Después de años de matrimonio con Josue de un momento a otro me pide el divorcio. Como volveré a confiar en los hombres?
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Adiós mi amor
Nada de lo que se hizo resultó, después de unos días, debido a todo el medicamento que se le administraba, sus riñones comenzaron a fallar, ahora se veía más lejos la posibilidad del trasplante y de su recuperación.
Finalmente, las fuerzas le abandonaron y todo el tiempo estaba dormido, aun así lo visitaba y le hablaba, despidiéndome cada vez con mucho amor, como si fuera la última vez, pues en mi mente, siempre cruzaba la idea de que así podía ser.
Al final su corazón no pudo resistir, pero no fue como esperaba, yo creí que cualquier día me darían la noticia de que había fallecido sin despedirse de mí, y afortunadamente no ocurrió de esta manera, falleció cuando yo le decía cuanto lo quería y aferrado a mi mano. Fue el momento más doloroso qué me había tocado vivir, solté su mano, esas manos qué me llevaron al cielo con sus caricias y besé por última vez sus labios, esos labios que nunca más me hablarían, toqué su rostro, como para grabarme cada pequeño relieve del mismo y recordarlo siempre, las lágrimas caían como cascadas de mis ojos, y cuando al fin pude decir algo, con la voz y el alma quebradas, me despedí del hombre que más había amado con tres palabras, ADIÓS MI AMOR. Con esas tres palabras se cerraba nuestra historia, nos amamos hasta que la muerte nos separó, el se fue a disfrutar la paz de Dios, y yo me quedé a sufrir una vida sin él, no era justo, pero ya había sufrido mucho con su enfermedad, ya le tocaba descansar. Yo estoy segura que de haber podido, estaría conmigo. Yo sabía al casarnos qué esto podía pasar, levantéca pensé que doliera tanto.
Me levanté de su lado y fui a avisar a la enfermera, para qué se iniciaran los trámites correspondientes y nos pudieran entregar el cuerpo del amor de mi vida. Avisé a Mauro, pues no podía enfrentarme a mis suegros y darles la noticia, y él como siempre, se encargó de todo, no sin antes asegurarse de que me revisaran y me dieran un calmante suave que no afectará a mi embarazo.
El funeral y la cremación se hicieron de manera rápida y sencilla, en una funeraria cerca del hospital, estaban como siempre, sus padres y los míos, mi hermano y Citlalli con Mauro, Valentina con David, Doña Victoria con Rodrigo, Ángeles y Gustavo, como siempre apoyándome. Al final me entregaron sus cenizas en una pequeña urna de madera y al recibirla sentí que las piernas me fallaban, pero logré controlarme, todos incluyendo a su familia, se mostraron fuertes y más preocupados por mi bienestar qué por sus propios sentimientos, pero aunque me moría por dentro, tomé fuerza de no se donde, tenía una criatura en mi vientre y debía pensar en él antes de dejarme caer.
Mauro estuvo al tanto de mi estabilidad, y me aconsejó seguir mi embarazo a término, ya no había prisa porque naciera y lo mejor era ahorrarle la estadía en la incubadora, y entre más tiempo estuviera en mi vientre, más sano y grande estaría, le di la razón. Me estaba cuidando bien, aunque sin ánimo, hacia lo posible para continuar lo mejor posible. Para distraerme, iba a diario un par de horas a la oficina, pero hasta eso me costaba, ya que en cada rincón, me asaltaban los recuerdos de Arturo. Y aunque yo quería recordarlo y tenerlo siempre presente, dolía mucho todavía.
Mis suegros insistieron en que me quedara en su casa, mis papás también me ofrecieron la suya, también querían estar presentes para cuidar mi embarazo, yo solo quería estar sola, pero comprendí que era mejor estar rodeada de gente para no decaer. Aunque en cada rincón de ese lugar tenía recuerdos buenos y malos, decidí quedarme donde estaba, por lo menos hasta que mi hijo cumpliera un año de edad, después ya vería, pues los padres de Arturo también lo habían perdido y el bebé era la ilusión que los mantenía en pie, y yo sentí que por lo menos eso les debía, ya que siempre me trataron muy bien y me acogieron desde el primer día que se enteraron de mi relación con su hijo. Además aunque nunca me lo dijo, yo se que es lo que le hubiera gustado. Estas razones le di a mis papás, para rechazar su ofrecimiento, para mi tranquilidad, comprendieron la situación y apoyaron la decisión que tomé. Me prometieron visitarme mucho y estar al pendiente de mi y de Franco. Realmente agradecí su comprensión, y haciéndome la fuerte seguí otro mes, ya estaba en el octavo de mi embarazo y cada vez mi vientre crecía, ya parecía una pelota y se me dificultaba moverme, dormir y cualquier esfuerzo me hacía cansarme más. Mi suegro decidió pedirme que ya no fuera a trabajar, y entonces me dedique a recibir las visitas de mi familia y mis amigas, que no me dejaban un día sola. Trataban de animarme y me ayudaron a acomodar y decorar la recamara de Franco, cosa que yo no hubiera podido hacer sola, mi suegra veía con buenos ojos todo el apoyo que me brindaban y ella también ayudaba, y se ocupaba de prepararnos deliciosas cenas y bocadillos para agradecerles todo lo que hacían por mi. Así ella también se mantenía ocupada y no caía en depresión, porque me imagino que también sufría mucho la muerte de su hijo.
La cita médica mensual me estresaba, ya que sería la primera sin Arturo presente, ya que siempre, por mal que estuviera, se empeñaba en acompañarme, además esta vez no sentía la ilusión de las anteriores, era más como una obligación, yo creí que era por el dolor de la pérdida, y que en un mes que me quedaba, me iría resignando a mi nueva situación, Citlalli y Mauro, como padrinos de Franco, me ofrecieron acompañarme, así no me sentiría sola ni incómoda. De hecho, él ya había platicado con la ginecóloga y la puso al tanto de lo acontecido para que no me hiciera preguntas que me pudieran hacer sentir mal.