Dios le ha encomendado una misión especial a Nikolas Claus, más conocido por todos como Santa Claus: formar una familia.
En otra parte del mundo, Aila, una arquitecta con un talento impresionante, siente que algo le falta en su vida. Durante años, se ha dedicado por completo a su trabajo.
Dos mundos completamente distintos están a punto de colisionar. La misión de Nikolas lo lleva a cruzarse con Aila.Para ambos, el camino no será fácil. Nikolas deberá aprender a conectarse con su lado más humano y a mostrar vulnerabilidad, mientras que Aila enfrentará sus propios miedos y encontrará en Nikolas una oportunidad para redescubrir la magia, no solo de la Navidad, sino de la vida misma.
Este encuentro entre la magia y la realidad promete transformar no solo sus vidas, sino también la esencia misma de lo que significa el amor y la familia.
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Parte 10
Aila
—¿Por qué Nik está tan raro? —pregunté con curiosidad, aunque en el fondo ya sospechaba la respuesta.
—Dios le mostró algunos vídeos que hacen los humanos para procrear —respondió Finn con toda naturalidad, como si no acabara de soltar una bomba.
—¿Eso no es...? —Mi voz se apagó mientras lo miraba con los ojos muy abiertos. Apenas podía procesar lo que acababa de decir. Dios santo, ¡el pobre Nikolas debía estar completamente traumatizado!
—Sí, eso mismo —dijo Finn, asintiendo con solemnidad—. Pero no te preocupes, estará bien. Creo que está asimilando toda la información. Dale unos días y lo tendrás dispuesto a... todo —concluyó alzando su pulgar en una señal de aprobación tan entusiasta que no pude evitar soltar una risa nerviosa.
Pobre Nik. No podía ni imaginarme lo que pasaba por su cabeza después de semejante revelación. Ya veríamos qué sucedía con él. Por ahora, yo tenía mi propia misión: concentrarme en los planos para el proyecto que había propuesto. Tenía una visión clara y sabía que podíamos lograrlo, aunque, siendo realista, eso implicaría destruir muchas de las estructuras existentes.
—¿Será una buena idea destruir todo? —murmuré, más para mí que para Finn, mientras observaba el pequeño pueblo de elfos, con sus casitas llenas de encanto.
—No importa —respondió Finn con total seguridad—. Total, con magia se puede crear todo más rápido.
Me giré para mirarlo, con la confusión pintada en mi rostro.
—¿Magia? ¿No solo sirve para lo que siempre hemos pensado?
Finn negó con una leve sonrisa, como si yo estuviera haciendo la pregunta más obvia del mundo.
—La magia no es solo para lo que tú crees —dijo, cruzándose de brazos—. Hace siglos, la magia se usaba para construir grandes edificios. Por eso, en aquel tiempo, crear cosas enormes era mucho más fácil.
—¿Entonces no se necesitaba mano de obra?
—Sí y no. Cada humano nacía con un talento único que le daba la Madre Naturaleza. Nosotros, los elfos, nacimos con el talento de la tierra, pero hay humanos que nacen con afinidad por el viento, el agua o el fuego. Esos talentos eran la clave para defendernos y evolucionar.
Me quedé pensativa, procesando lo que acababa de escuchar. La magia, los talentos, todo tenía un sentido más profundo del que había imaginado. Pero entonces, otra pregunta surgió en mi mente, una que me había rondado desde hacía tiempo.
—¿Por qué Nikolas es tan poderoso? —solté al fin, más como un pensamiento en voz alta que como una verdadera pregunta.
—Nikolas podría ser considerado el humano más poderoso que ha existido —respondió Finn, su tono lleno de respeto—. Pero él nació en otro tiempo, un tiempo que ningún humano recuerda.
Asentí lentamente, aunque sus palabras me dejaron con más preguntas que respuestas. Nikolas era un enigma, uno que parecía estar profundamente entrelazado con todo lo que éramos y lo que el mundo había sido alguna vez.
Mientras Finn se retiraba, observé cómo los elfos organizaban cuidadosamente mi mesa y las herramientas que iba a necesitar. La emoción burbujeaba en mi interior mientras comenzaba a trabajar. No dormí ni un segundo esa noche, decidida a terminar los planos antes de que el primer rayo de luz iluminara el Polo Norte.
