Arianna Sterling es una joven con una apariencia destacada y un gran secreto: es la presidenta y heredera de un poderoso conglomerado familiar con lazos a la realeza. Según una tradición familiar, debe pasar varios años alejada de su familia y riquezas, viviendo como una persona común para demostrar su fortaleza. Durante este tiempo de anonimato, enfrenta enemigos ocultos que amenazan con destruir todo lo que le pertenece. A medida que se adapta a esta nueva vida, Arianna descubre que alejarse de la opulencia y el poder conlleva desafíos que pondrán a prueba su inteligencia y su corazón.
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EL ENCUENTRO DECISIVO
El bullicio del aniversario llenaba el centro comercial con una energía vibrante. Las marcas habían puesto lo mejor de sí, y todo el mundo parecía disfrutar del evento. Sin embargo, yo no podía evitar sentir una incomodidad constante. Sabía que Rebeca me estaba observando desde algún lugar, buscando cualquier razón para ponerme en evidencia. Mi trabajo como asesora comercial me exigía estar presente, pero mi mente estaba dividida entre la responsabilidad y la vigilancia constante que sentía de parte de ella.
Justo cuando intentaba escabullirme hacia una zona más tranquila para tomar un respiro, me encontré cara a cara con el Sr. Mondragón. Su presencia, como siempre, era imponente y su rostro serio se suavizó apenas al verme.
—Arianna, es un placer verte de nuevo —dijo con una leve sonrisa, aunque sus ojos mantenían esa mirada escrutadora que me hacía sentir como si él supiera más de lo que decía.
—Igualmente, Sr. Mondragón —respondí, tratando de mantener la compostura, aunque la inquietud comenzaba a crecer en mí. Algo en su mirada me hacía pensar que, de alguna manera, él sabía quién era yo realmente. No la simple "Arianna", asesora comercial, sino la Arianna Sterling, presidenta del Grupo Kingsley y heredera del conglomerado Sterling.
Él inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera midiendo mis palabras antes de hablar.
—Sabes, siempre me ha impresionado cómo manejas las cosas aquí —dijo en un tono casual, pero había una insinuación en su voz que no podía ignorar—. Tienes un toque... diferente. Es casi como si estuvieras destinada a algo más grande.
Mi corazón dio un vuelco. Sus palabras no parecían una simple observación. Era como si estuviera dejándome entrever que sabía más de lo que debía. ¿Había descubierto mi verdadera identidad? Traté de mantener la calma.
—Gracias, señor. Solo intento hacer bien mi trabajo —respondí, forzando una sonrisa que no alcanzaba a disimular mi incomodidad.
Antes de que pudiera pensar en una salida, vi que alguien más se acercaba. Era el presidente León Castelar, un viejo conocido en los negocios. Nos habíamos cruzado varias veces en eventos del sector empresarial, aunque nunca en público bajo mi fachada de asesora comercial. Esta vez, su expresión pasó de la sorpresa al reconocimiento, y supo inmediatamente quién era yo.
—¡Arianna! —exclamó con una sonrisa sincera—. No esperaba encontrarte aquí. Es un honor verte, aunque, debo admitir, me sorprendió tu puesto en esta tienda. ¿Qué te trae por aquí?
Por un momento, sentí que el suelo bajo mis pies se tambaleaba. No podía permitirme que Rebeca o Evelyn escucharan algo de esto. Mi doble vida dependía del más mínimo hilo de discreción. Miré alrededor rápidamente, y para mi horror, Rebeca estaba no muy lejos, con los ojos clavados en mí y una expresión sospechosa en su rostro. Sabía que no podía permitir que la conversación con León se extendiera.
—Presidente Castelar, es un placer verlo —dije, intentando sonar profesional mientras pensaba rápido en una salida—. Estoy aquí en un... proyecto especial. Algo temporal. Pero, por favor, déjeme contactarlo más tarde. Hoy es un día muy ocupado en la tienda y no quisiera que se me viera descuidando mis responsabilidades.
Él me miró con un gesto de comprensión, pero también de curiosidad. León no era alguien fácil de engañar.
—Por supuesto, Arianna —respondió, aunque claramente no convencido del todo—. Estaré esperando tu llamada.
Le sonreí de nuevo y asentí, tratando de moverme rápidamente antes de que Rebeca pudiera acercarse. Sentí la mirada inquisitiva del Sr. Mondragón aún sobre mí, como si estuviera intentando juntar las piezas de un rompecabezas del cual yo era parte. La tensión crecía con cada segundo.
Mientras me alejaba, noté cómo Rebeca fingía arreglar algunos productos cercanos, pero claramente había estado escuchando. Tenía que mantenerme alerta; cada palabra, cada gesto en este evento podía ser crucial. Sabía que la amenaza de ser descubierta estaba más cerca que nunca, pero no podía dejar que me atraparan.