Ella, era la hija de un general, una guerrera talentosa, pero su prima le tendió una trampa para asesinarla y así tomar su lugar como una princesa heredera, ahora, a reencarnado en la princesa que fue puesta en su lugar y su prima acabo aun como una concubina más, pero aun siendo la princesa, las concubinas abusaron de ella, ahora que está en ese cuerpo, esta lista para su venganza.
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confrontación.
Desde que despertó en se nuevo cuerpo, le pidió a su joven sirvienta, Lili, que no dijera que había despertado, anteriormente había planeado salir, pero a último momento, prefirió no hacerlo, primero quería adaptarse a esa nueva vida, aunque lo que realmente le sorprende, es que el príncipe, no haya ido a verlo ni una sola vez, eso demuestra lo poco que le importaba Saya, el nombre de su nueva vida, pero era lo de menos, así le sería más fácil conseguir librarse de ese molesto matrimonio, aunque tiene que encontrar una manera de lograrlo, duda mucho que el emperador le conceda el divorcio y más aun, duda que la familia se Saya este de acuerdo, al igual que príncipe, su familia no parece estar interesa en ella.
-Lili, dime, ¿su majestad el príncipe a preguntado sobre mi estado?
-no princesa, perdone mi atrevimiento, pero usted más que nadie sabe, que su alteza solo tiene ojos para la concubina Aya.
-lo se, ella fue la que causo que mi cuerpo ahora cargue con esa horribles cicatrices.
Se lleva una mano sobre su hombro, aun le causan molestias esa cicatrices de su espalda, no ve la hora en la que pueda causarle mayor dolor a esa mujer.
-es hora Lili, ve y cuéntale al príncipe que he despertado, pero que no quiero ver a nadie, que si alguien se atreve a entrar a mi residencia, lo castigare.
-p-pero princesa...eso es...
-ya se, es una advertencia, quiero ver que harán esas arpías que rondan a los pies de mi esposo.
Sonríe con algo de malicia, porque si una se atreve a ir, el príncipe ya estará advertido de lo que sucederá y no podrá culparlo si algo les pasa. Si ella se da a respetar, estás no podrán hacer mucho a menos que quieran que vaya con el emperador a pedir justicia, todo ese año de sufrimiento, esta dispuesta a cobrarselas a todos, incluyendo a su detestable esposo.
Tal como le dijo le su ama, ya fue a informarle a uno de los sirvientes del príncipe que la princesa había despertado, enseguida éste se lo hizo saber, lo que causa algo de molestia al escuchar que no recibirá a nadie y claro, como Aya estaba ahí, no dudo en hacerle ver que esa mujer esta siendo muy impertinente al negarle la entrada, siendo un hombre orgulloso, se alistó para visitar a su esposa y por supuesto, Aya, no dudo en ir con él, pues no se lo impidió.
Ha estado esperando en la puerta de su palacio, tal como suponía, el príncipe iría, era justo como en los recuerdos de su cuerpo actual, aquel era hombre de cabellera larga y negra, con ojos castaños, su vestimenta era elegante, digna de un príncipe, túnica negra de seda que ocultaban su demás ropa, pero supone era como la de cualquier otro hombre de la época, como era de esperarse, fue acompañado de su inseparable amante, Aya, un mujer de piel blanca, cabello castaño y ojos del mismo color, su vestimenta, era como la de una típica mujer fatal, vestido largo, pero con un pronunciado escote y no podía faltar la joyería en cuello y manos, todos seguramente dados por el príncipe. Dispuesta a enfrentarlos, bajo un escalón para evitar que siguieran un paso más.
-crei haber ordenado que nadie viniera a verme. ¿O en verdad habían venido a comprobar que sus planes se fueron a la basura y sigo viva?
El príncipe sin duda se sintió ofendido ante esa acusación, aunque también se llevo una gran sorpresa pues le sorprende escuchar a su esposa hablarle de ese modo, pero antes de poder decir algo, su amante hablo.
-te atreves a culparme por algo así. Su majestad, castiguela de nuevo, parece que aun no aprende.
-¿acaso mencione su nombre concubina Aya? Jamás dije a quien de los dos estoy acusando, pero se ha delatado el autor.
Sonrió con cierta burla y claro el príncipe no soportó más la ofensa hacía su amada amante.
-silencio! No conforme con hacerla abortar, ahora la acusas de envenenarte. Tal esto solo fue un intento de suicidio para llamar mi atención y tener mi compasión, pero eso nunca te va funcionar.
Saya no pudo evitar reír ante la tal calumnia del príncipe.
-alteza, se cree demasiado, yo porque querría su atención, el solo hecho de pensar en tenerla, me da náuseas, no necesito de un hombre que solo duerme con prostitutas, quien sabe que enfermedades tiene.
-majestad, escuchó lo que ha dicho? Acaba de ofenderlo a usted y al harem.
-Saya! Arrodillate y pide perdón si no quieres un castigo más severo.
-no me arrodillo ante ningún hombre, más que ante el emperador. Si solo vienen a molestar mi descanso, regresen por donde han venido y si esa mujer pisa de nuevo mi palacio, escuche bien alteza, yo misma le rompere esa linda cara que tiene.
-tú! Estás buscando que te arreste por faltarle el respeto a la realeza.
-majestad, no la perdone, ella lo ha ofendido.
Sin esperar a que puedan protestar más, ella misma subió de nuevo las escaleras de la entrada y cerro las puertas, colocando el seguro para que no entraran.
Claro que esto no hizo más que enfurecer al príncipe quien mando llamar a sus guardias para derribar esa puerta, estaba ya dispuesto a castigar a su irrespetuosa esposa.