Corazón De Piedra

...EVANS:...

La señorita Liliam aprovechó la importuna visita de mi hermano para escapar de mí, pero decidí dejarla ir antes de que Eidan sospechara algo. La torpeza de esa chiquilla me cabreaba, su forma descortés de hablarme y su falta de modalidades me enojaba demasiado pero también me interesaba.

Cuando entró, caminando de esa forma torpe, sonando esas zapatillas como si pesaran más que un yunque y tambaleándose como si llevara zancos quise reírme pero mantuve mi forma dura de ser.

Adelaida hizo un excelente trabajo con la imagen externa de la señorita, parecía otra con ese vestido y el cabello bien peinado, largo y ondulado de tono marrón. Su maquillaje le dió luz a su rostro, la transformación obviamente no fue completa pero ayudó a que luciera más mujer, más bonita. La señorita no me atraía pero no podía negar que había aumentando su belleza y que solo estaba descuidada.

Aún así se comportó impropio, se quitó las zapatillas sin que lo notara y no le importó en lo más mínimo agacharse y meterse bajo la mesa para agarrarlas, se las colocó grotescamente y luego fingió cortesía.

Sin duda esa comportamiento era gracias a la libertad que su padre le había otorgado, ya comprendía porque era así. En un mundo tan reservado y restringido para las mujeres ella era anormal y no iba tardar en llamar la atención en el palacio si permanecía comportándose como una yegua sin riendas. Me gustaba la idea de que saliera de lo acostumbrado pero eso le había quitado la atención de los chicos.

Eso no era de mi importancia, no iba involucrarme en ningún aspecto con la señorita pero aprovecharía su estadía aquí para corregirla y mostrarle otro mundo a parte de los campos.

La señorita era muy joven, yo prefería a las mujeres mayores y favorecidas de apariencia.

— ¿ En dónde encontraste a esa señorita? — Preguntó Eidan, sacándome de mis pensamientos mientras ella desaparecía del comedor.

— Es hija de uno de los campesinos deudores, me gustó y decidí que sería mi prometida — Mantuve una expresión indiferente.

Frunció el ceño.

— ¿ Asesinaste a su padre ?

— No, le perdone la vida.

— ¿ No la habrás tomado como pago a esa deuda antigua? — Preguntó con insinuación.

— No, necesito descendientes y que mejor que una señorita en plena edad casadera para que me los dé.

Eidan volvió a observar hacia la dirección por dónde se había ido la chica.

— Si, es cierto que es muy joven, creo que le doblas la edad anciano — Dijo burlón y lo fulmine con la mirada.

— Exageraciones tuyas.

La señorita solo tenía veinte y yo treinta y seis.

— ¿ Por qué no elegiste a una señorita de sangre azul ? — Preguntó curioso.

— La lista de señoritas es larga, me iba tomar demasiado tiempo decidirme así que aproveché la situación y la elegí, además sabes muy bien que tú y yo no tenemos sangre de Asgarria.

Eso era lo único que tenía en común con la señorita Liliam, ambos fuimos adoptados por parejas con infertilidad pero yo toqué con suerte de que mis padres fuesen los reyes de Adalania.

Me encogí de hombros, sonrió mientras me palmeaba el hombro.

— Obviamente no se resistió, déjame decirte que fue una buena elección, es muy linda.

Si la fuera visto como llegó no hubiera ni reparado en su presencia.

— Todo lo que lleve falda te parece lindo — Dije y fingió sentirse ofendido.

— Está vez estoy siendo sincero, la señorita es preciosa, tanto así que pretendía cortejarla — Dijo y le di una de mis miradas, se rió nervioso — Eso antes de saber que es tu prometida.

— Siempre debes mantener distancia entre mi prometida y tú, si me llego a enterar de que la has seducido voy a olvidar que eres mi hermano — Amenacé y palideció.

— Descuida, no le haré nada a mi cuñada.

...****************...

