Al haber sufrido violencia durante toda su vida, Lola decidió terminar con su agresor, después de perder al bebé que venía en camino, gracias a una golpiza puesta por su esposo. Al intentar huir de la familia de su fallecido esposo, se encontró con una mujer extraña y le habló sobre un mundo diferente, donde ella podría vivir feliz y en paz. Lola decidió ir a ese mundo creyendo en la palabra de la extraña, sin embargo no debes creer todo lo que te dicen, nunca debemos confiar en simples extraños.
Un nuevo mundo, ¿Una nueva vida?
Quizás la persona que una vez existió en el mundo moderno, también dejó de existir en el mundo al que llegó. Lola ya no es la misma, ahora su personalidad dominante ha despertado.
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Trabajaremos juntos
—Señorita Brunet, el emperador la invitó a brindar por su triunfo— Sonet, se acercó a Sophia y la invitó amablemente
En ese momento, ella estaba muy feliz y claro que aceptó gustosa. La dirigieron hasta un salón pequeño y ahí estaba, el emperador, el marqués y también Sonet, que no solo era un amigo directo del emperador, sino que era su mano derecha.
—Será un placer hacer negocios con usted señorita Brunet— le entregaron una copa. —Espero que los malos recuerdos hayan quedado en el pasado— se forzó a sonreír
—Se a lo que se refiere, aún así no le puedo asegurar nada, soy alguien que no puede confiar en nadie. Usted demostró ser alguien indigno de mi confianza, pasará tiempo para que eso cambie— sonrió y dio un sorbo a su bebida.
—Por cierto, quiero presentarle al marqués Leroux, también ministro de guerra— casi de un jalón, acercó al marqués a Sophia
—Un placer marqués, mi nombre es Sophia Brunet— apenas si inclinó su cabeza
—El placer es todo mío mi lady, Noil Laroux, marqués del imperio. Cómo ya mencionó su majestad, soy el ministro de guerra y también primo de este hombre— intentó tomar la mano de Sophia
—Se quién es, usted fue el que dijo que podría ser una concubina para el emperador. Parece ser que me considera alguien de tan bajo estatus como para ser la segundona de una emperatriz— se mostraba molesta, se alejó del marqués
—No se enoje aún. Permita que le informe mi decisión— se reía bajo, el emperador. —El encargado de recibir y hacer cada uno de los pedidos, será el ministro de guerra, así que deberían llevarse bien— le daba un apapacho al marqués
—Negocios son negocios, espero que nuestra relación solo se base en eso.— Su enojo era evidente. —Majestad, le agradezco por la bebida, sin embargo debo irme, pues tengo trabajo que hacer— con una muy leve reverencia se despidió
—La hiciste enojar, supongo que es cosa de familia, hacer que esa mujer se enoje de verdad— se burlaba el emperador
—¿Cómo me gano su confianza?, esa joven de verdad me gusta— mostró su interés y le preguntaba a su primo
—No recomiendo que te mezcles con ella. Investigué sobre su pasado y la información que me dieron, fue muy explícita— su expresión cambió completamente, a una de desagrado. —Estuvo casada por tres años con un duque solo para sacarle dinero, además siempre ha sido fría y calculadora. Te lo digo primo, tu te mereces a una mujer pura, la joven Brunet, solo te traería problemas— intentando hacer que el marqués se resignara, le habló
—Es mi decisión, incluso siendo el emperador, no puedes decidir con quién me casaré— molesto salía del salón
—«Ya veremos primo, yo me encargaré de encontrar a alguien digna de ti». Sonet, investiga quienes son las señoritas más aptas para mí prometida y la que esté en segundo lugar, se volverá la prometida del marqués Laroux— sonreía.
A Eneko solo le importaba la felicidad de su primo, pues era la única familia que le quedaba, pero la realidad era que en su mente no podía imaginar a Sophia como prospecto romántico para el marqués, ya que muy en el fondo creía que era una mujer muy mala.
Por su parte Laroux corrió hasta la entrada del palacio para ver si alcanzaba a Sophia, pero su carruaje ya se había marchado, desde hacia un rato.
—Maldición, debo disculparme con ella— se regañaba así mismo
Sophia llegó a la mansión y se encerró en uno de los salones que adecuó para que fuese su centro de trabajo, ahí tenía que fabricar un total de seis mil espadas y escudos, además de armaduras. Así como pudo conseguir patrocinio, también sus responsabilidades aumentaron. Si antes no comía por estar haciendo su trabajo, ahora sería incluso imposible.
El marqués llegó a la mansión y pidió ver a la señorita de la casa, pero la respuesta que recibió fue simple. Sophia dijo que aún no era momento de entregar el pedido, por eso no lo recibiría, sin importarle si era grosera o no.
Pasaron días y Sophia no salía del salón en el que se había encerrado, por lo que los empleados se preocuparon, aunque tampoco querían ser regañados por su señorita, por lo que tomaron una decisión un poco drástica.
El marqués estuvo yendo diariamente a la mansión y esperaba que en algún momento, Sophia lo pudiera recibir, por eso en una de esas tardes, le pidieron a él que invitara a Sophia a dar un paseo, ya que tenía días que apenas si probaba bocado, no dormía y eso tenía a los empleados muy preocupados.
Por supuesto que Noil aceptó gustoso, fue entonces que lo dirigieron hasta el salón. Al entrar se encontraron con que Sophia se había desvanecido y estaba tirada en el suelo.
El marqués la cargó y la llevaron de inmediato a su habitación, en lo que llegaba el doctor, pues mandaron por él en ese mismo momento.
—Lady Brunet, ¿Por qué se excedió?— se veía preocupado por Sophia
—Traeré compresas tibias, espero que eso ayude— decía una de las sirvientas
—Que sean compresas frías, al parecer tiene fiebre— ordenó
Cómo lo pidió, pronto llevaron compresas frías y agua helada, lo único que querían era que Sophia se recuperara lo antes posible.
—¿Cuándo fue la última vez que vieron a la señorita Brunet consiente?— se veía molesto
—Nos disculpamos marqués.— Las sirvientas hacían una reverencia. —La señorita Brunet no nos permitía entrar a ese salón, así que la última vez fue anoche, cuando apenas si probó su cena. Además ella es la que se hace cargo de todo lo relacionado con su atención. Cocina para ella, limpia y lava para ella, no deja que nosotras le ayudemos. De verdad lo sentimos mucho, pero como incluso el emperador la reverenció, creímos que no debíamos hacerla enojar e insistir y llevarle la contraria— al borde de las lágrimas se lamentaban.
—Ya no importa, de ahora en adelante tendrán que cuidarla aunque ella no quiera— exigió.
Después de eso, el doctor llegó y reviso a Sophia, que lamentablemente si tenía una fiebre muy alta y también deshidratación extrema, pues al parecer, experimentó con magia de fuego. —Debe tomar estás cápsulas y deben hacer que beba tés con las hierbas que les voy a dejar, con esto estará mejor al amanecer— dejó lo que necesitarían y se retiró del lugar.
—Preparen todo, yo me quedaré está noche y me aseguraré que se tome todo— ordenó, muy seguro de si mismo.
Las mujeres hicieron lo que debían y no cuestionaron el hecho de que un hombre no debía pasar la noche con una mujer sin tener ningún tipo de relación amorosa.