Un psiquiatra con habilidades mentales inusuales trata a un mafioso con pesadillas. Aunque inicialmente el psiquiatra parece el curador, la relación se vuelve ambigua, un juego de poder donde ambos podrían influir y manipular al otro, difuminando la línea entre paciente y terapeuta.
El psiquiatra puede aliviar la ansiedad del mafioso, pero al mismo tiempo, el mafioso, con su experiencia y astucia, podría influir en el psiquiatra, desafiando sus métodos y explorando las implicaciones éticas y personales de sus habilidades.
La relación, por lo tanto, transciende la simple interacción médico-paciente, convirtiéndose en un complejo intercambio de influencias donde la línea entre la curación y la manipulación se vuelve borrosa.
¿Quién, al final, ha curado a quién?.
Final inesperado...
—¿Quieres saber que sucederá?. Te invito a leer. (☞ ͡° ͜ʖ ͡°)☞
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Capitulo 15
Zachary encontró las llaves de repuesto del auto en el cajón de su oficina. Como tenía que ir a la montaña a recoger su auto, salió del trabajo temprano esa tarde. Tomó un taxi hasta el pie de la montaña y luego condujo a casa, un viaje de ida y vuelta que tomó mucho tiempo para nada. Cuando llegó a casa, las estrellas ya estaban en plena floración.
Era el 25 de septiembre. Era su cumpleaños, pero desde que falleció su madre, ya no tenía cumpleaños. Se detuvo en una panadería para recoger algo de comida al azar para la cena de esta noche. Inesperadamente, una carta extraña apareció nuevamente en la planta en maceta afuera de su casa.
El sobre blanco sencillo estaba marcado con su nombre en letras rojas brillantes.
La imagen de la escena donde su madre murió a balazos volvió a su mente, y la respiración de Zachary tembló levemente mientras miraba la carta durante un largo tiempo antes de finalmente reunir el coraje para sacarla.
Sosteniendo la carta en su mano izquierda, el objeto liviano pesaba como mil libras; La apertura de la puerta, que normalmente era sencilla, falló dos veces seguidas. Solo en el tercer intento la llave se insertó de forma segura en la cerradura. Al entrar en la casa, sin molestarse siquiera en cambiarse de zapatos, Zachary se sentó en el sofá y colocó la carta frente a él.
No había sello ni nombre del remitente, por lo que era obvio que alguien la había colocado allí a propósito.
'¿Quién era? ¿Por qué hicieron esto? ¿por qué me torturan con la muerte de mi madre?'
Zachary cerró lentamente los ojos e intentó recordar esos eventos pasados que había olvidado deliberadamente. Recordó imágenes de su infancia, personas o cosas que iban y venían. Como mil sueños de medianoche.
La irritación y la ansiedad lo abrumaron, un dolor de cabeza casi lo destrozó, y los ojos de Zachary estaban inyectados en sangre, como si estuviera luchando consigo mismo. Se mordió el labio inferior y abrió el sobre, pero estaba vacío.
Solo una nota. Solo una oración.
•Tú eres quien la mató.
Esas palabras tan sencillas desgarraban fácilmente sus nervios más frágiles y sensibles. El rostro de Zachary palideció y su memoria pareció ser roída por millones de hormigas y gusanos, asfixiándolo como un purgatorio interminable de dolor.
Se desató la corbata y se quitó la chaqueta, las venas saltando en sus sienes. Volvió a meter la nota en el sobre, agarrándolo con fuerza.
No había luces encendidas. Abrió el armario del compartimento más a la derecha, encima del espejo, y sacó el encendedor.
Temblando de ira, levantó el sobre y encendió la llama, y el fuego magnífico que quemaba el papel salto a través de la noche. Mientras ardía, todo se convirtió en brasas grises y cayó en el fregadero blanco limpio.
Zachary sintió un nudo en la garganta cuando las palabras de una persona desconocida explotaron en su mente.
_ Qué lástima.
_ Tu nombre es Zachary, ¿verdad?.
_ Maldita sea, fuiste tú, oh.
_ Tú eres el que la mató.
_ Tú eres el que la mató.
_ Tú eres el que la mató.
Zachary sintió que una mano invisible le apretaba el corazón, claramente listo para ser aplastado, pero centímetro a centímetro la tortura se aplicaba lentamente.
Era demasiado doloroso. Apoyó una mano en la encimera de mármol y con la otra cogió algo del armario. Lo puso delante de él; era un paquete de cigarrillos. En realidad, no fumaba ni era adicto a los cigarrillos. Pero de vez en cuando, cuando el dolor era más de lo que podía soportar, intentaba adormecerse con nicotina.
A veces era alcohol. Tampoco bebe, pero en ese momento no había alcohol. Encendió con entusiasmo el rollo de tabaco y el olor ligeramente asfixiante invadió su boca, estimulando sus sentidos ya extremadamente sensibles. Empezó a toser violentamente. Miró hacia arriba y se vio en el espejo.
