SEÑORITA TENTACIÓN.

(Leo)

Estoy distraído terminando de arreglar mi maleta, cuando escucho que tocan a mi puerta.

Mi corazón salta en mi pecho, pues sé muy bien que la única persona que está en casa es mi Traviesa.

Abro en inmediatamente mi vida se ilumina, con la más bella de las imágenes, Bri, está recién duchada, su cabello húmedo, con un short blanco pequeño que le hace ver sus largas y torneadas piernas, de una manera espectacular; su blusa pequeña que deja al descubierto su firme y plano abdomen y su pequeñísima cintura.

Señorita Tentación, si eso es lo que piensa mi mente al verla...

—Traviesa, ya te sientes mejor.—Le digo recostandome en la puerta, mientras ella sin pedir autorización camina hacia dentro de mi habitación.

—Pues, estar sola en mi habitación, no me ayuda.—Dice tocando mis cosas que están en la cama y tomando una de mis camisetas, la cual se lleva a la nariz e inhala profundamente.

—Así que mi Preciosa ya se adueñó de mi espacio.—Le digo por la evidente intromisión.

—Pues mira Leo, si no te has dado cuenta, yo soy la dueña de tu espacio, de tus cosas y de tu vida entera.

Eres mío y siempre lo serás... Así que te debes ir acostumbrando a que vendré a tu habitación, tocaré tus cosas y estaré en tu vida aunque no quieras, aunque te vayas a Italia, o al fin del mundo yo siempre estaré, y puede ser, que no este presente físicamente; pero tu mente y tu corazón me tendrán presente.—Me dice la traviesa y me sorprende la seguridad, serenidad y sensualidad con que lo dice, sus inigualables ojos, me miran con deseo, tanto que veo en ella, no a una niña, veo a una mujer que me demuestra lo madura que es.

Yo en un impulso de hombria, no hago, otra cosa más que acercarme, pegarla peligrosamente a mi cuerpo aun estando de espalda, la acorralo de su pequeña cintura, le abarco con una de mis manos su cuello tan hermoso, me preciono contra ella y le hablo al oído.

—Y tu Brianna me perteneces a mí, y serás mía toda tu vida.

El día que te haga mi mujer y te llene por completo, gritaras mi nombre y pedirás que te dé más de mí, ese día sabrás que naciste para Leonardo Ferretti Lombardo, fuiste creada para mí...

El roce de mis manos sobre su piel, me alteran los sentidos más varoniles que he mantenido atados, desde hace mucho tiempo; verla, oírla y sentirla es algo más fuerte que mi prudencia, más fuerte que mi dominio propio.

—Hazlo ahora Leo, hazme tu mujer ahora...—Me dice y Yo le doy vuelta en un segundo y empiezo a devorar como un loco su boca; pero este beso ya no es tan tierno, ya no es tan inocente.

Ella es una mujer sedienta de mí.

Dios... Mi Bri aprende rápido, me besa con pasion, con deseo, con entrega.

Su adictivo sabor, me descontrola al máximo, su lengua traviesa digna de ella, se introduce en mi boca para encontrarse con la mía, se degustan, se acarician y se fusionan, para hacernos llegar al cielo con un beso, con un perfecto y maravilloso beso.

Mis manos no pueden estar quietas, y aún con su ropa puesta la recorren, su cintura es perfecta, su espalda pequeña y sus muslos torneados a la perfección; pero al llegar a su espectacular trasero, y tocarlo apretarlo con mis manos y palpar esas maravillosas y pronunciadas curvas, me hace estremecer de deseo, tanto que quisiera verla de otra manera, me gusta tanto esa parte de su cuerpo.

Y me hace desearla, desmedidamente...

— Te nesecito Bri, te nesecito mi amor...—Le digo besándola y escuchando sus pequeños gemidos que alborotan aún más mi deseo.

—Pues hazlo mi amor, quiero ser tuya, hazme tuya... —Me dice, mientras se separa un poco, y veo como en un movimiento rápido se quita su pequeña blusa y queda con sus preciosísimos pechos al descubierto.

—Oh por Dios, Bri...

No hagas eso, vas a matarme, vas enloquecerme...—Le digo tratando que mis palabras suenen claras, y tragando en seco, mis ojos se abren al máximo, lo que estoy viendo es la maravilla más grande del mundo, mi mirada, no puede desviarse de esos dos redondos y firmes pedazos de carne, con un círculo rosado y un precioso, pequeño y endurecido pezón en cada uno que me llaman; llaman a mis manos, pero más llaman a mi boca, me llaman tanto que salivo, saboreo, necesitó tenerlos ahora.

Yo acorto una vez más la distancia y llevo mi mano a su boca, con mis dedos la toco con sensualidad y Bri aprovecha de besar uno de mis dedos introduciéndolo en su boca, de una manera realmente excitante, tanto que me hace estremecer...

Mi corazón salta en mi pecho, mi pulso se acelera y mi respiración se hace más frecuente, Dios mío deseo a esta mujer, la deseo desmedidamente.

Continúo deslizando mi mano por su cuello, eres perfecta le digo, veo sus ojos mientras mis dedos la acarician, hasta llegar a sus pechos, mis manos son grandes, pero sus pechos son perfectos para mis manos, no sé como le hago, para que el 1.85 de mi estatura, se acomode al 1.65 de estatura de mi Bri y para que mi boca quede prendida en su pecho.

Lo beso y preciono con mis labios y utilizo mi lengua para degustar, lo hago despacio, lento, presionando su pequeño y perfecto pezón, lo saboreo y me parece que es delicioso, esto es lo mas delisioso del mundo.

Estoy con Ella, la veo disfrutar, la veo gozar lo que le estoy haciendo.

Bri tampoco está quieta, sus pequeñas manos recorren mi espalda acariciándome como nunca, sus manos llegan a mi cabeza y sus dedos se entrelazan en mi cabello.

Bri arquea su espalda, quiere darme la mejor accesibilidad, y la escucho gemir, la siento temblar, su cuerpo tiembla, su piel esta eriza, su cuerpo me desea, me anhela, tanto como Yo a ella.

—Leo, hazlo ahora por favor...— su voz está tan excitada, que se oye quebradiza.

—Es lo que más deseo...—Le digo, y veo a Bri deslizar una de sus preciosas y cuidadas manos, hasta tocar mi entrepierna lo hace sobre mi ropa.

¡¡Dios... Mi Traviesa va a matarme!!

—Bri, Bri, vas a matarme— se lo digo a ella, su mano está sobre mi amigo que está más levantado que nunca, tanto que me duele, palpita, llora; pero disfruta la atención que por fin está recibiendo.

—Quiero, verlo por favor.— me dice y aún con la más grande excitación de mi vida y el desmedido deseo de tener a la travieza y hacerla mia.

Algo cruzo por mi cabeza, una chispa de sensatez, un microsegundo de cordura, me hace entender que esto no es correcto, Bri es menor de edad, tiene 16 años, su cuerpo es de una mujer, una perfecta mujer, su mente es madura e inteligente; pero su edad no ayuda.

—Te amo con toda el alma y te deseo como un loco Bri, pero debemos parar...