Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 18: Crisis en el club
Brown llegó al club con Miranda, la cual sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras él la arrastraba hacia su habitación privada. Sin compasión, la arrojó sobre el sofá.
—¡Ahí te quedarás! —gruñó Brown, su voz impregnada de agresividad.
Miranda se sentó en el sillón, sintiendo la impotencia apoderarse de ella. Sabía que no había nada que pudiera hacer en ese momento; su mente corría tratando de encontrar una salida.
Mientras tanto, Oscar se acercaba al club con determinación. Sin embargo, el hombre que había sido golpeado por él antes comenzaba a recobrar la conciencia en el suelo frío. Con dolor punzante en cada movimiento, metió lentamente la mano en su traje y sacó un celular tembloroso. Marcó un número y esperó ansiosamente.
Mientras tanto, Brown sostenía una acalorada discusión con Miranda.
—¡Eres mía! ¿Por qué no puedes entenderlo? —exclamó Brown, su voz cargada de frustración.
—Si te quedas conmigo, ya no tendrás deudas. No tendrás que trabajar —continuó él, como si su propuesta fuera una bendición.
Miranda lo miraba con desprecio, sintiendo cómo la repulsión le subía por la garganta al ver los ojos del viejo Thomas Brown.
—Por favor, no sigas diciendo eso. Era amigo de mi padre. ¿Cómo te atreves? —respondió ella, su voz temblando entre la indignación y el dolor.
Justo en ese momento, la puerta se abrió bruscamente, interrumpiendo su tensa conversación. Jhon Bell entró con una expresión preocupada y urgente.
—¿Qué demonios pasa? —rugió Brown, girándose para enfrentar a Jhon con una mirada furiosa—. ¿Por qué interrumpes este momento crucial para mí?
—Disculpe, señor... Pero hay problemas más grandes que esto —Jhon respiró hondo—. Oscar se acerca al club.
La ceja de Brown se alzó en incredulidad; su expresión pasó rápidamente de enojo a asombro y preocupación. Miranda sintió un atisbo de esperanza al escuchar eso, pero optó por guardar silencio.
—¿Oscar viene para acá? —preguntó Brown, su voz ahora tensa.
—Así es, jefe. Recibí una llamada de uno de los hombres que mandamos a golpear a Oscar. Al parecer... logró vencerlos —respondió Jhon con seriedad.
—No puede ser —murmuró Brown, irritado—. No entiendo cómo les cuesta tanto acabar con un estúpido simio como Oscar.
Brown suspiró profundamente, dando unos pasos nerviosos como si buscara una solución en el aire.
—Escúchame, Jhon. Quiero que estén listos. Esta vez... no dejaremos que Oscar salga tan fácilmente. Le enseñaremos de una buena vez quién manda —dijo con determinación, su voz resonando en la habitación.
—Avisa a los demás que estén preparados para lo que pueda venir —ordenó Brown, su mirada fija y decidida.
Miranda escuchó cada palabra, sintiendo cómo una extraña sensación de inquietud se apoderaba de ella. "No lo va a lograr", repetía en su mente con creciente desesperación, imaginando a Oscar enfrentándose a la furia de Brown.
Mientras tanto, el club comenzaba a llenarse poco a poco con un murmullo animado; risas y música se entrelazaban en el aire, creando una atmósfera vibrante pero tensa. Las luces parpadeantes iluminaban las caras ansiosas y emocionadas de los asistentes, ajenos al peligro que se acercaba.
La noche no tardaría en caer, y con ella, el oscuro desenlace de esta historia parecía acercarse rápidamente.
Finalmente, Oscar llegó frente al club, sintiendo cómo la energía del lugar vibraba a su alrededor. Pero antes de cruzar la puerta, su celular sonó insistentemente, rompiendo el bullicio del ambiente.
Sacó su teléfono y atendió rápidamente; era su representante, David.
—Hola, Oscar. Recuerda que nuestro autobús sale a las 9:30 pm. ¿Ya tienes todo listo? —la voz de David sonaba tensa al otro lado.
Oscar miró la hora en su reloj: eran las 8:30 pm. La ansiedad le hizo un nudo en el estómago.
—No, aún no —confesó con un tono de preocupación que trató de ocultar.
—¿Qué? ¿Acaso estás loco? ¡Tienes que llegar antes! Recuerda eso —la voz de David se volvió urgente.
