Alessandra Ferrari, una mujer de 41 años, se casó joven en un matrimonio arreglado con Roberto Fiorucci para salvar su empresa. Aunque lo amaba profundamente, su vida de lujos y eventos sociales se desmorona tras la muerte de sus padres y la absorción de su empresa por Roberto.
En su cumpleaños, descubre la infidelidad de Roberto con una joven de 20 años. Desgarrada, enfrenta el divorcio y queda sin apoyo financiero, con la mansión como único refugio.
Su hija de 16 años se va con su padre, mientras que Alessandra queda con su hijo de 19 y su pequeña de 12. Roberto la deja sin nada y le cierra oportunidades cuando ella se niega a ser su amante.
Rechazada por su círculo social y enfrentando deudas, Alessandra deberá hacer lo que sea para sacar a sus hijos adelante hasta ir a trabajar a un antro de lujo de bailarina donde se cruza con el arrogante CEO jefe de su nuevo empleo, quien la mira tal como es y le ofrece un trato que les conviene a ambos, pero ella se niega a venderse.
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No está sola
"Sí, mi mujer, y le advierto que no la vuelva a ofender; usted no tiene nada que hacer aquí". Francesco se giró a ver al doctor.
“Ordena que este hombre no entre a esta clínica”, dijo Francesco, serio. Él era un buen amigo del director y este no dudaría en hacer lo que él le pidiera.
El doctor se dirigió a la recepción y minutos después varios guardias aparecieron para escoltar a Roberto a la salida.
“Tú no puedes evitar que vea a mi hijo”. Francesco sonrió con suficiencia.
“Puedo y lo hice; a ti no te importa tu hijo, solo molestar a mi mujer”. Ambos se miraban fijamente, sus mandíbulas tensas. Alejandra apretaba a Francesco; debía calmarse para no matar a Roberto por desgraciado.
“Esto no se quedará así, Alessandra, ya te cerré el camino una vez y lo volveré a hacer”. La señaló Roberto y Francesco no se contuvo, le dio un golpe directo a su quijada que lo hizo perder el equilibrio.
“No la vuelvas a amenazar ni a señalar, ya no está solo, idiota”, dijo y la seguridad intervino hasta que lo sacaron. Alessandra dejó salir sus lágrimas; ese hombre era una bestia.
“Calma, sí, ya no te hará daño. Debemos hablar más; quiero saber todo sobre él y cómo podemos hacer para que no se meta de nuevo contigo”. Alessandra asintió y el doctor habló.
“Hoy no podrán verlo, pueden irse y regresar mañana”. Ella negó, pero Francesco le levantó la barbilla con su mano.
“Regresa a tu casa con tu hija; ella te necesita. Mañana regresas; si quieres, yo me quedo”. Alessandra negó.
“No es necesario, si no lo vamos a poder ver, está bien, me iré, pero mi auto se quedó en la empresa”, dijo y él sonrió.
“Yo te llevo” y así ambos fueron al auto de Francesco para después ir a la mansión de Alessandra.
En el camino, ella no sabía qué haría ahora, cómo funcionaría todo, cómo sacaría a sus hijos adelante.
“Alessandra”, dice Francesco al verla ida y preocupada; ella lo mira saliendo de su pensamiento.
"Sí, dime".
“Todo va a salir bien, calma, Luca se va a recuperar”. Ella lo mira y asiente.
Sé que sí, es solo que... “Esto es mucho, nada, no me hagas caso”. Él la vuelve a mirar.
“No te preocupes por nada, él se va a recuperar y quedará como si nada. Sí, descansa y te paso buscando mañana temprano, ¿te parece?” Alessandra asiente; a pesar de que no sabe si Francesco está actuando así porque ella lo va a ayudar, le agradece que esté aquí en este momento para ella.
El sitio estaciona frente a la casa de Alessandra y ella, al bajar del auto, se despide de él y va directo a la habitación de su hija. No lo piensa y se acuesta a su lado. Minutos después, la niña la tiene abrazada y es que era esto lo que Alessandra necesitaba, este abrazo que le suba la batería y le recargue las ganas de poder seguir.
