El secreto del CEO

Adrián se concentró el resto de la tarde en aquella labor. No podía permitirse que algo saliera mal de nuevo. Era su primer día y no deseaba transmitir una mala imagen de su trabajo.

Fábio, por su parte, no quedó complacido con el giro que las cosas habían tomado después de su maniobra. Consideró que lo acontecido con Adrián había sido insuficiente. Al fin y al cabo, apenas había recibido una leve reprimenda.

Quería que Adrián siguiera teniendo problemas, pero tampoco quería exponerse demasiado. Por tanto, debía ser astuto en ese sentido. Pidió a una colega, que ya estaba al tanto de los rumores, que se dirigiera a la oficina de Adrián y le solicitara ayuda con algún informe. Él no parecía ser de los que rechazaban una petición, así que tal acto lo retrasaría aún más.

Mientras Adrián trabajaba en terminar aquel documento, escuchó un golpe en la puerta y vio entrar a alguien en su oficina. No conocía a la mujer que acababa de ingresar, pero detuvo lo que estaba haciendo para prestar atención al asunto.

— Hola, tú eres Adrián, ¿verdad? El nuevo — preguntó, fingiendo ser tímida.

— Sí, ¿en qué puedo asistirte?

— Precisamente en eso, asistencia. Necesito que me ayudes con este informe. Podría terminarlo yo, pero tengo que salir temprano hoy. Es el cumpleaños de mi ahijada y necesito llegar lo antes posible. Veo que pareces ser muy amable y atento, así que lo dejo aquí y lo recojo contigo mañana por la mañana. — Dejó las hojas en la mesa y empezó a marcharse.

Adrián se quedó un tiempo inmóvil, mirando hacia la puerta y sin reaccionar. Ya estaba claro para él en ese instante que ella estaba aprovechándose de que era nuevo allí, para endosarle su trabajo. Ya había vivido esa situación en otra empresa y sabía cómo era.

Ella fue muy hábil al no permitirle responder a su petición, pero él no podía prestar atención a ello en ese momento. Tenía su propio trabajo que finalizar. Una vez estuviera listo, podría incluso hacer ese informe. Se sentó y continuó. No podía dejar que el documento de Benicio esperara.

Después de salir de aquella oficina, la mujer fue directamente a hablar con Fábio. Quería contarle que había encasquetado con éxito aquel trabajo a Adrián.

— No le dejé ni siquiera tiempo para negarse. Inventé cualquier excusa. Al menos esa labor la he sacado de encima. Tendré algo de tiempo libre para mí. — Ambos sonrieron.

— No olvides que la prometida del señor Benicio quedará muy contenta si logramos que le despidan. Así que, solo estamos haciendo el favor que ella nos pidió. Además, él se lo merece por intentar entrar en una empresa como esta por medios tan torcidos.

A pesar de que estaba emocionado por lo que pudiera pasar, solo se sentiría satisfecho cuando viera que su plan surtía efecto y que Adrián se las veía mal. De lo contrario, de nada serviría toda esa artimaña.

La jornada laboral estaba casi finalizando. Finalmente, Adrián había terminado de elaborar aquel documento y se dirigió a la oficina de Benicio para entregárselo. No obstante, antes de salir de su oficina, hizo como él le había aconsejado antes, bloqueó la pantalla del ordenador y luego salió. No sabía lo que había sucedido la vez anterior y no quería arriesgarse a que se repitiera.

Adrián ya había impreso aquel documento y se lo entregó en mano a su jefe. Sentía alivio porque, al menos, todo había salido bien.

— Los papeles que me solicitó adjuntar también están incluidos y, además de compartirlos, los he enviado a su correo electrónico, señor.

— Bien, ya he visto. Voy a reenviarlo ahora mismo para que lo analicen. Estás cerca de tu hora de salida. Si necesitas irte antes, puedes hacerlo — dijo después de mirar el reloj.

— Aún tengo algo más que hacer, señor, pero gracias. Si necesita algo, puede avisarme.

Adrián salió de la dirección. Mientras caminaba hacia su oficina para hacer el informe que aquella mujer le había encomendado, una chica que iba con prisa acabó chocando con Adrián y casi se cae. Sin embargo, él fue más rápido, sujetándola para que no se desplomara.

Benicio salía de su despacho cuando vio a Adrián y a esa joven, prácticamente abrazados en el pasillo. Como su asistente le dijo que aún tenía algo por hacer, le entró curiosidad por saber de qué se trataba, pues no había encargado nada y el trabajo estaba al día. Al salir, se encontró con esa escena.

— ¿Estás bien? — Preguntó a la joven que lo miraba como hechizada.

— Sí... eh... gracias — dijo, acomodándose las gafas.

Adrián se inclinó para ayudar a la chica a recoger los papeles que se habían desparramado. Benicio seguía parado en la puerta observando todo. Su secretaria se percató de que la expresión en el rostro de su jefe no era para nada positiva. Aun con miedo de hacer la pregunta, la hizo.

— ¿Necesita algo, señor Benicio?

— No, ¿sabes quién es la chica con la que Adrián está hablando? — Preguntó sin desviar la vista de los dos.

— Parece ser una de las muchachas de contabilidad, señor. ¿Hay algún problema?

— No, no es nada. — Aún fruncía el ceño hacia ellos.

Benicio podía notar que, por la manera en que la chica tocaba sus gafas y bajaba la cabeza, estaba abochornada. En el fondo, estaba probablemente fascinada por él, cosa que no era tan difícil cuando se trataba de Adrián. Pero él no tenía por qué inquietarse tanto con ello. Se volvió a su oficina. Sin embargo, ver las sonrisas que intercambiaban le molestó. Darse cuenta de que se preocupaba tanto por cosas como aquella en relación a Adrián, le molestaba aún más.