—¡Sí! Ya lo sé —exclamó Oscar, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a fluir en él—. Aún queda tiempo. No te preocupes, no voy a perderlo —aseguró, aunque una parte de él dudaba—. Cualquier cosa... Estaré en el club que tú mismo me recomendaste.
Colgó el teléfono sin perder más tiempo y dejó escapar un suspiro profundo, cuestionándose si realmente llegaría a tiempo para tomar su autobús.
Mientras tanto, David ya se encontraba en el punto de partida, mirando el reloj con creciente frustración.
—¿Qué le pasa ahora? Esta vez ya no podremos irnos si lo pierde —murmuró David para sí mismo, irritado por la falta de puntualidad de Oscar.
Oscar puso un pie adentro del club, sintiendo cómo la música vibraba a su alrededor y las luces parpadeaban en un espectáculo hipnótico. Apenas cruzó el umbral, las cámaras del lugar lo captaron instantáneamente, enviando su imagen a una pantalla en el cuarto de control de Brown.
Desde allí, Brown observaba cada movimiento con una mirada fría y calculadora. A su lado, Miranda se mantenía alerta, sus ojos fijos en la pantalla, analizando cada detalle.
Los hombres de Brown estaban distribuidos por el club, bates en mano, esperando el momento perfecto para actuar. La tensión era palpable; podían sentir que algo grande estaba a punto de suceder.
Oscar levantó la mirada, tratando de distinguir a Miranda o a Brown entre la multitud que bailaba y celebraba. Sin embargo, era como buscar una aguja en un pajar. Decidió avanzar un poco más hacia el interior.
En ese instante, Jhon Bell observó desde su posición estratégica y le hizo una seña a los hombres. Su rostro era una mezcla de determinación y malicia; era el momento de atacar a Oscar.
Oscar caminaba por el club, cuando sintió una presencia detrás de él. Un escalofrío recorrió su espalda; uno de los hombres de Brown se acercaba sigilosamente, bate en mano, listo para golpearlo.
El hombre lanzó un batacazo hacia su espalda, pero Oscar reaccionó con rapidez. Se giró en un movimiento ágil y detuvo el impacto con su brazo, sintiendo la vibración del golpe a través de su cuerpo. Sin perder tiempo, le propinó cuatro golpes rápidos en el rostro, cada uno resonando con fuerza, dejando al agresor caído en el suelo.
Sin embargo, antes de que pudiera relajarse, otro atacante apareció tras él. Oscar giró rápidamente y vio al hombre levantando su bate para un nuevo ataque. La adrenalina bombeaba en sus venas mientras se agachaba justo a tiempo, haciendo que el golpe fallara por poco.
Con un movimiento fluido, le metió una patada a sus pies, haciendo que cayera pesadamente al suelo. Una vez allí, Oscar no dudó y descargó un golpe en su rostro, dejándolo retorciéndose de dolor mientras la multitud comenzaba a murmurar.
Las miradas se volvían hacia él; algunos estaban asustados y otros atónitos ante la violencia repentina. En cuestión de segundos, las risas y bailes se transformaron en gritos nerviosos y pasos apresurados hacia la salida del club.
Entre la multitud que se precipitaba hacia la salida, Oscar buscaba desesperadamente a Miranda. Su corazón latía con fuerza, cada segundo sin encontrarla le hacía sentir un nudo en el estómago. Sin embargo, cuando finalmente se giró, no se dio cuenta del peligro inminente hasta que fue demasiado tarde.
Un golpe directo impactó su rostro, haciéndolo retroceder con una fuerza abrumadora. La visión se le nubló momentáneamente mientras tambaleaba hacia otro hombre de Brown que no dudó en aprovechar la oportunidad, lanzándole un segundo golpe que lo hizo caer de nuevo en la vorágine del club.
Con esfuerzo, Oscar logró reponerse y plantarse firmemente sobre sus pies, sintiendo cómo la sangre comenzaba a brotar de su labio partido. El ardor en su rostro era intenso, pero no tenía tiempo para lamentaciones; necesitaba concentrarse. Al mirar a su alrededor, vio a los dos hombres de Brown, uno empuñando un bate y el otro preparado para pelear con sus puños.
