y ella me observó con confusión–. –¿Qué quieres decir? –Cuestionó y solté un suspiro–.
—Cuándo te fuiste hace cinco años, me di cuenta de lo estúpido que fuí al hacerte algo tan horrible como eso. No pude con el dolor de perderte y fui a beber, tú bien sabes que tengo una gran tolerancia al alcohol pero, por alguna razón, esa noche apenas tomé un whisky y todo se puso negro. Cuándo desperté estaba desnudo en la cama de Marizza, pero no recuerdo nada.
—¿Insinúas que te drogaron? –Preguntó con horror y asentí–. –No lo insinúo, estoy seguro, luego de siete meses acepté salir con Marizza pero eran sólo citas casuales, nada de sexo. Me acostaba con una prostituta a la que la obligaba a vestirse como tú, para simular que estabas a mí lado... –Acaricié su mejilla–. Pero hace poco Caleb me invitó a una fiesta, no quería ir pero terminé yendo de todos modos, me dió una bebida y todo comenzó a dar vueltas, supe al instante que me había drogado y huí. Al llegar a casa no había electricidad y, en la oscuridad, había una mujer con cabello blanco y ojos amatistas...
—¿Q-Qué...? –Balbuceó, mientras comenzaba a atar los cabos sueltos–.
—Sé que no dormí con ella, o al menos no recuerdo haberlo hecho. Cuándo desperté, una vez más era Marizza quien estaba ahí. Ella se hizo pasar por ti mientras estuve drogado, la eché y luego vino a mí con el cuento de que estaba embarazada. No le creí y fue a llorarle a mí padre, él dijo que haríamos una prueba de paternidad cuando el bebé naciera, pero hasta entonces debo hacerme cargo de ella.
Ella se quedó en silencio mientras analizaba mis palabras, las dudas estaban ahí, junto con miles de preguntas sin respuestas. Soltó un suspiro y luego habló.
—Incluso si lo que dices es cierto, han pasado cinco años desde nuestro divorcio, tú no eres el mismo y yo tampoco, así como tú he estado con otro hombre –Sentí los celos comenzar a hervir en mí interior, ¿Otro hombre tocó a mí muñeca? Lo mataré–. Además, hay que pensar en los niños, no podemos simplemente romper y volver cuando nos plazca.
—Muñeca... –Tomé sus manos entre las mías–. Sé que estás asustada y no puedo culparte, no merezco nuevas oportunidades pero te suplico por una nueva. Ten por seguro que para ésta misma tarde todo con Marizza habrá acabado, no me importa lo que mis padres digan, me quedaré contigo y nuestros hijos, porque te amo.
—Daven...
—Te amo, Evangeline. No quiero a nadie que no seas tú.
—Por favor, no...
—Te amo –Repetí–. Te amo muchísimo.