Los Ecos De Dorian O'Brien

Syra se encontraba sentada en las ramas de un antiguo árbol de limones en los jardines de la mansión O'Brien. Disfrutaba de la tranquilidad del lugar mientras se sumergía en las páginas de un libro, dejando que la historia la transportara a otro mundo.

De repente, un golpe en la cabeza la sacó de su ensimismamiento. Syra miró hacia arriba, confundida, solo para encontrarse con la mirada burlona de un chico rubio platinado. Sus ojos azules oscuros parecían brillar con diversión.

"¡Vaya, vaya! Parece que mi tiro fue bastante preciso", dijo el chico con una sonrisa arrogante.

Syra se levantó, frotándose la cabeza donde el limón la había golpeado. Miró al chico con indignación. "¿Quién te crees que eres? ¿Por qué me lanzaste un limón?"

El chico descendió ágilmente del árbol, mostrando su porte inglés y elegante. "Lo siento, señorita, no pude resistir la oportunidad de divertirme un poco. Mi nombre es Alexander Hastings, y me disculpo por el incidente".

Syra frunció el ceño, desconfiando de las disculpas del chico. "No me importa tu nombre. No tienes derecho a molestarme de esta manera".

Alexander se acercó a Syra, su sonrisa aún presente en su rostro. "Oh, pero señorita, no es tan común encontrar a alguien tan interesante en estos jardines. Me pareció divertido jugar un poco contigo".

Syra cruzó los brazos, mirando fijamente a Alexander. "No necesito tu diversión. Estoy aquí para disfrutar de mi tiempo a solas".

Alexander se rió, su risa resonando en el aire. "Oh, Syra, hay algo en ti que me atrae. Tal vez sea tu espíritu desafiante o tu determinación. Será interesante verte enfrentar los desafíos que te esperan".

Syra frunció el ceño, confundida por las palabras enigmáticas de Alexander. "¿Qué quieres decir con eso? ¿Quién eres y por qué te interesas tanto en mí?"

Alexander se encogió de hombros, su sonrisa transformándose en una expresión más seria. "Digamos que somos enemigos, Syra. Y estaré observando de cerca tus movimientos. No subestimes el poder de tus propias decisiones".

Con esas palabras, Alexander se dio la vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Syra con más preguntas que respuestas. Mientras lo veía desaparecer en la distancia, Syra se preguntó qué significaba todo esto y cómo afectaría su vida en el futuro.

Al día siguiente, Syra se encontraba disfrutando de su recreo en los jardines de la mansión O'Brien. Disfrutaba del sol y la brisa suave cuando de repente escuchó risas provenientes de cerca. Al voltear la cabeza, vio a los gemelos, Sean y Liam, junto con Alexander, riéndose entre ellos.

Syra frunció el ceño, sintiendo una sensación familiar de incomodidad al ver a Alexander allí. Sabía que no podía evitarlo, pero tampoco quería dejar que sus comentarios la afectaran.

Alexander se acercó a Syra con una sonrisa burlona en el rostro. "Oh, Syra, parece que el sol no hace ningún favor a tu cabello. ¿Has considerado un nuevo peinado?"

Syra apretó los puños, sintiendo la rabia crecer dentro de ella. "No tienes derecho a burlarte de mí, Alexander. ¿Por qué siempre tienes que ser tan desagradable?"

Los gemelos, Sean y Liam, se rieron, pensando que todo era solo una broma inofensiva. "Vamos, Syra, no te lo tomes tan en serio. Solo estamos jugando", dijo Sean.

Syra miró a los gemelos, sintiendo una mezcla de frustración y decepción. "No es solo una broma inofensiva para mí. No deberían permitir que Alexander me moleste de esta manera".

Liam se encogió de hombros, sin comprender del todo la situación. "Pero Syra, Alexander es nuestro amigo ahora. Solo estamos pasando un buen rato".

Syra suspiró, sintiéndose incomprendida. "No entienden cómo me siento. No es solo una broma para mí. Me duele y me hace sentir menospreciada".

Alexander solo se rió y se fue de allí para seguir jugando a la guerrillas con los gemelos.