La tensión en el aire era palpable; sabía que debía actuar rápido. La música había quedado como un eco distante, ahogada por el ruido de los gritos y el caos que lo rodeaba.
Finalmente, Oscar estaba decidido a pelear, aunque sabía que era un injusto 2 contra 1. El hombre con el bate se acercó, y sus ojos destilaban desprecio mientras comenzaba a lanzar ataques rápidos y contundentes. Con una agilidad sorprendente, Oscar esquivó cada golpe, sintiendo la adrenalina bombear por sus venas. En un movimiento fluido, giró sobre sí mismo y le propinó un patadón directo en la cara al hombre del bate, haciéndolo tambalear hacia atrás hasta chocar con una columna de concreto.
Sin embargo, no tuvo tiempo para respirar. El otro hombre, que había estado esperando su oportunidad, se lanzó hacia él con puños alzados. Oscar esquivó los golpes con destreza y logró conectar un poderoso derechazo en el rostro del atacante. Con un segundo golpe, un izquierdazo contundente, hizo que el hombre de Brown escupiera sangre y cayera al suelo.
Pero el hombre con el bate no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente. De repente, sintió el impacto del bate contra su espalda; el dolor lo atravesó como una descarga eléctrica. Sin pensarlo dos veces, Oscar giró rápidamente y se cubrió justo a tiempo.
Con la rapidez de un rayo, lanzó una patada que hizo volar el bate por los aires. El hombre retrocedió ante la sorpresa del ataque.
Sin embargo, el otro hombre que había tumbado se puso de pie nuevamente, listo para seguir peleando. La situación se complicaba aún más cuando Jhon Bell apareció en escena, dispuesto a unirse al combate.
Ahora Oscar enfrentaba a tres hombres y sabía que no podía perder más tiempo. Su rostro reflejaba determinación y desafío mientras miraba a Jhon Bell.
—¡Vamos! Acabemos con él —gritó Jhon Bell.
Mientras Oscar se enfrentaba en una complicada pelea, Brown observaba desde su habitación con una tranquilidad inquietante, sus ojos fijos en las pantallas de las cámaras de seguridad. Deseaba con ansias que acabaran con Oscar, disfrutando del espectáculo como si fuera un juego cruel.
A su lado, Miranda miraba con preocupación. Su corazón latía con fuerza mientras deseaba fervientemente que Oscar pudiera vencer a sus oponentes.
Volviendo a la acción, uno de los hombres se acercó a golpear a Oscar, pero él bloqueó el ataque con un brazo y, con una explosión de energía, le metió una patada en el pecho. El hombre salió disparado, desapareciendo de la escena.
Sin embargo, no tuvo un respiro. El otro atacante se abalanzó sobre él y comenzaron a intercambiar golpes en una danza caótica de puños y patadas. En ese momento crítico, Jhon Bell aprovechó y le propinó una patada al estómago de Oscar, haciéndolo perder su guardia. El segundo hombre no tardó en aprovecharse también, lanzándole un golpe directo al rostro.
Oscar retrocedió, sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca mientras se ponía en guardia rápidamente. Sabía que tenía que acabar con ellos pronto; no podía dejarse llevar por el dolor. Sacudió la cabeza para despejarse, apretando los dientes con determinación.
Estaba decidido a salir victorioso de esta pelea.
Oscar corrió hacia el hombre y, en un movimiento acrobático, brincó para darle una patada. Sin embargo, el hombre logró esquivarlo ágilmente, desplazándose a un costado con una rapidez sorprendente. Pero Oscar fue aún más astuto; en el aire, cambió de pie y le propinó una patada con su otra pierna.
El golpe impactó directamente en el rostro del hombre, quien cayó al suelo, agarrándose la cara con una expresión de dolor. Oscar también aterrizó, pero se levantó rápidamente, sus ojos fijos y fríos en Jhon Bell, quien no dudó en acercarse.
Jhon lanzó una patada hacia él, pero Oscar la detuvo sin esfuerzo. Con un movimiento rápido, desató un potente derechazo que golpeó el rostro de Jhon. Luego, comenzó a golpear su estómago con una lluvia implacable de puños. El último golpe fue más fuerte que los anteriores; Jhon escupió sangre y se inclinó hacia adelante.
Sin pensarlo dos veces, Oscar le propinó un golpe directo al mentón, enviándolo volando hacia atrás. Jhon chocó contra una mesa de vidrio, que se rompió bajo su peso.