Alessandra logra consultar el sueño hasta que el sol de la mañana le pega en sus ojos. Se levanta con cuidado y va a prepararse; la señora del servicio prepara el desayuno y el café y ella solo espera a terminar para ir a la clínica.
“¿Mamá?” Alessia, que ya se levantó y bajó a desayunar, la ve y la abraza.
“Mi niña, buenos días, ¿cómo dormiste?” La niña asiente, pero está un poco triste.
“¿Qué ocurrió, mami? No soy tonta, ¿qué le ocurrió a Luca? Escuché a la señora hablando contigo”. Alessandra la abraza y le besa las mejillas.
“Bebé, Luca tuvo un accidente, pero va a estar bien, sí, no te preocupes, pronto estará aquí en casa”, dice Alessandra y ella asiente llorando.
“Quiero que se recupere, mami, no quiero que le pase nada”. Alessandra niega con la cabeza.
“Nada ocurrirá, lo prometo”. La niña se calma y, una vez que terminan, el timbre suena. Cuando abren, es Francesco; está con un traje negro ajustado y una camisa blanca sin corbata. Se ve elegante y muy sexy.
“Buenos días, ¿cómo amaneces, cariño?”, dice él delante de la niña; deben comenzar su farsa, rápido.
“¿Cariño? ¿Quién es este hombre, mami?”
Francesco la mira y le sonríe; entonces Alessandra se acerca a su hija y le explica.
“Cariño, sé que recién me separé de papá, pero... Bueno, conocí a Francesco y…” Alessia sonríe.
“Tranquila, mamá, si papá se fue a crear una nueva familia, tú no tienes por qué quedarte llorando; él es el culpable de que no hayas llorado más por papá”. Francesco sonríe.
“Sí, hermosa, por él ya estoy mejor”. La niña se le acerca y lo mira.
“Mucho gusto, Alessia Fiorucci, está de más decirle que no haga llorar a mamá”, le dice la pequeña y él se ríe. Alessandra se le queda mirando; ella pensó que él no tenía incluido el manual para reírse.
«Seguro y se le entumecen las mejillas por sonreír por primera vez», piensa ella mientras contiene una risa por sus locuras.
“Hola Alessia, es un placer, soy Francesco Barbieri Tranquila, pequeña, yo no haría llorar a tu mami nunca. A veces hago que quiera matarme, pero tengo ese efecto en las personas”. Mira a Alejandra y sonríe mientras Alessia no entiende lo que quiso decir.
“Bueno, vine para llevarte a la clínica, pero ¿qué te parece si llevamos a la niña al colegio y luego vamos a la clínica?” Alessandra asiente y así los tres salen rumbo al colegio. El auto de Alessia fue regresado a su casa, aunque no lo usaría porque se iría con Francesco.
Los tres llegan al colegio y, al bajarse, Roberta observa la escena: ¿qué hace ese hombre tan guapo con su madre?, así que no lo piensa y se les acerca.
“Vaya, pero si ya reemplazaste a papá, no lo vayas a obstinar con tus cosas de señora mayor y tus peleas”. Alessandra la observa y siente pesar en que se convirtió su hija.
“Roberta, hija, ¿cómo estás?”, le pregunta Alessandra y ella la ignora y se acerca a Francesco.
“Usted es el novio de mi mamá, ¿por qué pierde su tiempo con una doña habiendo tantas jóvenes hermosas y divertidas? Mi nueva mamá es muy divertida y joven, ella sí me comprende”, dice la última parte mirando a Alessandra y ella quiere llorar, pero no lo hace. Francesco se da cuenta y le toma la mano.
“Créeme que tu madre es mejor que cualquier jovencita que solo piensa en divertirse; deberías valorarla porque cuando pides tierra podría ser algo tarde”. Toma la mano de Alessandra y la besa. Luego siguen caminando hasta dejar a Alessia en la entrada del colegio.
Roberta queda molesta y rabiosa, como su madre consiguió a semejante bombón.
Alessandra siente que falló como madre y eso la lastima.
ojalá la justicia que crearon los hombres fuese igual de fuerte para estos aberrantes seres