Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 21
POV DONATO
El eco de la puerta cerrándose apenas disipó la adrenalina que me recorría las venas. Esas amenazas baratas... patético.
Los Salvatore creían que podían intimidarme. Ilusos. La excitación me invadía, en un cosquilleo placentero ante el desafío.
Sentí la presencia de Luigi, siempre atento, y siempre observador. Una sonrisa torcida se dibujó en mis labios al verlo entrar.
Con una ceja alzada el me habló. —¿Satisfecho?—
Me dejé caer en la silla, y el cuero crujió bajo mi peso. El whisky quemó al pasar por mi garganta, en un fuego reconfortante.
—Demasiado— Tomé otro trago, saboreando el ardor. —Esta es mi ciudad, Luigi. Aquí se hace lo que yo digo—
Luigi asintió. —Lo sé. Pero los Salvatore... no son de los que se rinden fácilmente—
—Que lo intenten. Si quieren seguir moviendo su mercancía aquí, tendrán que besarme los pies. Y no estoy dispuesto a ceder ni un centímetro—
Le escuché dar una carcajada.
—Eso es lo que quería oír. ¿Cuál es el siguiente movimiento?—
—Les daremos un pequeño recordatorio de quién manda aquí. Algo sutil, pero que entiendan el mensaje— le dije levantándome.
—Tengo algunas ideas...— me dice siguiéndome.
Salí de la oficina, con la determinación tatuada en cada uno de mis movimientos. Los Salvatore habían cometido un error. Un error que lamentarían. Esta ciudad era mía, y nadie, absolutamente nadie, me la arrebataría.
POV NARRADORA
El Maserati negro serpenteaba por las sinuosas carreteras de la Toscana, la noche abrazando la región con su aire melancólico. Dentro, el silencio era casi palpable, roto solo por el suave rugido del motor. Diego miraba por la ventana, los cipreses recortándose contra el cielo estrellado, como fantasmas silenciosos. Rafael, su padre, conducía con la mandíbula tensa, la mirada fija en el camino.
Finalmente, Diego rompió el silencio.
—¿Crees que nos estamos metiendo en un lío, papá?—
Rafael suspiró, sin apartar la vista de la carretera.
—Donato es diferente a su padre. Vincenzo era... predecible. Se podía negociar con él, encontrar un punto medio. Donato es impulsivo, y ambicioso—
—¿Peligroso?— preguntó Diego, con un dejo de inquietud en la voz.
Rafael asintió lentamente.
—Potencialmente. Pero no tenemos otra opción. Este negocio es demasiado importante para nosotros—
—Pero, ¿valdrá la pena?— insistió Diego. —¿Arriesgarlo todo por mantenernos en el juego?—
Rafael apretó el puño con fuerza.
—Ya hemos arriesgado demasiado para llegar hasta aquí, Diego. No podemos permitirnos perderlo todo ahora—
El silencio volvió a caer sobre el coche, un silencio cargado de incertidumbre y tensión. Diego sabía que su padre tenía razón. Habían invertido años, recursos y sacrificios en construir su imperio. Pero la idea de enfrentarse a Donato, a su imprevisibilidad y su sed de poder, le helaba la sangre.
—¿Qué vamos a hacer?— preguntó Diego, finalmente.
Rafael respiró hondo, como si buscara valor en lo más profundo de su ser.
—Vamos a jugar el juego de Donato— respondió con voz firme. —Vamos a demostrarle que no somos presa fácil. Que si quiere guerra, la tendrá—
Diego asintió, con una sonrisa torcida en su rostro. La noche se había vuelto más oscura, más amenazante. Y el camino por delante, más incierto que nunca.
Unas horas después Marcos entra a la habitación con su expresión seria.
Diego levantó la vista de los documentos esparcidos sobre la mesa de la habitación del hotel. Marcos, estaba parado en la puerta, su rostro habitualmente sereno ahora esta tenso y sombrío.
—¿Qué sucede?— preguntó Diego, dejando caer la pluma sobre el escritorio.
