Sipnosis
En la cosmopolita ciudad de Busan, tres vidas se entrelazan en un inesperado triángulo de emociones. Joon-Ho, un humilde maestro de matemáticas, lucha por equilibrar su pasión por la enseñanza con las limitaciones de su origen. Durante una conferencia, su vida da un vuelco al conocer a Han Soo-Yeon, una encantadora profesora de arte y dueña de una acogedora biblioteca. La conexión entre ellos es instantánea, aunque sus mundos parecen demasiado lejanos para unirse.
Mientras Joon-Ho intenta conquistar el corazón de Soo-Yeon, no se percata de los sentimientos de Mi-Ra, una de sus estudiantes, hija de una familia adinerada y atrapada en un amor no correspondido por su maestro. Desde hace meses, Mi-Ra guarda en secreto lo que siente, pero la creciente cercanía entre Joon-Ho y Soo-Yeon pone a prueba su paciencia y valentía.
Entre las lecciones de la vida y las barreras que impone la sociedad, "Oh, ¡Maestro! Quiéreme" explora los conflictos del amor prohibido, las
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Cambio de apariencia.
Joon-Ho al siguiente día pensó en una forma para pasar desapercibido en el festival. Todos saben que tiene el pelo rubio,, pero ese día decidió cambiarse el color de pelo. Esperaría terminar sus clases para hacer el cambio.
Esa tarde él iba a otra clase cuando Mi-Ra lo intercepta.
—Oppa, que bueno que te encuentro.
—¿Qué quieres Mi-Ra?
Ella le pasa un sobre con dinero.
—Cómprate algo lindo y tradicional para mañana—le pone el sobre en sus manos. Antes de que pudiera responder, Soo-Yeon apareció, saludándolo con una sonrisa.
—Hola buenas tardes ¿Cómo están? —preguntó, mirando de reojo a Mi-Ra.
—Hola. Que sorpresa—responde Joon-Ho.
—Hola, maestra—responde Mi-Ra.
— Terminé mi clase de educación fisica. ¿Ibas a tu segunda clase del día? ¿pasa algo?
—Sí, claro. Digo, no pasa nada, Mi-Ra solo me estaba preguntando sobre la clase —mintió rápidamente.
—Ah, perfecto. —Soo-Yeon lo tomó del brazo, alejándolo.
—Ya me tengo que ir, gracias maestro por su guía.
Mientras se iban, Mi-Ra le envió un último mensaje:
"Esto se pondrá interesante, oppa. No faltes al festival."
Joon-Ho sabía que la noche del Festival de las Luces marcaría un antes y un después. ¿Podría realmente mantener todo bajo control?
Soo-Yeon se encontraba frente al espejo del baño de mujeres de la universidad, ajustando un poco su maquillaje mientras escuchaba el murmullo de las chicas que conversaban en los cubículos cercanos. Entró a uno de los cubículos al ver qué lo desocuparon.
—Hola maestra—dijo una y salió.
No era raro que estuviera ahí, sola, buscando un respiro entre las clases y las presiones de su vida. Sin embargo, ese día algo estaba en el aire. Algo le molestaba. Esperaba que Joon-Ho la invitara al festival durante toda la semana, pero no podía evitar que un sentimiento de incomodidad la invadiera al pensar en cómo todo podría salir mal ¿debía ella invitarlo?. Joon-Ho aún no había respondido de manera firme a sus avances, y eso la frustraba.
De repente, la puerta del baño se abrió, y unas estudiantes, Eun-Ji, junto a Mi-Ra entraron al baño con su usual aire despreocupado de niñas ricas.
—¡Mi-Ra! —dijo Eun-Ji con entusiasmo mientras se acercaba al tocador, observando a su amiga con curiosidad—. ¿Cómo va todo con ese maestro del que tanto hablas? El que te trae tan confundida, ¿recuerdas?
Mi-Ra la miró a través del espejo y, sin perder la compostura, le respondió con un tono frío.
—No es de tu incumbencia, Eun-Ji —dijo, volviendo a retocar su lápiz labial con calma.
Eun-Ji frunció el ceño y dio unos pasos hacia ella, con un brillo de preocupación en sus ojos.
—Mi-Ra, no tienes que ser tan distante. Yo solo quiero saber cómo te va, tú sabes que te apoyo en todo lo que decidas hacer. El es lindo pero me enteré que tiene novia, talvez si te ayudo pueda ser tuyo. Solo debes recompensarme.
Mi-Ra suspiró, girándose un poco para mirarla con una sonrisa que no alcanzaba a tocar sus ojos.
—Te lo dije, Eun-Ji, no es nada de qué preocuparse. A veces las cosas son más complicadas de lo que parecen, pero nada que no pueda manejar. Además, tú sabes lo que quiero. No estoy buscando una relación de cuento de hadas. Solo... algo que me haga sentir bien.
