Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
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Capítulo 19: El Corazón del Bosque
Erika, su hermano y Lyra avanzaron a través del denso bosque, la penumbra envolviendo sus pasos como una neblina inquietante. Los árboles se alzaban como gigantes silentes, sus ramas se entrelazaban, formando un techo que parecía absorber la luz del atardecer. Un silencio opresivo reinaba, interrumpido solo por el suave crujido de las hojas y el distante murmullo de un arroyo.
—El cristal se encuentra en el corazón del bosque, en un antiguo altar —explicó Lyra mientras guiaba al grupo—. Pero no será fácil llegar hasta allí. Las sombras acechan y se alimentan del miedo.
Erika sintió que el peso de sus palabras se hundía en su pecho. Había luchado contra sus propios demonios, pero ahora debía enfrentar algo aún más aterrador. Miró a su hermano, quien caminaba a su lado, con la determinación brillando en sus ojos. Él siempre había sido su refugio, y esa noche no sería diferente.
—¿Qué tipo de sombras? —preguntó su hermano, su voz firme, pero con un leve temblor que revelaba su inquietud.
Lyra se detuvo y se giró hacia ellos. Su mirada era seria, como si cada palabra que pronunciaría tuviera el peso de mil advertencias.
—Son ecos de lo que ha sucedido en este bosque. La desesperación de aquellos que perdieron su camino, de aquellos que fueron consumidos por el miedo. Se manifiestan en formas que pueden resultar familiares, pero retuercen lo que conoces. No os dejéis engañar.
Mientras avanzaban, el aire se volvía más frío, y una brisa helada atravesó el claro, como si el bosque mismo respirara con una respiración profunda y sombría. Erika se abrazó a sí misma, sintiendo cómo el miedo comenzaba a brotar nuevamente, como un antiguo enemigo que nunca se había ido del todo.
Después de unos minutos, llegaron a un claro donde la luz de la luna iluminaba un altar de piedra cubierto de musgo. En el centro, un cristal resplandecía con un brillo azul, pulsando suavemente como un corazón que latía en la oscuridad. La belleza del cristal era hipnótica, pero Erika sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que no podían confiar en su apariencia.
—El cristal es poderoso, pero también peligroso —advirtió Lyra—. Debemos estar preparados para lo que venga.
Justo en ese momento, el aire cambió. Un murmullo etéreo surgió de las sombras que rodeaban el claro, y figuras oscuras comenzaron a materializarse, danzando en la penumbra. Erika sintió que su corazón se aceleraba mientras reconocía los rostros que aparecían entre las sombras: personas que había amado y perdido, cada una atrapada en una mueca de sufrimiento y desesperación.
—¡No! —gritó, pero las sombras se acercaron, envolviéndola con su dolor.
Su hermano la sostuvo, intentando arrastrarla de vuelta, pero él también se vio atrapado por las figuras. Lyra se interpuso, levantando las manos para intentar disipar la oscuridad.
—¡Dejad de atormentarles! —gritó con toda su fuerza—. No pertenecéis aquí.
Las sombras vacilaron, pero no se disolvieron. En lugar de eso, comenzaron a hablar en un murmullo confuso, sus voces entrelazándose en una cacofonía de lamentos.
—Eres un eco, Erika. Nunca podrás escapar de lo que has perdido.
—Vuestra luz no es suficiente. ¡Rendiros!
Las palabras calaron hondo en el corazón de Erika, quien sintió cómo la desesperación se apoderaba de ella. Las figuras la miraban con ojos vacíos, y en un instante, recordó todas las veces que había fallado, todos los momentos de tristeza y desamor. Era como si la sombra de cada uno de sus fracasos hubiera cobrado vida, burlándose de ella.
—¡No! —gritó, sacudiendo la cabeza—. No soy solo un eco. Soy más fuerte que esto.
Lyra dio un paso al frente, enfocando su energía hacia el cristal. —Concentrémonos en la luz, en nuestra unión —instó, su voz firme a pesar del caos que los rodeaba—. Luchamos juntos.
Erika se unió a su hermano, sus manos entrelazadas mientras miraban el cristal. Con cada latido, sentían cómo la conexión entre ellos se fortalecía, una red de amor y determinación que brillaba a través de la oscuridad. Eran más que los ecos de su pasado; eran guerreros de la luz.
—Por todos los que hemos perdido —declaró su hermano, sus ojos brillando con fuego—. ¡Por la esperanza!
Con un grito unificado, enfocaron toda su energía hacia el cristal. La luz se intensificó, envolviendo a las sombras en un resplandor cegador. Las figuras comenzaron a desvanecerse, sus lamentos se convirtieron en gritos de liberación mientras se deshacían en una tormenta de luces brillantes.
Erika sintió cómo el poder del cristal fluía a través de ella, un torrente de energía que la llenaba de fuerza. Las sombras se desvanecieron completamente, y el claro se llenó de una calma abrumadora. Finalmente, el silencio reinó, y el cristal comenzó a vibrar, proyectando un haz de luz hacia el cielo.
Lyra respiró hondo, con una mezcla de asombro y gratitud en su mirada. —Lo habéis hecho. Pero aún no hemos terminado.
Erika se volvió hacia ella, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. —¿Qué más necesitamos hacer?
—Debemos sellar la oscuridad en el cristal, pero hay un precio que pagar. Aquellos que han sido liberados deben encontrar su camino en el más allá.
La tristeza se apoderó de Erika al escuchar esas palabras. A pesar de su lucha, sus seres queridos seguían atrapados entre las sombras, y ahora, al liberarlos, les estaban diciendo adiós.
—No podemos abandonarlos —protestó, su voz temblando.
—No es un abandono —respondió Lyra con suavidad—. Es una liberación. Ellos desean encontrar la paz, y tú les has dado la oportunidad de hacerlo.
Erika cerró los ojos, recordando a aquellos a quienes había amado. Comprendía que la lucha no era solo por ella, sino por la salvación de aquellos que habían sido consumidos por la oscuridad. Era un sacrificio que debía hacerse.
Con una profunda respiración, Erika tomó la mano de su hermano, y juntos se acercaron al cristal. La luz se intensificó a su alrededor, y mientras se acercaban, el aire se llenó de susurros: palabras de amor, agradecimiento y despedida.
—Os llevaremos con nosotros —dijo Erika, sintiendo cómo el peso de sus lágrimas comenzaba a deslizarse por sus mejillas—. Nunca os olvidaremos.
Con esa promesa resonando en su corazón, el cristal absorbió la luz y el eco de las almas liberadas. Con un estallido, se selló, dejando una luz brillante en el altar que iluminaba el bosque, una señal de que la oscuridad había sido contenida.
Al mirar a su alrededor, Erika sintió que el bosque cobraba vida, el aire se llenaba de un nuevo canto de aves, y la luz de la luna brillaba a través de los árboles. La batalla no había sido en vano; cada sacrificio, cada lucha había valido la pena.
Erika y su hermano, de la mano, miraron a Lyra, que sonrió con aprobación. Sabían que aunque el camino hacia la paz no estaba terminado, habían dado un paso importante.
—¿Ahora qué? —preguntó su hermano, con un brillo de esperanza en sus ojos.
—Ahora debemos proteger lo que hemos conseguido —respondió Lyra, su voz firme y llena de sabiduría—. La oscuridad siempre buscará regresar, pero con la luz que habéis creado, hay esperanza.
Erika asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad y el poder que llevaban dentro. A medida que avanzaban hacia el horizonte, sabían que la verdadera batalla había comenzado.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.