{Publicaciones los LUNES/MIÉRCOLES/VIERNES}
Elizabeth era una mujer adulta que vivía sola y gozaba a pleno de su sexualidad, cuando muere por un accidente de tránsito, reencarna en un libro de época antigua que leyó antes de morir. Ella al saber cómo se darán las cosas, comienza a preparar y claro, a formar su propio harén, porque ¿para que conformarse solo con uno cuando se puede tener a seis?. Elizabeth tendrá que enfrentar muchas cosas y personas para lograr sus objetivos, además de enfrentarse a la diferencia de época y creencias sociales...
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Capitulo 18 (Maratón 4/6)
Al día siguiente de los príncipes haber llegado al palacio imperial, su hermana los esperaba para desayunar juntos.
-Cuéntenme todo - pidió Sarah emocionada, ella había querido ir al evento de la noche anterior, pero como se retrasó con sus clases, no pudo ir.
James y Samuel le contaron todo, desde que llegaron hasta que se marcharon, sin omitir ningún detalle. Sabían que si lo hacían, Sarah no dejaría de asaltarlos en preguntas.
-Así que de nuevo han vuelto a atacar a la señorita Elizabeth por sus relaciones amistosas - murmuró más para sí misma la princesa
-Sí, pero al parecer a ella ni le hace falta defenderse - comentó riendo Samuel
-¿Por qué decís eso Sam? - preguntó dudosa Sarah
-Por qué a ella la defienden sus amigos, ellos se defienden entre sí, y si ella tuviera que hacerlo, estoy seguro de que las hundiría - explicó James pensativo
-Eso es bueno, pero hay algo que me deja intranquila - comentó Sarah
-¿Qué cosa? - preguntó James atento, su hermana tenía una buena intuición con todo
-El trato que su hermana tiene solo hacia ella, me lleva a pensar que tal vez no solo la hermana la trata así en su casa, ya que la hermana la ataca tan abiertamente significa que no teme posibles represalias de uno de sus padres, o tal vez ambos - compartió su inquietud la princesa, haciendo que los muchachos quedarán sumidos en sus pensamientos, pensando en las posibilidades de las palabras de su hermana.
Cerca de ellos, recostada en el marco de la puerta, estaba la emperatriz escuchándolos con el ceño fruncido, no le gustaba para nada que sus hijos estuvieran hablando de aquella muchacha, menos que se preocuparan por ella.
-Tal vez es la propia Elizabeth quien molesta a su hermana en su hogar y la pobre de Amelia solo se defiende - comentó su madre irrumpiendo el momento de silencio
Los chicos se miraron entre sí, no comprendían por qué decía esas cosas cuando todo era demasiado obvio.
-No estaría tan seguro de eso, madre - respondió James serio
-¿Quién sabe?, quizás sólo aparenta ser la víctima cuando ustedes están cerca - volvió a señalar la emperatriz
-No lo creo, madre. - negó Samuel - las veces que presenciamos éstas situaciones, nosotros estábamos ocultos.
-Tal vez los vió - volvió a arremeter contra Elizabeth, volviéndose un poco sospechosa ante los ojos de sus hijos
-No es así madre - sentenció cansado James - ¿Acaso tienes algún problema con la señorita Elizabeth Wilson?
-¿Yo, la emperatriz? - preguntó retóricamente riéndose exageradamente - ¿qué problema tendría yo con una chiquilla desconocida?
-Bueno, madre, no sé, pero tus comentarios son cada vez más despectivos al referirse de la señorita - la defendió James molesto
La emperatriz furiosa de que sus hijos defendieran a aquella chiquilina, salió de aquel salón a paso firme, más irritada que antes.
Por otro lado, en el palacio imperial, el emperador estaba trabajando con sus asuntos del imperio cuando su hombre de confianza llegó a él con un sobre en mano.
-¿Qué es esto? - preguntó el emperador mirando a su hombre de confianza
-Ahí está escrito el nombre de la persona dueño de esos aclamados negocios del imperio - explicó el hombre
El emperador abrió el sobre y lo tuvo que leer varias veces, ya que no estaba totalmente seguro de lo que estaba leyendo.
-¿Estás seguro? - preguntó asombrado
-Si, su majestad, lo hemos verificado varias veces, ¿qué desea que haga? - le pregunto el hombre
-Traiganmela, y a su padre también, ya que ella sigue siendo menor de edad - ordenó el emperador
Elizabeth se encontraba en el centro de una localidad muy pobre. Ella solía ir cada ciertos días a repartir comida y vestimenta a las personas que menos tenían, también ofrecía trabajo discretamente a mujeres viudas o separadas, que por lo general eran repudiadas por la sociedad. Ella las acogía, les daba trabajo en sus locales y les encontraba una vivienda digna.
Cuando ella estaba repartiendo comida para unos niños, unos guardias imperiales se posicionaron a cada lado de ella.
-Señorita Elizabeth Wilson, debe acompañarnos - ordenaron los guardias
La gente, al ver que se querían llevar a la señorita, que para ellos era su ángel guardias, no dudaron en interponerse.
-¡No la lleven, ella no hizo nada malo! - gritaba la gente, alejando a Elizabeth de los guardias
Los niños soltando sus platitos de comida, corrieron a jalar el vestido de Elizabeth para llevársela de allí y protegerla.
-No se asusten por favor - los tranquilizó Elizabeth a los niños que ya estaban llorando - no van a hacerme nada malo, solo quieren hablar conmigo, pero volveré mañana
-¿Lo prometes? - preguntó sollozando uno de los niños
-Lo prometo - lo abrazó ella, calmándolo
-No pasará nada, quédense tranquilos que ya mañana volveré con normalidad - tranquilizó Elizabeth a los más adultos.
Ellos entendiendo, le abrieron paso a los guardias, estos al ver cómo toda esa gente la protegía, decidieron tratarla con más cuidado y respeto.
Elizabeth fue voluntariamente con ellos, dejando a otra persona a cargo de la repartición de comida y ropas.
Al llegar al palacio, hicieron esperar a Elizabeth mientras le informaban al emperador de que la señorita había llegado, pero también le informaron sobre las obras de caridad que Elizabeth realizaba, de como las personas la protegían con amor, y como la señorita los trataba. Esto solo aumento el asombro del emperador hacia la joven.
Mientras Elizabeth esperaba, unos guardias también acompañaban a su padre ahí. Ella ya intuía de que se trataba, pero iba a ver cómo iban las cosas. Su padre quiso preguntar que era lo que sucedía, pero hubo tiempo, ya que el emperador los mandó a llamar a ambos.