La historia explora el poder del amor y el arte como medios para enfrentar el dolor y la pérdida, destacando la importancia de aferrarse a aquellos que amamos en los momentos más oscuros.
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Capítulo 11: El Peso de la Verdad
El sol estaba comenzando a ponerse, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados cuando David y Lucas salieron del estudio. Habían pasado el día juntos, como solían hacer últimamente, y el tiempo parecía volar cada vez que estaban en compañía del otro. Sin embargo, esa tarde, mientras caminaban por las calles tranquilas de la ciudad, una sensación de tensión invisible parecía envolverlos. Había algo que ambos querían decir, pero ninguno se atrevía a dar el primer paso.
Mientras caminaban, David no podía dejar de pensar en lo que había sucedido la noche anterior. Lucas había dado un pequeño paso hacia él, admitiendo lo que sentía, y David había respondido de la misma manera. Pero ahora, a la luz del día, la realidad parecía más complicada. Había tantas cosas que aún no sabía sobre Lucas, tantas sombras en su pasado que no se habían revelado del todo. Y luego estaba su propia condición, la enfermedad que aún era una constante en su vida, un peso que llevaba consigo todos los días, a pesar de estar en tratamiento.
Llegaron a un pequeño parque, y sin necesidad de palabras, ambos se dirigieron hacia uno de los bancos vacíos. Se sentaron, el silencio entre ellos denso, cargado de cosas no dichas. David miró a Lucas de reojo, notando cómo el joven parecía estar perdido en sus pensamientos, su mirada fija en algún punto lejano.
“Lucas,” comenzó David finalmente, rompiendo el silencio. “Hay algo que necesito contarte… algo que he estado guardando, pero que no quiero que se interponga entre nosotros.”
Lucas se giró hacia él, con los ojos llenos de preocupación. “¿Qué sucede, David? Puedes decirme lo que sea.”
David tomó una respiración profunda, tratando de encontrar las palabras adecuadas. “No sé si te lo he mencionado antes, pero… estoy enfermo. Descubrí que tenía una enfermedad grave hace un tiempo, y desde entonces he estado en tratamiento. No es fácil para mí hablar de esto, porque… bueno, porque no sé qué va a pasar. Estoy mejorando, pero no hay garantías.”
Lucas lo miró fijamente, procesando lo que David acababa de decir. Hubo un largo silencio antes de que Lucas hablara, su voz era tranquila pero firme. “David, lo que sea que estés enfrentando, no me hace querer estar contigo menos. Todos llevamos cargas, y todos enfrentamos desafíos. El hecho de que estés luchando contra esta enfermedad solo demuestra lo fuerte que eres.”
David sintió que una oleada de alivio lo invadía, pero también una sombra de miedo. Sabía que las palabras de Lucas eran sinceras, pero también sabía que su enfermedad era un enemigo impredecible. “Gracias, Lucas. De verdad. Es solo que a veces siento que es injusto para los demás… que es injusto para ti. No quiero que te sientas obligado a quedarte conmigo por lo que estoy pasando.”
Lucas tomó la mano de David, apretándola con fuerza. “No se trata de obligación, David. Se trata de lo que siento por ti. No quiero que me alejes solo porque tienes miedo de lo que pueda pasar. Estoy aquí porque quiero estarlo, porque me importas. Y no dejaré que esto nos separe.”
David lo miró a los ojos, viendo la determinación en la mirada de Lucas. Era una sensación extraña, saber que alguien estaba dispuesto a quedarse a su lado a pesar de todo, a pesar del peligro que su enfermedad representaba. Pero en lugar de ahuyentar a Lucas, parecía unirlos aún más.
“Está bien,” dijo David finalmente, dejando que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro. “Solo necesitaba que supieras la verdad. No quiero que haya secretos entre nosotros.”
Lucas asintió, su expresión suavizándose. “Gracias por confiar en mí, David. Y si hay algo más que necesites compartir, siempre estaré aquí para escucharte.”
Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía del otro mientras el sol terminaba de ponerse, sumiendo el parque en una suave penumbra. Pero mientras la conversación sobre la enfermedad de David había aliviado parte de la tensión entre ellos, ambos sabían que aún quedaban cosas por decir.
“Hay algo más que necesito contarte, David,” dijo Lucas de repente, su voz temblando un poco. “Algo sobre mí… algo que he estado guardando.”
David sintió un nudo formarse en su estómago, pero asintió, dándole espacio para hablar. “Lo que sea, Lucas. Puedes decirme lo que quieras.”
Lucas apartó la mirada, luchando con las palabras que estaban a punto de salir. “Mi hermano… él no murió de manera natural. Se… se quitó la vida.”
David sintió que el aire se le escapaba del pecho. No esperaba eso, y de inmediato supo que esa revelación era solo una parte de la historia.
Lucas continuó, su voz quebrándose. “Él estaba pasando por muchas cosas… muchas que yo no sabía. Depresión, problemas que nunca compartió conmigo ni con nadie más. Y el día que lo encontré… fue el peor día de mi vida. Desde entonces, he llevado esta culpa conmigo, este peso de sentir que debí haber hecho algo, que debí haber visto las señales.”
David sintió una profunda empatía por Lucas. Sabía lo que era cargar con un dolor así, con una pérdida que no se podía entender del todo. “Lucas, lo siento mucho. No puedo imaginar lo difícil que ha sido para ti. Pero no puedes culparte por lo que pasó. A veces, las personas esconden su dolor tan bien que ni siquiera los más cercanos pueden verlo.”
Lucas asintió, pero las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. “Lo sé, pero eso no hace que sea más fácil. Desde su muerte, he sentido que estoy viviendo una vida a medias, como si nunca pudiera ser completamente feliz, porque siento que no lo merezco.”
David se movió más cerca de Lucas, envolviéndolo en un abrazo. “Lucas, mereces ser feliz. No importa lo que haya pasado en el pasado, lo que importa es cómo decides vivir tu vida ahora. Y si te permites ser feliz, si te permites amar y ser amado, entonces estarás honrando la memoria de tu hermano de la mejor manera posible.”
Lucas se dejó envolver por el abrazo de David, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Durante lo que pareció una eternidad, se quedaron así, sosteniéndose el uno al otro, encontrando consuelo en la presencia del otro. En ese momento, ambos entendieron que, aunque las sombras de sus pasados los perseguían, juntos podían encontrar la fuerza para seguir adelante.
Cuando finalmente se separaron, Lucas tomó la mano de David, entrelazando sus dedos una vez más. “Gracias, David. Por escucharme, por estar aquí. No sé qué haría sin ti.”
David sonrió, sintiendo una calidez en su pecho que no había sentido en mucho tiempo. “Estamos en esto juntos, Lucas. No tienes que enfrentarlo solo. Y yo tampoco.”
Se quedaron en el parque hasta que el cielo se oscureció por completo, hablando sobre sus miedos, sus esperanzas, y lo que el futuro podría depararles. A pesar de las sombras que los rodeaban, había una chispa de esperanza en el aire, una promesa de que, con el tiempo y con el apoyo del otro, podrían encontrar la paz y la felicidad que tanto anhelaban.