Una heredera perfecta es obligada a casarse con un hombre rudo y desinteresado para satisfacer la ambición de sus padres, solo para descubrir que detrás de su fachada de patán se esconde el único hombre capaz de ver su verdadero yo, y de robarle el corazón contra todo pronóstico.
Damián Vargas hará todo lo posible por romper las cadenas del chantaje y liberarse de su compromiso forzado. El único problema es que ahora que la tiene cerca, no soporta la idea de soltarla.
Valeria Montenegro es la hija ejemplar: elegante, ambiciosa y perfectamente educada. Para ella, casarse con un Vargas significa acceder a un círculo de poder al que ni siquiera su familia puede aspirar alcanzar el estatus . Damián dista mucho de ser el hombre que soñó para su vida, pero el deber familiar pesa más que cualquier anhelo personal. Desear su contacto nunca formó parte del plan… y mucho menos enamorarse de su futuro esposo.
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Capitulo:2 La Reunión de Valeria
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La mansión de los Montenegro en las afueras de Nueva York parecía más un museo que un hogar. Cada mueble estaba perfectamente colocado, cada obra de arte iluminada con precisión milimétrica. Yo había crecido entre estas paredes de mármol, pero nunca me habían parecido tan opresivas como esta noche.
Mi madre me recibió en el vestíbulo, su mirada crítica escaneándome de inmediato.
"El vestido es demasiado sencillo para la ocasión, Valeria", dijo con ese tono que siempre lograba hacerme sentir como una adolescente otra vez. "Y tu cabello... ¿has dejado de ir a Christopher?"
"Madre, es una cena familiar, no un desfile de moda", respondí, conteniendo un suspiro.
Ella hizo un gesto de desaprobación. "Nunca se sabe quién podría venir". Esa frase, aparentemente inocente, confirmó mis sospechas.
Me hizo recordar aquel día, Valeria Montenegro en una subasta de joyas, siendo la anfitriona perfecta. Sonríe, es encantadora, pero sus ojos carecen de luz. Recibe un mensaje de su madre: Elena de Montenegro "No falles esta noche. Los Chen estarán presentes. Su hijo soltero también."
La familia Montenegro está en una fiesta. Los padres comparan abiertamente el "exitoso" matrimonio de su hermana mayor, Clarissa, con un magnate tecnológico. Le recuerdan a Valeria que es su "turno" de asegurar la posición de la familia. No es una sugerencia, es una orden. Su padre le dice fríamente: "El amor es un lujo para gente sin responsabilidades. Nosotros tenemos un imperio que mantener."
Conocen a Liam Chen, el heredero de otra familia adinerada. Es educado en superficie, pero sus miradas son frías y sus comentarios, condescendientes. Valeria siente un escalofrío. Pero no esta interesada y sus padres lo dejan pasar, pero esta vez es diferente
Al entrar en el salón principal, vi a mi padre junto a la chimenea, bebiendo un whisky. Su postura era rígida, la misma que adoptaba antes de cerrar negocios importantes.
"Valeria", asintió brevemente. "Puntual como siempre".
"Padre", respondí, besándole en la mejilla. "¿Va a decirme finalmente de qué se trata esta cena urgente?"
"Todo a su tiempo", dijo evasivo, mirando hacia la puerta.
Mi padre nunca pierde la oportunidad de mencionarme el matrimonio de Clarissa , si ella estuviera aquí me apoyaría por mas distancia que hemos tenido nunca hemos sido enemigas y siempre nos hemos llevado bien y para ser sincera necesito su apoyo mas que nunca.
A pesar de que mi carrera como organizadora de eventos en Manhattan despegaba con fuerza —un mundo donde solo sobreviven los más ingeniosos—, para mis padres yo seguía estancada en un tema mucho más trivial: mi soltería. Mi éxito profesional era una anécdota bien vista, un adorno moderno para cualquier heredera, pero su verdadera obsesión era el día en que les presentara a un yerno con el apellido correcto, uno que les abriera las puertas de esos círculos donde el dinero era antiguo y el linaje, intocable.
Nosotros teníamos fortuna, sí, pero éramos nuevos ricos; y en su mundo, eso seguía siendo un estigma.
Tu trabajo como influencer y organizadora en nuestros Hoteles no es suficiente para poder alcanzar un nivel de fortuna en este negocio y mundo tan duro en el que estamos Valeria , menciona mi padre
—Todavía me queda tiempo —dije, con una calma que no sentía—. No tengo prisa.