El estruendo del vidrio resonó en el club vacío mientras Jhon quedaba inconsciente entre los trozos brillantes. Oscar respiró hondo, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a disiparse.
Desde su habitación, Brown observaba con sorpresa y frustración.
—Ese miserable... logró escapar una vez más —murmuró molesto.
Mirando un teléfono cercano, lo tomó entre sus manos y suspiró antes de marcar un número. Después de hacer la llamada, abrió un cajón y sacó una pistola. Miranda quedó aterrorizada al ver el arma y su mente se llenó de preguntas sobre las intenciones oscuras de Brown.
Oscar revolvió sus brazos, intentando liberar la tensión acumulada en sus músculos agotados por los últimos días de frecuentes peleas. La adrenalina aún corría por sus venas cuando vio a otro hombre de Brown acercándose, esta vez armado con una pistola.
A una cierta distancia, el hombre comenzó a disparar. Sin dudarlo, Oscar se lanzó al suelo y se cubrió tras una columna robusta. Los disparos resonaron, fallando y estrellándose contra los vidrios de la pared, que estallaron en mil pedazos. Solo se escuchaba el ruido de los fragmentos cayendo al suelo como un eco de su inminente peligro.
Oscar sabía que estaba en una situación complicada; era más difícil de lo que podía imaginar. Miró a su alrededor, buscando una solución rápida y efectiva. Fue entonces cuando notó un bate tirado cerca de él, un rayo de esperanza en medio del caos.
Lo tomó entre sus manos con determinación; sabía que debía actuar antes de que fuera demasiado tarde. Respiró hondo en medio de la tensión creciente.
—Por favor, no me falles —murmuró para sí mismo mientras miraba el bate como si fuera su única salvación.
Se levantó del suelo y se asomó detrás de la columna lo suficiente como para lanzar el bate con todas sus fuerzas hacia el hombre armado.
El atacante reaccionó rápidamente; antes de que el bate pudiera impactarlo, soltó un disparo que resonó en el aire tenso del club. El bate golpeó al hombre en la cabeza con un sonido sordo, haciéndolo caer al suelo y soltando su arma.
Sin embargo, el disparo resultó ser certero; Oscar sintió una punzada aguda cuando la bala atravesó su hombro izquierdo. Un grito involuntario escapó de sus labios mientras la sangre comenzaba a brotar de la herida. Con su mano derecha presionó sobre la herida para detener el flujo sanguíneo, pero su brazo izquierdo quedó casi inmóvil, provocándole un dolor insoportable.
Mientras luchaba contra el dolor punzante y la creciente desesperación, Oscar sabía que debía mantenerse consciente y actuar rápido si quería sobrevivir.
Oscar caminó hacia el hombre, su mirada fija en el brazo izquierdo que colgaba inerte. El hombre, con una expresión de furia y determinación, se levantó lentamente, dispuesto a recuperar su arma.
Sin pensarlo dos veces, Oscar pateó el arma lejos de su alcance en el último segundo. El hombre casi logra alcanzarla, pero se encontró sentado en el suelo, mirando a Oscar con una mezcla de sorpresa y desafío. Sus ojos se encontraron; un instante cargado de tensión.
Oscar sintió cómo la adrenalina le recorría el cuerpo y, sin dudarlo, le propinó una patada en toda la cara. El impacto resonó como un golpe sordo en medio del caos, haciendo que el hombre cayera inconsciente.
Con un suspiro entrecortado por la batalla interna que libraba, Oscar se agachó y tomó el bate que había arrojado previamente. Miró a su alrededor con urgencia, buscando a Miranda entre el desorden. Pero solo veía caos: hombres de Brown tirados por doquier y vidrios rotos esparcidos como un campo de batalla.
La preocupación comenzó a apoderarse de él; su corazón latía con fuerza mientras pensaba en ella. ¿Dónde estaba? ¿Estaba bien? En ese momento, la lucha no solo era contra los hombres que lo rodeaban, sino también contra la creciente ansiedad que le producía no saber si Miranda estaba a salvo.
De repente, apareció Brown, arrastrando a Miranda con un brazo mientras con el otro sostenía una pistola, apuntando directamente hacia Oscar.