Eun-Ji la miró detenidamente, como si estuviera evaluando algo en su interior. Luego, al ver el aire de determinación en el rostro de Mi-Ra, no pudo evitar seguir preguntando.
—Es solo que... bueno, los rumores en la universidad están comenzando a crecer. Las chicas hablan, Mi-Ra. Si no lo manejas bien, podrías terminar atrapada en algo que no puedes controlar. Ese chico, amigo tuyo está enamorado de ti, y si se entera que te gusta el maestro te pondrá en las cuatro esquinas, y eso puede hacer que las cosas se compliquen, ¿no lo entiendes?
Mi-Ra dejó escapar una risa suave, casi burlona, mientras volvía a mirarse al espejo. Su expresión cambió sutilmente, tomando un aire de arrogancia que Eun-Ji conocía demasiado bien.
—¿Rumores? —repitió Mi-Ra, con una sonrisa torcida. — No me importa lo que digan los demás. Y en cuanto a mi amigo ya me encargué. Que hablen lo que quieran. Los hombres siempre serán perros. Lo importante es que yo consigo lo que quiero, y lo que piensen los estudiantes... no es mi problema.
Eun-Ji se quedó en silencio por un momento, observando a su amiga con una mezcla de preocupación y resignación. Sabía que Mi-Ra tenía una manera de hacer las cosas a su propio estilo, sin importar las consecuencias, y aunque la apoyaba en muchos aspectos, también sabía que la joven a veces cruzaba líneas peligrosas.
—No lo sé, Mi-Ra —dijo Eun-Ji finalmente, suavizando su tono—. Solo te estoy advirtiendo para que no te lastimen, no quiero que te metas en un lío por algo que, en el fondo, puede que no sea lo que crees que es.
Mi-Ra giró la cabeza y la miró fijamente, con una mirada fría pero determinada.
—Lo que no entiendes, Eun-Ji, es que no necesito que me defiendas ni que me hagas ver las cosas con tu moral de "buena chica". Yo hago lo que quiero hacer, cuando quiero hacerlo. Si los demás tienen problemas con eso, es su asunto, no el mío. Y si ellos deciden creer lo que quieran, allá ellos. Yo solo busco lo que me hará feliz, sin preocuparme por las expectativas de los demás.
Eun-Ji no pudo evitar sentirse un poco frustrada ante la actitud de Mi-Ra, pero al mismo tiempo, la conocía lo suficiente como para saber que no cambiaría de opinión tan fácilmente. Era testaruda, y no había manera de hacerla razonar cuando su mente estaba decidida.
—Solo prométeme que serás cuidadosa. No quiero verte metida en algo que no puedas controlar —dijo Eun-Ji, su voz cargada de preocupación.
Mi-Ra se giró hacia ella, esbozando una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Prometido. Pero, no te preocupes. No soy tan tonta como para que las cosas se me escapen de las manos. Y tú, mejor preocúpate por ti misma.
Con esas palabras, Mi-Ra se giró hacia el espejo nuevamente, ajustando su ropa y peinándose con el aire de alguien que ya había cerrado ese capítulo.
—Bueno, me voy primero.
—Dele amiga, te veo mañana, voy a hacer una llamada. Recuerda venir a mi nuevo apartamento, tomaremos hasta el amanecer para inaugurarlo.
Eun-Ji la observó en silencio, sabiendo que su amiga ya había tomado una decisión, y que nada la haría cambiar de rumbo.
La puerta del baño se cerró con un leve chirrido cuando la amiga de Mi-Ra salió, dejándola sola frente al espejo, retocándose los labios con una calma que solo alguien como ella podía mostrar. Pero esa tranquilidad no duró mucho, porque en cuanto la puerta de uno de los cubículos se abrió, Soo-Yeon salió lentamente, ajustando las mangas de su blusa y observándola con una mezcla de curiosidad y reproche.
—Mi-Ra. —La voz de Soo-Yeon era suave, pero tenía un filo que no pasó desapercibido.
Mi-Ra levantó la mirada, sin dejar de aplicarse el labial, y luego guardó el pequeño tubo en su bolso con un gesto elegante.
—Maestra, Soo-Yeon. Qué sorpresa verte aquí. —La sonrisa en su rostro era tan falsa como afilada.
Soo-Yeon cruzó los brazos, manteniendo la mirada fija en ella.
—Escuché lo que le decías a tu amiga. ¿Esas son las formas en las que hablas sobre un maestro? ¿Sobre Joon-Ho?
Mi-Ra arqueó una ceja, claramente no intimidada por el tono de Soo-Yeon.
—¿Y? Soy libre de hablar como quiera, ¿o no? —respondió con un leve encogimiento de hombros.
Soo-Yeon dio un paso hacia ella, su expresión endureciéndose.
—Tal vez, pero deberías tener más cuidado con lo que dices. Sabes perfectamente que Joon-Ho es mi novio, ¿verdad? Entonces, ¿por qué sigues insistiendo en acercarte a él como si eso no significara nada?