Y cuando los días pasaron, todo comenzó a tomar forma.
El primero de diciembre llegó acompañado de un aire frío y la sensación de algo nuevo. La pequeña ciudad que había construido estaba lista: edificios con acogedores apartamentos para los elfos, parques llenos de vida, caminos bien trazados que conectaban el pueblo con la mansión. Todo se sentía más amplio, más vivo. Aunque había tenido que hacer algunos ajustes que elevaron los costos más de lo planeado, valió cada esfuerzo. Era asombroso.
Sin embargo, algo faltaba. No había visto a Nikolas desde que comenzaron las construcciones. Cada vez que Finn pasaba para supervisar el progreso, me decía que Nik estaba ocupado, enfrascado en asuntos que parecían demandar toda su atención.
Estaba en medio de la pequeña ciudad, observando cómo los elfos daban los toques finales a las decoraciones. Las luces navideñas estaban listas para encenderse, señalando el inicio de la cuenta regresiva hacia la Navidad. Un festival estaba planeado para el 24, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que todo encajaba.
—Te quedó asombroso.
La voz familiar de Nikolas me sobresaltó. Me giré rápidamente para encontrarlo a pocos pasos de distancia. Se veía cansado, como si hubiera cargado el peso del mundo sobre sus hombros. Su cabello, ahora un poco más largo, caía desordenado, pero sus ojos seguían siendo los mismos: intensos y observadores.
—Gracias —respondí con una sonrisa nerviosa—. Todos me ayudaron.
Nikolas asintió lentamente, sus labios curvándose en una pequeña sonrisa.
—Lo agradezco. Estuve más ocupado de lo que creí —dijo, su voz cargada de sinceridad.
—Eso está bien. Me alegra que hayas podido venir.
—He visto que también hay edificios extendiéndose hacia la mansión —comentó, señalando en la distancia.
—Sí, hice un camino para no depender tanto de los elfos. Ahora pueden centrarse en otras cosas.
Nik frunció levemente el ceño, como si algo le preocupara.
—Esto va a atraer bastante atención.
—¿Atención? —pregunté, confundida.
—¿Sabes que no soy el único que existe, verdad? —dijo, mirándome con seriedad—. No solo los elfos están aquí. Con estos cambios, llegarán animales que han estado escondidos en la profundidad del bosque, así como hadas, semibestias y un montón de seres que buscarán tu ayuda para ajustar sus reinos.
Mi mente procesó sus palabras con lentitud.
—¿Eso es malo?
Nik negó con la cabeza, aunque su expresión seguía siendo solemne.
—No, pero hará más difícil que pueda sentirte tan fácilmente.
Nos quedamos en silencio por un momento, nuestras miradas entrelazadas. Era una sensación extraña, pero reconfortante. A veces, realmente sentía su presencia, como si de alguna manera estuviera cuidándome, incluso a la distancia.
La tensión del momento se rompió abruptamente con la voz de Finn.
—¡Señor! —gritó, corriendo hacia nosotros—. Rodolfo está esperando en la entrada de Villa N.
Nik suspiró, claramente exasperado.
—Te lo dije. Ya llegó la primera molestia —murmuró antes de empezar a caminar hacia la entrada, que estaba en el lado opuesto de la mansión.
Lo seguí, mi curiosidad superando cualquier otra emoción. Mientras más nos acercábamos, mi corazón latía con fuerza. A lo lejos, podía distinguir una figura peculiar. Una vez que estuve más cerca, me quedé helada.
Un hombre, mitad reno, nos observaba con el ceño fruncido. Sus grandes astas brillaban bajo la luz tenue del atardecer, y sus ojos reflejaban una mezcla de desdén y curiosidad.
—Oh, entonces es cierto que te casarás con una humana —dijo con voz profunda y burlona, mirando a Nikolas con una mueca.
Nik resopló con fastidio.
—¿Quién empezó a extender el chisme tan rápido?
—¿Quién crees? —respondió el hombre-reno con una sonrisa burlona.
—Esa hada nunca guarda silencio —gruñó Nik, antes de girarse hacia mí. Suspiró, como si ya estuviera resignado—. Te presento a Rodolfo.
—¿El reno? —pregunté, recordando la canción infantil.
Rodolfo alzó una ceja y soltó una risa ronca.
¡Eres muy buena!