Oscar lo miró fijamente, el corazón latiéndole con fuerza; por fin había encontrado a Miranda, pero la situación era desesperante.
Miranda, aunque asustada, esbozó una pequeña sonrisa al verlo, una chispa de esperanza en medio del caos. Sin embargo, sabía que no era momento para alegrías; el peligro era palpable.
Brown, con una sonrisa sardónica en su rostro, apuntó a Oscar con el arma.
—Te saliste con la tuya —dijo, su voz cargada de desprecio—. Mira cómo quedó mi club. Pero no te preocupes; no saldrás de aquí sin pagar por ello.
—¡Miranda! —exclamó Oscar, la preocupación reflejada en sus ojos.
Brown forcejeaba para mantenerla firme; ella intentaba liberarse, luchando contra su agarre.
—No debes preocuparte por ella, Oscar —dijo Brown con desdén—. Mejor preocúpate por ti mismo. Tienes un brazo inmóvil; valora más tu vida.
Oscar lo miró con desagrado, su rabia burbujeando como lava a punto de estallar.
—¡Suéltala, infeliz! —gritó Oscar, su voz resonando en medio del caos.
—¿Qué? ¿Acaso vas a hacer algo si no quiero obedecerte? Eres un estúpido asesino. ¿Qué te hace creer que puedes hacer algo? Te sacrificaste por ella... Es una lástima por ti; estuviste tan cerca de salvarla.
—Eres un cobarde y repugnante —respondió Oscar entre dientes apretados—. ¡Te moleré a golpes, bastardo!
Cada palabra estaba cargada de rabia y desesperación, y el aire entre ellos se volvió denso con la inminente confrontación.
—¡Oscar, mejor vete! —dijo Miranda, apenas pudiendo hablar ante el agarre brutal de Brown—. ¡Brown llamó a la policía!
—¡Cierra la boca! —gruñó Brown, sacudiéndola bruscamente.
Oscar la miró con angustia; sabía lo que eso significaba, pero no estaba dispuesto a dar un paso atrás.
—¡No! No me iré de aquí —respondió Oscar con firmeza.
—No, no lo harás. Me encargaré de que te quedes aquí, donde perteneces... en la cárcel —dijo Brown con una sonrisa despectiva.
El aire era tan tenso que casi podía cortarse con un cuchillo; cualquier cosa podría pasar en ese instante crítico.
Miranda buscó desesperadamente una manera de liberarse y ayudar a Oscar. Entonces, en un acto impulsivo, mordió el dedo de Brown que estaba cerca de su boca.
Brown soltó un grito de dolor y la soltó por un momento, distraído por el ardor en su dedo.
Oscar vio su oportunidad; sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia Brown, tacleándolo con todas sus fuerzas. Pero antes de que pudiera alcanzarlo completamente, Brown disparó su arma.
El sonido del disparo resonó en el aire como un trueno; Oscar sintió el impacto agudo en su pierna derecha y soltó una mueca de dolor. Pero eso no importaba; debía aprovechar ese momento.
Finalmente, cayó sobre Brown, ambos hombres luchando por el control del arma que se deslizó lejos de ellos. Oscar comenzó a golpear a Brown con furia, cada golpe resonando como un eco sordo en el club. La sangre brotaba del rostro de Brown mientras intentaba zafarse bajo los golpes implacables de Oscar.
Miranda observaba horrorizada desde su posición, cubriéndose los ojos; la brutalidad del enfrentamiento era palpable y desgarradora.
De repente, Jhon Bell apareció tras Oscar, quien seguía golpeando brutalmente a Brown.
—¡Oscar! —gritó Jhon mientras se acercaba rápidamente—.
Sin previo aviso, Jhon reventó una silla en la espalda de Oscar. El impacto resonó en el aire y Oscar cayó al suelo, el dolor atravesando su cuerpo como un rayo.
Miranda quedó paralizada ante el acontecimiento, sus ojos abiertos como platos.
Jhon levantó rápidamente a Brown, cuyo rostro estaba cubierto de sangre y moretones. Sin dudarlo, le alcanzó el arma, y Brown la tomó con firmeza, aunque aún mareado por los golpes recibidos.
Oscar se puso boca arriba en el suelo, agarrándose la espalda con desesperación. Al escuchar el sonido metálico del arma lista para disparar, su corazón se detuvo por un instante.