Mi-Ra soltó una risa suave, como si la situación le resultara entretenida.
—Sé muy bien que es tu novio, Maestra Soo-Yeon. Pero ¿qué tiene eso de especial? No están casados. —Sus palabras eran deliberadamente provocadoras, y la sonrisa en su rostro solo añadía más leña al fuego.
Soo-Yeon frunció el ceño, tratando de mantener la calma.
—¿Eso es lo que crees? ¿Que porque no estamos casados puedes simplemente actuar como si no importara?
Mi-Ra se inclinó ligeramente hacia ella, como si quisiera asegurarse de que sus palabras llegaran claras y directas.
—Mira, querida maestra Soo-Yeon, no estoy diciendo que no sea tu novio. Pero tampoco puedes controlar lo que me gusta o lo que hago. Y si me gusta Joon-Ho, ¿qué? Es mi problema, no el tuyo. —Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran. —Tal vez deberías preocuparte más por mantener su interés, en lugar de intentar controlar lo que yo hago.
Soo-Yeon apretó los puños, luchando por no perder los estribos con esa mocosa ricachona de mierda.
—¿De verdad crees que puedes manipularlo tan fácilmente? Joon-Ho no es como los demás chicos que caen por tus juegos, Mi-Ra. Él me ama. Es tu maestro y debes respeto.
Mi-Ra se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Tal vez. O tal vez simplemente aún no se ha dado cuenta de lo aburrido que puede ser estar siempre con alguien tan... predecible y aburrida.
Eso fue suficiente para que Soo-Yeon perdiera la paciencia. Dio otro paso hacia Mi-Ra, mirándola directamente a los ojos.
—Escucha, no sé qué estás tratando de lograr, pero te advierto que te mantengas alejada de Joon-Ho. Esto no es un juego, Mi-Ra.
Mi-Ra soltó una carcajada suave, alejándose un poco.
—¿Un juego? No sabía que había reglas. —Le lanzó una última mirada desafiante antes de recoger su bolso y dirigirse a la puerta. —Si Joon-Ho realmente te ama tanto como dices, entonces no tienes nada de qué preocuparte, ¿verdad maestra?
Soo-Yeon se quedó ahí, viendo cómo Mi-Ra salía con una confianza arrolladora. Aunque su exterior permanecía calmado, por dentro estaba furiosa. Sabía que Mi-Ra era peligrosa, y aunque confiaba en Joon-Ho, no podía ignorar la sensación de que algo en todo esto iba a salirse de control.
Al salir del baño, Soo-Yeon tomó su teléfono y le envió un mensaje a Joon-Ho:
"Necesitamos hablar. Urgente."
Sabía que no podía dejar que las cosas siguieran así.
Mientras tanto, en otro lugar de la universidad, Joon-Ho trataba de concentrarse en su clase, pero su mente no dejaba de divagar. Mi-Ra había estado constantemente en su cabeza, y aunque intentaba ser indiferente y concentrarse en su novia Soo-Yeon, sentía que algo dentro de él estaba roto. Había apagado el teléfono para no tener que leer otro mensaje de Mi-Ra.
No podía dejar de pensar en las palabras de Mi-Ra. No podía dejar de recordar la intensidad con la que se había acercado a él en la biblioteca. Y, a pesar de sus intentos por ignorarla, sabía que ella no se quedaría quieta. No mientras tuviera algo que ofrecerle. Pero ella le había dado más dinero para comprar un traje tradicional para el festival y si acaso ocuparía cien dólares en eso. El resto lo ocuparía para remodelar más su apartamento y pagar la factura del hospital de su madre.
Joon-Ho se despertó temprano al siguiente día, con una sola idea en mente: encontrar una forma de pasar desapercibido en el festival. Si iba a asistir, necesitaba evitar a toda costa que Mi-Ra lo reconociera de inmediato. Sabía que su cabello rubio lo hacía destacar, y aunque le gustaba su apariencia, esa noche debía ser más estratégico.
Después de una rápida búsqueda en internet, encontró un salón de belleza cercano que ofrecía tintes temporales. Sin pensarlo mucho, tomó su chaqueta y salió. Mientras esperaba su turno en el salón, no podía dejar de pensar en cómo Mi-Ra siempre lograba salirse con la suya. "Esta vez, no dejaré que me manipule," pensó con determinación.
—¿Qué color quieres? —preguntó la estilista cuando llegó su turno.
—Algo oscuro. Negro, tal vez. —respondió Joon-Ho, intentando sonar despreocupado.
La estilista asintió y se puso manos a la obra. Una hora después, se miró al espejo y apenas se reconoció. Su cabello rubio había desaparecido, reemplazado por un negro intenso que hacía que sus facciones parecieran más serias.
"Perfecto," pensó. Ahora tenía una oportunidad de asistir al festival sin que Mi-Ra nadie lo reconociera.