Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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Un Desafío Llamado Proximidad
Capítulo 10
Elena comenzó la mañana con un pequeño plan: empujar a Gabriel fuera de su zona de confort, algo que le parecía necesario si realmente iban a sobrevivir bajo el mismo techo. Estaba convencida de que, detrás de toda esa fachada rígida y controlada, había alguien con el potencial de divertirse... si lograba encontrar el botón correcto para presionarlo.
Con ese pensamiento en mente, lo interceptó en la cocina mientras él se preparaba su café matutino, como de costumbre.
“Buenos días, señor CEO,” saludó con una sonrisa radiante, demasiado brillante para ser natural a esa hora.
Gabriel levantó la vista, claramente desconcertado por su buen humor. “Buenos días. ¿Por qué estás tan alegre? ¿Planeas algo?”
“¿Yo? Nunca,” respondió ella con inocencia exagerada. “Solo pensaba que, ya que siempre estás tan ocupado, podríamos pasar un rato juntos. Tal vez hacer algo que no implique reuniones o planes estratégicos.”
Gabriel la observó con una mezcla de sospecha y curiosidad. “¿Algo como qué?”
“Algo sencillo. Salir a caminar por la ciudad, por ejemplo. No todo en la vida tiene que ser tan estructurado, ¿sabes?”
“Salir sin propósito no tiene sentido.”
Elena cruzó los brazos, desafiante. “Exacto. Por eso es divertido. ¿O es que tienes miedo de no saber qué hacer sin un plan?”
Gabriel suspiró, dejando su taza de café sobre la encimera. “Está bien. Pero solo una hora.”
“Trato hecho.”
Elena lo llevó a un mercado callejero en el Lower East Side, un lugar vibrante lleno de colores, sonidos y aromas que parecían chocar directamente con la naturaleza controlada de Gabriel.
“¿Esto es lo que llamas diversión?” preguntó mientras esquivaba a un vendedor que intentaba ofrecerle un paquete de incienso.
“Relájate, Gabriel. Es solo un mercado,” dijo ella, riendo mientras se detenía en un puesto de frutas exóticas. “Mira, ¿alguna vez has probado esto?”
Él observó con escepticismo la fruta que ella sostenía. “No tengo idea de qué es eso.”
“Perfecto. Entonces lo probarás ahora.”
Antes de que pudiera protestar, Elena compró dos piezas y le extendió una. Gabriel la miró como si le hubiera ofrecido un objeto alienígena, pero finalmente cedió.
“Es sorprendentemente bueno,” admitió después de probar un bocado.
“¿Ves? No fue tan difícil. Deberías aprender a disfrutar las pequeñas cosas.”
Elena parecía conocer a medio mercado. Saludaba a los vendedores, probaba bocados de comida, y reía con los extraños como si los conociera de toda la vida. Gabriel, en cambio, se mantenía más reservado, pero no podía negar que algo en la energía de Elena era contagioso.
“Pareces en tu elemento aquí,” comentó mientras ella regateaba por un paquete de especias.
“Claro. Este tipo de caos es mi hogar,” respondió, guardando su compra. “¿Nunca te has sentido así en algún lugar?”
Gabriel pensó por un momento. “Tal vez en mi biblioteca. Es el único lugar donde me permito desconectarme.”
Elena sonrió. “Entonces ya tienes tu refugio. Ahora necesitas salir de él de vez en cuando.”
De vuelta en el ático, Gabriel parecía más relajado de lo habitual, aunque no lo admitiría. Elena, por su parte, estaba encantada de haber logrado sacarlo de su rutina, aunque fuera por un par de horas.
“Debo decir que fue menos terrible de lo que esperaba,” dijo Gabriel mientras se quitaba la chaqueta.
“Gracias por el cumplido, aunque sea indirecto,” respondió Elena.
“No fue un cumplido. Solo una observación.”
Ella rodó los ojos. “Sabes, podrías intentar ser un poco más expresivo. ¿Qué te cuesta decir algo agradable de vez en cuando?”
Gabriel se detuvo y la miró fijamente. “Eres buena haciendo que la gente se sienta cómoda. Incluso en un lugar tan caótico como ese mercado.”
Elena parpadeó, sorprendida. “Eso… eso fue un cumplido. Un verdadero cumplido. ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?”
Gabriel negó con la cabeza, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa. “No te acostumbres.”
Más tarde esa noche, mientras Gabriel revisaba documentos en la sala, Elena se sentó en el sofá con un libro en la mano, pero su mente estaba en otra parte. Por primera vez desde que se casaron, sintió que habían compartido un momento genuino.
“¿Qué estás pensando?” preguntó Gabriel, rompiendo el silencio.
“En cómo las cosas entre nosotros podrían ser… menos tensas,” respondió ella, cerrando el libro. “Si dejamos de complicarlo todo.”
Gabriel la miró, como si estuviera considerando sus palabras. “Tal vez tengas razón. Pero no prometo cambiar de la noche a la mañana.”
“No espero que lo hagas. Solo espero que lo intentes.”
La brecha entre ellos parecía acortarse, pero aún quedaba mucho por recorrer.