Para Emma Blake, una joven decidida y de fuertes convicciones, casarse con un hombre como Nicholas Marshall, el imponente magnate empresarial, jamás estuvo en sus planes. Sin embargo, el destino y una jugada cruel del poder los ha unido en un acuerdo imposible de rechazar: un matrimonio por conveniencia que podría salvar la vida de su familia y las finanzas del imperio Marshall.
Nicholas es frío, calculador y tiene una reputación impecable en los negocios, pero detrás de su fachada de acero esconde secretos oscuros y una necesidad insaciable de control. Para él, este matrimonio no es más que un trato, una forma de proteger su legado familiar
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Capitulo 11
Nicholas observaba a Emma desde la distancia, sintiendo la presión de cada momento que pasaban separados. La tensión entre ellos era palpable, un hilo delicado que los mantenía conectados, pero al mismo tiempo, lo mantenía en un estado de constante inquietud. No podía dejar que la sombra de Bianca interfiriera en lo que tenía con Emma. Era hora de tomar el control.
Esa noche, después de una larga semana de silencios incómodos y miradas furtivas, decidió que era el momento perfecto para hacer un movimiento. Tenía un plan, y era uno que llevaría a Emma a un mundo que nunca había imaginado. Una seducción a fuego lento, una exploración de sus límites que la dejaría anhelando más.
Cuando entró en la habitación, encontró a Emma sentada en el sofá, sumida en un libro, su expresión tranquila pero distante. Esa imagen lo conmovió, y, por un instante, se preguntó si podría ser capaz de romper esa barrera que ella había construido a su alrededor. Se acercó sigilosamente, y cuando ella finalmente levantó la vista, él pudo ver un destello de sorpresa en sus ojos.
“¿Qué haces aquí?” preguntó, cerrando el libro de golpe, como si lo hubiera atrapado en un acto clandestino.
Nicholas sonrió, un gesto que prometía más de lo que parecía. “He planeado algo especial para nosotros esta noche.”
Emma frunció el ceño, la curiosidad compitiendo con la cautela. “¿Qué tipo de ‘algo especial’?”
“Confía en mí,” dijo él, extendiendo su mano hacia ella. “Ven conmigo.”
A pesar de la incertidumbre que aún la envolvía, algo en su tono la llevó a levantarse y seguirlo. Nicholas la guió a través del pasillo hasta la terraza, donde una suave brisa nocturna les dio la bienvenida. La luna brillaba sobre ellos, creando un ambiente íntimo y envolvente.
En la terraza, había preparado una mesa elegantemente dispuesta con velas parpadeantes y una bandeja de frutas frescas, quesos exquisitos y una botella de vino. “¿Te gusta?” preguntó, observando su reacción.
Emma se quedó sin palabras, sus ojos recorriendo la escena. “Es... hermoso,” murmuró, pero la incredulidad era evidente en su tono.
Nicholas sonrió, complacido. “Esta noche se trata de explorar, de dejar atrás las preocupaciones. Solo nosotros dos.”
Emma se acomodó en la silla mientras él servía el vino. “¿Qué tienes en mente, exactamente?” Su tono era cauteloso, pero también había un atisbo de emoción.
Nicholas se inclinó hacia ella, apoyando un codo en la mesa mientras la miraba fijamente. “Quiero que te sientas libre. Quiero que te permitas sentir todo lo que he estado esperando compartir contigo.”
Con esas palabras, comenzó a hablarle sobre sus deseos, sus fantasías, y cómo cada una de ellas giraba en torno a ella. La forma en que quería conocer cada rincón de su ser, tanto físico como emocional. Quería que se sintiera segura, deseada y, sobre todo, que se dejara llevar.
Mientras hablaba, se acercó un poco más, su voz suave y seductora. “Imagina que estamos solos en un lugar donde no hay nada más que el momento presente. Donde cada mirada, cada toque, es un lenguaje que solo nosotros entendemos.”
Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda, una mezcla de anticipación y nerviosismo. “¿Dónde está ese lugar?” preguntó, y aunque se esforzaba por sonar escéptica, la forma en que lo miraba revelaba su interés.
“Es un lugar que creamos juntos,” respondió él, su tono lleno de promesas. “Donde podemos romper las reglas, donde puedes dejar caer las defensas y dejarte llevar.”
Sin apartar la mirada de ella, se inclinó un poco más cerca, y el aire entre ellos se volvió denso con la posibilidad. Emma pudo sentir el calor de su cuerpo, la forma en que su cercanía la atraía con una fuerza que le resultaba irresistible.
Nicholas, notando su reacción, sonrió con confianza. “Comencemos despacio.” Se levantó y la invitó a unirse a él, llevándola a un rincón privado de la terraza, donde la luz de la luna creaba sombras suaves y envolventes.
Al llegar allí, se giró hacia ella, su mirada profunda y cargada de intenciones. “Quiero que me digas qué te excita, qué te hace sentir viva. Quiero que exploremos juntos esos límites, y te prometo que estaré aquí en cada paso.”
Emma tragó saliva, sintiendo una mezcla de miedo y deseo. “¿Y si no estoy lista?”