Marcos avanzó unos pasos, con su voz apenas en un susurro.
—Ha habido un incidente en una de las bodegas, signore—
La sangre de Diego se heló. Sabía que "incidente" en el vocabulario de Marcos nunca significaba nada bueno.
—¿Qué clase de incidente?— preguntó Rafael, levantándose de su sillón con una agilidad sorprendente para su edad.
—Un incendio. Pero no fue un accidente—
Sin mediar palabra, Diego y Rafael salieron de la habitación, seguidos de cerca por Marcos. La adrenalina corría por sus venas mientras bajaban al estacionamiento y se subían al coche. El trayecto hasta la bodega fue un torbellino de pensamientos oscuros y presentimientos.
Al llegar, el espectáculo era dantesco. Las llamas lamían las paredes del almacén, elevándose hacia el cielo nocturno en una danza macabra. Los bomberos luchaban por contener el fuego, pero era evidente que la bodega estaba condenada.
Diego se abrió paso entre la multitud de curiosos y empleados desesperados, hasta llegar a la primera línea. El calor era sofocante, el humo acre le quemaba los pulmones. Pero nada de eso le importaba. Sus ojos buscaban algo entre el caos.
Lo encontró.
En medio de las llamas, clavada en la puerta principal, una nota. Un simple pedazo de papel, pero que gritaba un mensaje claro y contundente. Diego se acercó, ignorando las advertencias de los bomberos, y arrancó la nota de la puerta.
La leyó en voz alta, con su voz cargada de furia contenida.
—Un pequeño recordatorio de quién manda aquí. Atentamente, Donato Valetti—
Diego apretó la nota en su puño, con sus nudillos blancos. La bodega, uno de sus principales centros de almacenamiento de mercancía, reducida a cenizas. Un golpe directo a su imperio, y un desafío descarado a su poder.
Rafael se acercó a su lado, su rostro tenía una máscara de ira.
—¿Fue él?— preguntó, con la voz ronca.
Diego asintió, con sus ojos brillando con una determinación fría y peligrosa.
—Esto es una declaración de guerra, papá. Y Donato Valetti va a pagar por esto—
PP
La noche se había teñido de rojo. Y la venganza, estaba a punto de desatarse.
Diego respiró hondo, tratando de controlar la furia que le carcomía por dentro. Había querido hacer las cosas bien, intentar una coexistencia pacífica, un acuerdo beneficioso para ambos. Pero Donato, con su arrogancia y su sed de poder, lo había echado todo a perder.
—Quiso jugar por las malas— murmuró Diego, con la voz cargada de veneno. —Pues vamos a darle una lección que nunca olvidará—
Se giró hacia Marcos, sus ojos brillando con una determinación implacable.
—Quiero que averigües todo lo que puedas sobre Donato. Sus movimientos, sus negocios, sus debilidades. Quiero conocerlo mejor que a mí mismo—
Marcos asintió, con su rostro impasible.
—¿Y qué hacemos mientras tanto?— preguntó Rafael, con impaciencia.
Diego sonrió, era una sonrisa fría y calculadora.
—Mientras tanto, vamos a enviarle un mensaje. Un mensaje que entienda claramente.
Se acercó a uno de sus hombres y le susurró algo al oído. El hombre asintió y se alejó a toda prisa.
—¿Qué estás planeando, Diego?— preguntó Rafael, con curiosidad.
—Donato cree que puede atacarnos impunemente— respondió Diego, con la mirada fija en las llamas que consumían su bodega. —Pues vamos a demostrarle que se equivoca. Vamos a tocarle donde más le duele—
Unos minutos después, una caravana de coches negros salió a toda velocidad de la bodega en llamas. Diego iba en el primer coche, con su rostro iluminado por el resplandor del fuego. En su mente, solo había un pensamiento: venganza.
Donato había declarado la guerra. Y Diego, estaba dispuesto a responder con la misma moneda. O incluso peor.