Yohei huye de su país y del aplastante peso de su familia, sin saber que allí encontraría a alguien a quien amar, pero aquello de lo que escapa lo terminará encontrando.
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Capítulo 9
Reece
Soy un bastardo.
Soy un completo bastardo que se siente atraído a mi compañero de cuarto, cuando se supone que no debería sentir deseo por nadie que no sea Julieta. Y sin embargo, no puedo evitar querer tocar a Yohei, querer sostenerlo, querer ponerlo nervioso, querer jugar con él y que sea yo lo único en su mente.
He estado constantemente caliente estas dos últimas semanas, tanto que es un milagro que nadie lo haya notado y haya llamado a la policía. Este estado en que deseo tener a Yohei ha continuado desde que lo vi desnudo y sentí su aroma. Todo se intensificó mucho más cuando a propósito lo hice sentar entre mis piernas, sintiendo su pequeño cuerpo contra el mío. Y el último clavo en mi ataúd, fue confirmar de él mismo lo que ya sospechaba, que es el que quiere estar abajo y el hecho de saber que nadie nunca ha estado dentro de él, hace que quiera tener ese cuerpo para mí.
Mierda. Pienso, cuando veo a Yohei en la biblioteca, en uno de los pasillos vacios, leyendo algunos títulos. Sé que tengo novia y la quiero, pero últimamente no hago más que desearlo a él, sabiendo lo mal que está, pero sin poder detenerme.
Miro alrededor, pero no hay nadie cerca, así que me acerco a su espalda, tanto que no queda espacio entre nosotros.
-¿Qué buscas?- pregunto, él salta, pero no se aleja de mi contacto y eso me hace querer presionarlo contra la estantería y morder su cuello vulnerable.
-Un libro de referencias- dice, mirándome por sobre su hombro.
-¿Necesitas ayuda?- pregunto, estirando mis brazos hacia delante, para tomar el libro que está tocando con su mano, rodeándolo. Él se apoya en mi pecho y me da una mirada entrecerrada, que hace que mi erección se levante inevitablemente, aunque es un pésimo lugar.
-¿Me ayudarás?- pregunta.
-Si es que puedo- respondo. Él sonríe tímidamente, desviando su mirada y se ve tan lindo, que no puedo evitar restregar un par de veces mi delantera contra él. Dejo salir un pequeño sonido de lo bien que se siente e imagino lo que se sentirá enterrarme dentro de él. –Quizá el que necesita ayuda soy yo, no tú- digo, mirándolo a los ojos con todo el deseo reprimido que tengo y alejándome un momento después.
Voy a un pasillo vacío y me quedo allí, hasta que me calmo. Salgo cuando ya estoy bien y decido que estoy cerca de mi límite, que si no puedo descargar mi lujuria pronto, le haré algo al lindo y pequeño Yohei.
Le mando un mensaje a Julieta para que quedemos, sabiendo que no puedo continuar haciendo estas cosas y afortunadamente ella acepta juntarnos esta noche.
El día pasa lentamente, mientras espero que llegue la hora acordada por Julieta y por supuesto, cuando llega y me subo a su auto, me lleva al hotel en el que acostumbramos juntarnos a tener sexo, pero a diferencia de las veces anteriores, en que quiero ir a otro lugar y quiero hablar de lo que hemos vivido últimamente, ahora estoy tan ansioso por llegar al hotel como la primera vez que la conocí y me vi deslumbrado por esa elegante mujer mayor.
Así que apenas abre la puerta, ya estoy besándola y tocándola, desesperado por quemar toda esta lujuria que me tiene haciendo tonterías.
-Parece que me extrañaste- dice Julieta, sonando satisfecha y por alguna razón que no entiendo, me molesta su voz y quiero que se quede en silencio.
-Un poco- digo simplemente, aunque ni siquiera ha estado mucho en mi mente.
Saco su ropa y la mía le sigue rápidamente, luego la beso cuando veo que está por decir algo más, callándola. Soy un poco más brusco de lo que soy normalmente, ya que generalmente quiero que ella disfrute, pero esta vez quiero egoístamente mi placer, más que el suyo. Me salto la mayoría del juego previo y me pongo un condón, pensando en penetrarla pronto, pero a ella no parece importarle y me ruega que me apresure. Estoy listo y sobre ella, cuando algo en esto me molesta. Así que sin pensarlo mucho, le doy la vuelta para que quede boca abajo y cuando lo está, la penetro rápido y por fin se siente bien.
Me muevo y tengo sexo con ella brusca y rápidamente y entre más grita y gime ella, más brusco soy. Me corro y cuando ella quiere darse la vuelta, se lo impido con una mano, mientras que con la otra me saco el condón usado y alcanzo uno nuevo.
Esa noche la insaciable Julieta, se cansó primero por primera vez y aunque tuvimos mucho sexo, siempre lo hice con ella de espaldas o con la luz apagada, porque había algo que definitivamente me molestaba, aunque no sabía que era. A la mañana siguiente, aunque durante la noche me corrí varias veces, estaba insatisfecho.
Julieta se fue primero y yo volví a la residencia después de bañarme. Cuando llegué, Yohei aún dormía y cuando vi su cara relajada, no pude detenerme de acariciar suavemente su mejilla.
Es tan indefenso.
Lo dejo dormir y también me voy a dormir por un rato, decidiendo que la noche que pasé con Julieta, debe haber acabado con mi irracional deseo por Yohei.
Por supuesto, no fue así.