Brown lo apuntaba firmemente, su respiración entrecortada.
—Creí que me iría de este mundo —dijo Brown, con un tono cargado de rabia—. Eres un salvaje. No te lo perdonaré. Te dejaré inmóvil tu otro brazo.
La mirada fría de Brown se centró en el hombro derecho de Oscar. Este ya no tenía fuerzas para moverse; su cuerpo estaba hecho trizas tras recibir dos balazos.
Oscar cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes mientras sentía la furia y la impotencia consumirlo. El mundo a su alrededor se desvanecía lentamente, dejando solo el eco del peligro inminente.
Miranda se abalanzó sobre Brown, sus ojos llenos de determinación.
—¡No lo hagas! —gritó, tratando de alcanzar su brazo.
—¡Quítate! —respondió Brown, molesto, mientras empujaba a Miranda con brusquedad.
Ella cayó hacia atrás pero no se rindió; su mirada se centró en Oscar una vez más. Brown volvió a mirar a su objetivo, su rostro retorcido por la ira.
—Esto es por todo lo que me has hecho —dijo Brown, sus dedos apretando lentamente el gatillo, cada segundo sintiéndose como una eternidad.
De repente, un disparo resonó en el aire como un trueno. Una bala atravesó a Brown directamente en el pecho. El impacto fue instantáneo; él soltó el arma y cayó desplomado al suelo.
Todos quedaron atónitos y confundidos, como si el tiempo se hubiera detenido. Oscar abrió los ojos lentamente y vio a Brown en el suelo, sin vida.
Su mirada se movió rápidamente por la habitación hasta que se detuvo en la entrada del club. Allí estaba David Jones, su representante, que había llegado justo a tiempo para salvar la situación. El humo salía del cañón de su arma mientras todos volvían la vista hacia él.
Al ver esto, Jhon Bell salió corriendo del lugar, buscando refugio en otro lado.
Oscar sintió un inmenso alivio; finalmente podía relajarse en el suelo sin ese peso abrumador sobre él. David caminó hacia él con preocupación en su rostro.
—Oscar... No puede ser amigo. Mira cómo estás —dijo David, agachándose para examinarlo—. ¿Qué hubiera pasado si no llegaba a tiempo?
—Gracias, David —respondió Oscar con voz apenas audible—. Te lo agradezco de verdad. No estaría aquí si no hubieras llegado.
Miranda se agachó rápidamente, tratando de ayudar a Oscar, pero su corazón latía con fuerza al ver su estado. David la observaba con atención.
—Ella debe ser la chica por la que tanto se complicó la vida Oscar —pensó David, sintiendo una mezcla de admiración y preocupación.
—Miranda... —dijo Oscar, haciendo sonidos de dolor—. Y... yo tengo que decirte que...
Justo en ese momento, fueron interrumpidos por el ruido de botas pesadas; la policía irrumpió en el club, sus voces firmes resonando en medio del caos mientras analizaban la situación.
—¡A un lado! ¡A un lado! —gritó un policía, empujando a Miranda y David lejos de Oscar.
El agente se agachó y levantó a Oscar bruscamente del suelo, causando que este sintiera cada músculo adolorido en su cuerpo.
—Oscar Cooper, queda detenido —anunció el policía, colocando las esposas alrededor de sus muñecas.
Miranda y David solo podían observar con impotencia. no podían interferir en ese momento crítico. Oscar miró a Miranda justo antes de ser llevado.
—Miranda, te quería decir que... —su voz se apagó con un sonido de dolor.
—¡Camina! —ordenó el policía con brusquedad.
Un nudo se formó en el estómago de Miranda. ¿Qué quería decirle Oscar? La duda y la frustración la invadieron; no había tenido tiempo ni oportunidad para agradecerle ni expresar lo que realmente sentía por él.
Finalmente, lo subieron a la patrulla mientras David intentaba consolarla, sabiendo cuánto significaba para ambos esta situación.
Después, David y Miranda dieron sus testimonios sobre lo ocurrido en el club. Mientras tanto, Oscar se sentía impotente dentro de la patrulla; su mente estaba llena de pensamientos sobre lo que había querido decirle a Miranda y cuán importante era para él.
La incertidumbre sobre su futuro pesaba como una losa sobre sus hombros. ¿Qué sería de él ahora que había sido capturado por la policía?
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