La amenaza no era necesaria pero tenía que hacerle entender a mi hermano que lo del compromiso iba en serio, obviamente para que no sospechara. Nadie podía acercarse a la señorita Liliam y ni ella podía fijar su atención en otro hombre, era una pena pero para que la mentira fuera creíble era necesario que no se acercara a ningún hombre del palacio y yo debía fingir celos.

Después de mi agradable conversación con Eidan fui a poner orden al estudio y me puse a organizar los papeles desordenados.

El General Itans Dely estaba sentado frente a mí escritorio, lo había mandado a llamar para poner en orden sus obligaciones en el palacio y organizar a sus hombres, ya que por el viaje se cambiaron los horarios y las obligaciones de cada soldado.

También le había llamado para darle una nueva misión, no me quedaría confiando a ciegas en el Señor Cuper.

Interrumpió mis órdenes para sacar a relucir a la señorita Liliam.

— Majestad, ¿ La señorita que asesinó al soldado...

— ¿ Qué sucede con ella ? — Preguntó y apretó su mandíbula.

— ¿ En serio no hará nada para castigarla ?

— Estaba en su derecho de acabar con ese infeliz, de saber que tenía esa clase de basura en el ejército hubiese hecho lo mismo, de ahora en adelante quiero que se les advierta a los soldados de que todo comportamiento inapropiado e inhumano con mis subditos será penado con la muerte.

Asintió varias veces con la cabeza — Me parece una excelente decisión... ¿ La señorita es...

Tantas preguntas me estaban irritando.

— La señorita es mi prometida, así que deje de pronunciarla.

Se estremeció— Lo siento, majestad... No volverá a suceder... Quería decirle que afortunadamente el soldado asesinado no tiene familia, así que no tendrá que dar una explicación, ni tampoco una indemnización.

— Gracias al Creador que nadie llorara la muerte de ese infeliz.

Odiaba los abusos, sobre todo porque esa fue la razón por la que terminé en un orfanato a solo unos cinco días de haber nacido. Lo único que se sabía de mi madre era una nota donde explicaba que no quería a un hijo producto de una violación y que por eso había decidido abandonarme. Tal vez al verme veía al desgraciado que abusó de ella ¿ Cómo sería el rostro de mi madre ? ¿ Cómo sería el desgraciado que le hizo eso ? El pensar en la posibilidad de que ese hombre tuviera mi rostro me daba repulsión.

— ¿ Ya puedo retirarme ? — Preguntó.

— Tengo una misión para usted — Dije mientras me acomodaba las gafas de lectura sobre la nariz.

El General se tornó erguido.

— ¿ En qué puedo servirle majestad? — Preguntó y sonreí, Itans Dely era uno de mis mejores hombres a parte de mi espía, confiaba en él, era excelente en el trabajo, era discreto, obediente y mataba sin rechistar si yo le ordenaba hacerlo.

Me recliné contra el espaldar de la silla.

— Le presté una suma elevaba al Señor Cuper para que organizara su hacienda de nuevo, envié a mi mensajero personal con la cantidad después de llegar al palacio, supongo que ya tendrá el oro en sus manos... No confío en ese campesino, quiero que usted se dirija a la hacienda y supervise sus avances, me mantenga al tanto y sobre todo que esté alerta por si ese idiota planea engañarme.

Asintió con la cabeza — Sus deseos son órdenes Majestad ¿ Cuándo debo partir ?

—En una semana, de ese modo usted podrá descansar del duro viaje y para que el Señor Cuper organice su desorden.

Sabía que Itans nunca se atrevería a objetar sobre mis decisiones y si se hacía preguntas jamás lo haría en voz alta. Conocía muy bien lo que se le hacía a los traidores.

— Muy bien.

— Ya puede...

La puerta se abrió y ambos dirigimos nuestras miradas al idiota que se atrevió a interrumpir, al parecer no sabía usar el puño para tocar la puerta.

— Evans... — La Duquesa Anabella avanzó pero al percatarse de que tenía compañía se detuvo en seco y corrigió su manera de llamarme, haciendo una reverencia — Disculpe, majestad.