Era tan extraño.
Tenía los ojos inyectados en sangre, su expresión desilusionada y misántropa, y debajo de sus ojos, que se volvían indiferentes por el dolor, había una desesperación insondable. Era como si estuviera tratando deliberadamente de torturarse a sí mismo, y aunque su cuerpo se resistía, sostenía el cigarrillo sin quemar en su boca.
El vapor bajo sus ojos se mezclaba con el humo denso. No sabía si era dolor o placer. Zachary comenzó a reír. La risa se mezcló con un sutil sonido de tos, que degeneró por completo... Imaginó que este era el fin del mundo, o el fin de su vida. Zachary cerró los ojos y se dejó caer hacia atrás.
_ ¿Qué estás haciendo? _ Alguien lo agarró por detrás.
Zachary inclinó la cabeza con incredulidad y vio a Keit.
_ Zacha, ¿no te sientes bien? _ Keith lo rodeó con sus brazos y le preguntó cerca de la oreja _ ¿Por qué fumas?.
Zachary no dijo nada, solo lo miró en silencio.
_ Zacha, no eres exactamente el mismo que normalmente eres. Eso no está bien _ Keith estaba alerta _ No eres exactamente el mismo que en cualquier otro momento que haya visto, ¿qué te irrita?.
La voz de Zachary estaba cansada.
_ No tiene nada que ver contigo.
_ Zacha, soy tu terapeuta y tú eres mi paciente. Creo que, ahora mismo, me necesitas.
_ No es necesario, déjame ir.
_ No te soltaré.
_ Déjame ir.
_ No _ Keith lo abrazó un poco más fuerte _ Zacha, respóndeme en serio, ¿trataste de suicidarte?
_ No.
_ ¿De verdad?
_ El suicidio no resuelve nada, no hago ese tipo de cosas sin sentido.
_ Eso es genial _ Keith le frotó el cabello _ Me alivia que lo reconozcas.
_ No toques mi cabello.
_ Es un acto de tranquilidad, Zacha. Necesitas aprender a aceptar la bondad de los demás. Keith preguntó _ Entonces, ¿qué estabas haciendo ahora mismo?.
_ Fumando.
_ No parece que sepas fumar, al igual que no sabes beber.
Cuando Zachary recuperó el equilibrio, Keith lo soltó. Le preguntó a Keith.
_ ¿Cómo entraste aquí?.
_ ¿Lo has olvidado? Teníamos una cita para ir a un concierto juntos esta noche.
Zachary parecía desconcertado.
_ Realmente no lo recuerdas. Empecé a enviarte mensajes a las seis en punto, y cuando no respondiste ni respondiste a tu teléfono, me preocupé de que te hubiera pasado algo, así que vine a tu casa.
_ Pero no tienes llave _ Zachary se apoyó contra la pared _ ¿Cómo pudiste entrar?.
_ Zacha, no cerraste la puerta.
Zachary recordó de repente que había estado tan ansioso cuando entró antes que parecía haberse olvidado de ello.
Keith prosiguió.
_ Por lo que sé de ti, como un abogado de élite conocido por su rigor, no cometes tantos errores de bajo nivel uno tras otro. Algo debe haber sucedido, ¿verdad?
Zachary lo ocultó diciendo.
_ Simplemente olvidé cerrar la puerta, ¿en qué más me equivoqué?
_ Zacha, siempre has sido disciplinado y ordenado. Si no hubiera ninguna razón, ¿cómo podrías olvidarte de cerrar la puerta? ¿Y por qué entrarías en la casa sin acordarte de cambiarte de zapatos? _ Keith lo miró con una sonrisa, pensativa y gentil _ Las personas que han fumado durante mucho tiempo o son adictas al tabaco están acostumbradas a sostener sus cigarrillos entre los dedos medio e índice, que tendrán rasgos distintivos de color amarillo ahumado, pero tú no. Los cigarrillos contienen nicotina, alquitrán y otras sustancias que tienen un efecto depresor sobre los nervios cuando se inhalan. La exposición poco frecuente generalmente produce numerosos síntomas de malestar, que es lo que estás experimentando ahora.
Zachary evitó el contacto visual con él.
_ Voy a cerrar la puerta.
Keith bloqueó su camino.
_ Ya lo he cerrado.
En el silencio de la noche, el olor a nicotina inundó la habitación a oscuras. Keith tranquilizó y sedujo pacientemente a su paciente como si estuviera rescatando a una princesa que se está ahogando en una fría piscina.
_ Zacha, puedes confiar plenamente en mí. En este momento no tengo ninguna posición, ningún juicio, ni siquiera moralidad. Mi única misión es ayudarte. Sé obediente y dime qué está pasando.
