una chica cualquiera viaja en busca de sus sueños a otro país encontrando el amor y desamor al mismo tiempo...
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2. Nueva vida...
Llegué al país X, y cada paso que doy está lleno de novedades e incertidumbre. Afortunadamente, la mayoría de la gente habla español, aunque también me defiendo en francés, inglés y alemán. Con el poco dinero que tenía, alquilé una habitación con servicios básicos y pasé varios días buscando trabajo, ya que las clases en la universidad de abogacía aún no han comenzado. Sé que convertirme en abogada es un gran sueño, una forma de demostrarme a mí misma de lo que soy capaz. En realidad, quiero demostrarles a mis padres que soy mucho más que la cocinera y niñera de la casa. Quizás para muchos suene infantil y resentida, pero es lo que siento.
El aire fresco de la mañana le acariciaba mi rostro mientras apretaba los papeles contra su pecho. Vestía una camisa lisa y unos pantalones sencillos, la ropa con la que me sentía más cómoda. Mis ojos verdes, brillantes con una mezcla de esperanza y cautela, estaban fijos en el cartel pegado en la vidriera: "SE BUSCA PERSONAL". Tres palabras que resonaban con fuerza en mi mente.
Había llegado al país X hacía poco tiempo, cargando en mi mochila no solo sus pocas pertenencias, sino también sueños de una nueva vida. Los primeros días habían sido un torbellino de adaptación a un idioma ligeramente diferente, a costumbres nuevas y a la constante sensación de ser una recién llegada. Pero la necesidad de construir mi propio camino era una fuerza impulsora.
Los papeles que sostenía eran su currículum vitae, impreso con la ayuda de un alma caritativa en un centro comunitario. Cada línea representaba un esfuerzo, una habilidad aprendida, la tenacidad de quien está dispuesto a trabajar duro. Ahora, frente a esa ventana, sentía que quizás, solo quizás, este era el inicio.
Inhaló profundo, tratando de calmar el ligero temblor en mis manos. La ventana reflejaba su imagen: una joven con el cabello oscuro ondeando suavemente, sus ojos verdes llenos de una determinación silenciosa. Detrás del cristal, podía intuir el movimiento de personas, el sonido apagado de una actividad que podría incluirla.
Con una última mirada al cartel, era el momento de dar el siguiente paso, de abrir esa puerta y ofrecer lo que tenía. La búsqueda apenas comenzaba, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía una punzada de optimismo. Quizás en ese lugar, detrás de ese cartel de "SE BUSCA PERSONAL", encontraría no solo un empleo, sino también un lugar para empezar a construir esos sueños que la habían traído hasta aquí.
Al entrar, me di cuenta de que no era una cafetería cualquiera. Era un lugar elegante, donde presidentes de empresas y personas importantes se reunían para trabajar. Me acerqué a la caja, donde una señora mayor ajustó sus anteojos y me miró. Su mirada, una mezcla de reprobación o quizás lástima, me indicó que fuera al fondo del pasillo, hacia una oficina. Allí, me quedé de pie, dudando si debía tocar la puerta.
Al trasponer la puerta, una voz fuerte pero avejentada me dio la bienvenida con un "adelante". Tras ingresar, mis ojos recorrieron la estancia: una oficina sencilla y elegante. Detrás de un escritorio, un señor de unos 60 años, robusto y canoso, con anteojos, me observaba. Su mirada era gentil, un contraste total con la señora de la caja. "Buenos días", dijo, mientras continuaba examinándome con detenimiento