El General Itans observó hacia la duquesa y se tensó. Fruncí el ceño cuando se levantó apresuradamente, con nerviosismo pero obviamente no me sorprendió su actitud, ya que yo ya me había percatado de que el primero al mando de mi ejército estaba enamorado de mi amante.

Anabella no reparó en su presencia o fingió no hacerlo. Mantuvo su mirada en mí mientras se acercaba al escritorio.

— Ya puede retirarse General, confío en que hará un excelente trabajo — Dije para cortar el silencio incómodo.

— Si, majestad — Hizo una reverencia pero aún estaba desconcertado, observó a la duquesa y volvió a inclinarse — Con permiso.

Se marchó después de eso.

Anabella se pavoneo hasta rodear mi escritorio y se sentó al borde de él.

— ¿ Cuándo llegaste ? — Preguntó.

— Ésta tarde — Dije mientras volvía mi atención a los a papeles.

— ¿ Por qué no me buscaste ?

— Sabes muy bien que no podemos andar por ahí de forma evidente, nuestra relación es un secreto.

Se reclinó más cerca.

— Siempre te ha gustado tentar al peligro y a mí también.

— Estoy ocupado ahora, tengo un desorden que arreglar, como siempre Eidan no se ocupó de ello en mi ausencia.

Me froté la sien.

— Lo que necesitas es que te haga el amor — Dijo con voz jadeante.

Se sentó en mi regazo y empezó a tocar mi rostro mientras me quitaba las gafas y las dejaba sobre el escritorio.

— Anabella, estoy ocupado.

Besó mi mandíbula, recorriendo lentamente hasta mi boca. Me mordió el labio inferior y luego succionó, sentí como mi miembro se endurecía, se percató y empezó a mover su trasero en mi dureza.

— Te extrañé tanto, estuviste tanto tiempo afuera — Dijo mientras me besaba, respondo tomándola de las caderas.

Rompí el beso, apartando sus manos de mi cabello.

— Estoy agotado por el viaje.

Frunció el ceño.

— ¿ Es por esa prometida que apareció contigo? Creí que era un rumor de sirvientes chismosos.

— No, no es por ella, pero sí, decidí comprometerme — Dije, ni a mí amante iba contarle la verdad.

Hizo una mueca de celos que no le correspondía hacerme — Entonces tu y yo...

Acaricié su mejilla.

— Tú y yo seguiremos siendo amantes, no voy a comprometerme por amor, ni por deseo... Solo lo hago para tener descendencia — Dije mientras le besaba el cuello — Aún no me canso de tí.

Soltó un gemido.

— Sí, por favor no me abandones.

— ¿ Podrías hacerme un favor ? — Pregunté.

— ¿ Qué cosa ?

— Necesito que le des lecciones de etiqueta a mi prometida, estaré muy ocupado y no podré ver cómo se comporta — Se levanta exaltada.

— Por supuesto que no — Gruñe enojada.

Me levanté y la abracé desde atrás.

— Si quieres que nuestra aventura siga debes darle lecciones — Murmuré contra su oído mientras recorría mis manos por su cuerpo, las detuve en sus senos y se le cortó la respiración.

— ¿ A caso es una niña ? ¿ Por qué debo hacerlo ?

— Lo verás por ti misma, porque de esa forma nadie sospecharía de que tú eres amante, serviría para encubrir.

— Está bien, pero no me pidas que me haga amiga de tu prometida.

Se giró y rodeó mis hombros.

— Descuida, ahora debemos seguir, encendiste la llama ahora debes apagarla.

Atrapé su boca mientras tocaba su boca.

La imagen de la Señorita Liliam llegó sin invitación a mi mente, comiendo de esa forma tan mal educada y vulgar ante mi presencia. Pero se disipó cuando coloqué mi amante sobre el escritorio y empecé desnudarla.

Me bajé los pantalones cuando estuvo lo suficientemente encendida en placer por mis caricias y me adentré en su interior.