A mis veintiocho años, me hablaban como si el reloj biológico fuese una bomba a punto de explotar. Para ellos, cada cumpleaños que pasaba era un paso más hacia esa estantería de solteras inalterables que tanto temían. No lo decían abiertamente, pero lo sugerían en cada mirada, en cada comentario sobre la hija de alguien que "sí había sabido resolver su vida".
—Cumples treinta años en unos meses —recalcó mi madre, con esa voz que siempre usaba para anunciar desgracias—. La juventud no es eterna, Valeria. Es el momento de sentar la cabeza y formar una familia. Cada año que pasa, el círculo de pretendientes adecuados se reduce.
—Ya lo sé, madre —respondí, conteniendo un suspiro—. Pero precisamente por eso quiero elegir bien.
En realidad, pensé para mis adentros, lo que quiero es disfrutar del último año de libertad antes de que me encadenen a algún banquero de Wall Street cuyo apellido sea más importante que su personalidad. Y en cuanto a lo de la juventud... para eso existen los dermatólogos y los cirujanos plásticos.
Mi hermana mayor, Clarissa, habría soltado una carcajada. Pero ella no estaba, y mi comentario solo consiguió que mi madre frunciera los labios con gesto de desaprobación. A su lado, mi padre, Armando Montenegro, entrecerró los ojos. A sus sesenta y cinco años, seguía siendo la imagen del empresario implacable que había convertido Montenegro Hotels de una cadena local en un imperio internacional. Su sola mirada era capaz de helar la sangre.
—Siempre que hablamos de esto, recurres al sarcasmo —dijo él, con esa voz que hacía temblar a sus vicepresidentes—. El matrimonio no es un chiste, Valeria. En esta familia, es una estrategia. Basta con mirar a tu hermana: gracias a su boda, ahora tenemos conexiones directas con la nobleza alemana.
—He estado conociendo a varias personas —mentí, manteniendo la voz calmada—. Nueva York está llena de solteros interesantes; es cuestión de tiempo encontrar al indicado.
Me guardé para mí el hecho de que, si bien existían muchos hombres solteros en la ciudad, la proporción de aquellos que no eran narcisistas, emocionalmente indisponibles o directamente excéntricos era alarmantemente baja. Mi última cita había terminado con el tipo leyéndome mi "aura energética" y ofreciéndose a realinearme los chakras antes del postre. Ni siquiera fue lo suficientemente educado como para pagar la cuenta.
Mis padres, por supuesto, no necesitaban saber esos detalles. En su mente, yo solo salía con herederos de apellidos ilustres y currículos impolutos.
—Has tenido dos años completos para encontrar a alguien serio —mi padre no se inmutó—. Y desde tu último... desliz sentimental, tu antiguo novio , no has mostrado interés real. Está claro que no compartes nuestra urgencia. Por eso hemos tomado cartas en el asunto.
La taza de té se detuvo a medio camino de mis labios. Una fría certeza comenzó a trepar por mi espina dorsal. ¿Esto era a lo que había venido? ¿No se trataba de un problema familiar o corporativo?
—¿A qué te refieres? —pregunté, con una voz que ya no me sonó propia.
—Que he encontrado al candidato ideal para ti —declaró mi padre con la frialdad con la que anunciaría una fusión empresarial—. Las negociaciones han concluido. Todo está acordado.
"Acordado". La palabra resonó en el silencio lujoso de la sala como un disparo. El peso de lo que significaba me golpeó con fuerza brutal: mi futuro, mi vida, mi cuerpo, canjeados en un trato del que no había sido parte.
Un cóctel de indignación, traición y pánico heló mi sangre. Siempre supe que mi libertad tenía fecha de caducidad, pero nunca imaginé que el plazo fuera tan corto. Lo más humillante era la naturalidad con la que lo anunciaban, como si mi consentimiento fuera una mera formalidad.
—Este hombre nos brindará oportunidades que ni el dinero puede comprar —prosiguió mi padre, ignorando por completo mi palidez—. Estarás de acuerdo conmigo cuando lo conozcas en la cena.
—¿En la cena? —repetí, sintiendo que el suelo se movía bajo mis pies—. ¿Esta misma noche? ¿Y no pudieron avisarme?
La emboscada era completa. No solo me arrebataban mi futuro, sino que ni siquiera me daban la dignidad de prepararme para conocer al hombre con quien debía pasar el resto de mi vida.
"Tenemos un invitado".
El corazón comenzó a latirme con fuerza. "¿Quién?"
En ese preciso momento, oímos los pasos en el hall de entrada. Y luego, la voz que ya empezaba a resultar terriblemente familiar.