“Entonces lo haremos a tu ritmo,” le aseguró él, su voz suave y reconfortante. “Pero esta noche, quiero que te permitas sentir.”
Con esa invitación, Nicholas se acercó y, con un gesto delicado, acarició el rostro de Emma, su pulgar recorriendo su mejilla. Ella cerró los ojos por un momento, sintiendo la calidez de su toque, como si él estuviera desbloqueando algo profundo en su interior.
“Confía en mí, Emma,” susurró él, y la forma en que la miraba la hizo sentir vulnerable, expuesta pero también deseada. En ese instante, comprendió que estaba en la cúspide de algo nuevo, algo que la llevaría a explorar no solo su relación con Nicholas, sino también con ella misma.
Esa noche se convertiría en un punto de inflexión, una seducción a fuego lento que encendería la chispa entre ellos, desafiando todo lo que creía saber sobre el amor, la intimidad y su propio deseo. Y mientras el mundo se desvanecía a su alrededor, Nicholas la guiaría a descubrir los límites que jamás había imaginado que podría cruzar.
Nicholas se tomó un momento para observar a Emma, sintiendo cómo la tensión entre ellos se transformaba en algo palpable, casi electrizante. La forma en que sus ojos se iluminaban al mirar hacia la terraza, reflejando la luz de la luna, lo llenó de un renovado sentido de propósito. Quería que ella se sintiera especial, como si cada gesto y cada palabra fueran una invitación a un mundo que había estado esperando por ella.
“Vamos a jugar un juego,” propuso, su voz suave y cargada de sugestión. “Tú me dirás algo que te gustaría experimentar y yo te diré cómo podríamos hacerlo realidad. Sin juicios, solo exploración.”
Emma lo miró, sorprendida por la propuesta. “¿Un juego? ¿Así de simple?”
“Así de simple,” confirmó él, acercándose aún más, hasta que sus rostros estaban a solo unos centímetros de distancia. “Lo único que quiero es que te sientas cómoda y, al mismo tiempo, emocionada por lo que viene.”
Una chispa de desafío iluminó los ojos de Emma. “Está bien. Quiero que me lleves a un lugar que me haga sentir viva. Quiero sentir esa adrenalina que viene con lo prohibido.”
Nicholas sonrió, sintiendo que el juego se volvía aún más interesante. “Perfecto. Imagina que estamos en una fiesta privada, con luces parpadeantes y música suave. Todos están distraídos, pero nosotros somos los únicos que importamos. Podríamos perder la noción del tiempo mientras bailamos, pero yo te llevaré a un rincón oscuro y te susurraré al oído todo lo que me excita de ti.”
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Emma al visualizar la escena que él describía. “¿Y si alguien nos ve?”
“Ese es el punto,” respondió Nicholas, su tono lleno de complicidad. “La posibilidad de ser atrapados, de hacer algo prohibido, puede ser electrizante. Te haría sentir más viva que nunca.”
“Eso suena... intenso,” murmuró Emma, su voz entrecortada por la emoción. Se imaginó a sí misma bailando con él, su cuerpo pegado al de Nicholas mientras él susurraba secretos inconfesables en su oído.
“Solo es un juego,” repitió él, acercándose aún más, su aliento cálido acariciando la piel de su cuello. “Dime, Emma, ¿qué más deseas?”
Sin pensarlo dos veces, ella lo miró a los ojos. “Quiero... quiero que me toques de una manera que me haga sentir todo lo que tengo guardado.” Sus palabras fueron una revelación, un deseo que había permanecido oculto demasiado tiempo.
Nicholas sonrió, comprendiendo que había tocado un punto sensible en ella. “Como tú quieras,” dijo, acercándose para tomar su mano y llevarla hacia su pecho, donde el latido de su corazón resonaba fuerte y constante. “Siente esto. Siente cómo late mi corazón por ti.”
Emma dejó escapar un suspiro, sintiendo la fuerza de su pulso, como un recordatorio de que él estaba tan vivo como ella. “¿Y si no puedo manejarlo?” preguntó, un destello de inseguridad cruzando su rostro.
“Esa es la belleza de este viaje,” respondió él, su voz calmada y decidida. “Siempre puedes detenerte, pero lo que quiero es que empieces a descubrirte a ti misma. Cada toque, cada susurro, será una invitación a conocerte más.”
Nicholas se acercó aún más, sus labios casi tocando la piel de su cuello. “Y ahora, quiero que te dejes llevar. Ciérralos ojos y déjame guiarte.”
Emma obedeció, sintiendo cómo una mezcla de nervios y emoción la envolvía. Nicholas se inclinó lentamente, sus labios apenas rozando su piel. Ella sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, una oleada de sensaciones que la hizo temblar.
“Esto es solo el comienzo,” susurró él, sus palabras vibrando contra su piel. “ dejame demostrarte lo que significa sentir "
Con cada roce, cada susurro, Nicholas la llevo a explorar un mundo donde el deseo no tenía límites y dónde las inhibiciones se desvanecían con la brisa nocturna. Ella se entregó a la experiencia dejándose llevar por la seducción a fuego lento que el le había prometido.