Sombras De Seúl

El anillo de plata descansaba sobre la hierba húmeda, brillando débilmente bajo la luz del amanecer. Jiwoo sentía que el tiempo se detenía mientras miraba el objeto, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración.

Hyunwoo se agachó lentamente para recoger el anillo, pero Jiwoo lo detuvo, agarrando su muñeca.

—No lo toques.

—Si no lo hago, será peor —respondió él, con una calma que no coincidía con el miedo en sus ojos.

—¿Qué significa esto? —preguntó Jiwoo, buscando desesperadamente una respuesta que pudiera entender.

Hyunwoo suspiró, su mano aún suspendida en el aire.

—Es su manera de marcarme. Quiere asegurarse de que sé que está cerca... y que no puedo escapar.

Jiwoo lo soltó, sintiendo que su piel se enfriaba. Hyunwoo tomó el anillo y lo guardó en su bolsillo.

—Ven conmigo —dijo él, girándose hacia la casa.

De regreso en la sala, Hyunwoo se sentó frente a Jiwoo, con el rostro cargado de cansancio y algo más: una vulnerabilidad que ella nunca había visto antes.

—Quiero contarte algo —dijo él, rompiendo el silencio—. Algo que no le he dicho a nadie.

Jiwoo asintió, inclinándose hacia adelante, dispuesta a escuchar.

—Cuando era niño, antes de que tú llegaras al pueblo, ya había visto al Guwi. Fue en el bosque, justo como tú. Pero yo no estaba solo. Estaba con mi hermano mayor.

Jiwoo lo miró, sorprendida.

—¿Tenías un hermano?

Hyunwoo asintió, su voz bajando un poco.

—Se llamaba Seungho. Era cinco años mayor que yo. Un día, fuimos al bosque a buscar algo que habíamos perdido, un juguete viejo. Pero encontramos algo más.

Él hizo una pausa, su mirada perdida en algún punto distante.

—Lo vimos. La figura, el anillo, todo. Pero Seungho... él no tuvo tanta suerte como yo.

Jiwoo sintió un nudo en el estómago.

—¿Qué le pasó?

—Desapareció. —La voz de Hyunwoo se quebró ligeramente—. Nunca lo encontraron. Mi familia dijo que fue un accidente, que se perdió en el bosque. Pero yo sé la verdad. El Guwi lo tomó.

El silencio se instaló entre ellos. Jiwoo quiso decir algo, pero no encontró las palabras adecuadas.

—Desde entonces, supe que estaba marcado —continuó Hyunwoo—. Mi familia trató de protegerme, de mantenerme alejado del bosque. Pero no importa cuánto huyas. Siempre te encuentra.

Jiwoo lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza.

—¿Y qué tiene que ver esto conmigo?

Hyunwoo tardó en responder.

—No lo sé. Pero el hecho de que lo hayas visto significa que también estás en peligro.

La confesión de Hyunwoo dejó a Jiwoo más confundida y asustada que nunca, pero también sintió algo más: una extraña cercanía con él. Había algo en la forma en que hablaba, en la manera en que la miraba, que la hacía sentir que no estaba sola en esto.

Esa noche, después de horas de conversación, Jiwoo se quedó en la casa de los Hyun. Hyunwoo le ofreció el sofá, y aunque ella estaba agotada, no podía dormir. Su mente estaba llena de imágenes del bosque, del Guwi y del anillo de plata.

En la madrugada, escuchó pasos. Se levantó lentamente y encontró a Hyunwoo en la cocina, mirando por la ventana.

—No puedes dormir, ¿verdad? —preguntó Jiwoo, acercándose.

Él negó con la cabeza, sin apartar la vista del bosque.

—Siempre estoy esperando. Nunca sé cuándo volverá.

Jiwoo sintió un impulso inesperado y le puso una mano en el hombro.

—No estás solo en esto. Lo resolveremos juntos.

Hyunwoo se giró hacia ella, sorprendido. Por un momento, la distancia entre ellos desapareció, y ambos se miraron con una intensidad que ninguno entendía del todo.

—Gracias —murmuró él.

Al día siguiente, Hyunwoo y Jiwoo decidieron buscar más información sobre el Guwi y su influencia en el pueblo. Visitaron la biblioteca y hablaron con algunos ancianos, aunque la mayoría evitaba mencionar el tema.

Sin embargo, uno de los ancianos, el señor Kang, les contó una historia inquietante.

—El Guwi no solo toma a los individuos. Su presencia corrompe todo lo que toca. Dicen que aquellos que hacen tratos con él terminan perdiendo algo más que lo que ofrecieron. Sus mentes, sus almas... todo se desmorona con el tiempo.

Hyunwoo escuchó con el ceño fruncido, pero Jiwoo notó cómo apretaba los puños.

—¿Y cómo se detiene? —preguntó Hyunwoo.

El anciano lo miró con tristeza.

—Nadie lo sabe. El bosque guarda sus secretos, y nosotros solo somos intrusos.

Esa noche, Jiwoo y Hyunwoo se reunieron nuevamente en la casa.

—No podemos seguir esperando a que el Guwi venga a buscarnos —dijo Jiwoo, con determinación—. Si queremos respuestas, tenemos que ir a buscarlas.

—¿Quieres volver al bosque? —preguntó Hyunwoo, claramente reacio.

—Es la única manera —respondió Jiwoo.

Hyunwoo suspiró, sabiendo que tenía razón.

—Entonces iremos juntos. Pero esta vez, estaremos preparados.

Mientras planeaban su regreso al bosque, Jiwoo no podía ignorar la creciente conexión entre ellos. Había algo en Hyunwoo, en su lucha por protegerla, que la hacía sentirse segura a pesar del peligro. Y aunque no lo admitiera, sabía que él sentía lo mismo.