Sinopsis: "Mi Maestro No Solo Es Mi Maestro" es una apasionada historia de amor entre Mateo, un joven estudiante de 22 años, y su atractivo y misterioso maestro de naturopatía, el Dr. Sebastián Castillo, de 42 años. Mateo se matricula en el curso de naturopatía del Dr. Castillo, esperando simplemente obtener los créditos necesarios para graduarse. Sin embargo, pronto se encuentra cautivado por la sofisticación y el carisma de su maestro. A medida que pasan más tiempo juntos, una poderosa atracción surge entre ellos, desafiando las normas sociales y profesionales. Mientras luchan por mantener su relación en secreto, Mateo y Sebastián se enfrentan a numerosos obstáculos, desde la desaprobación de familiares y amigos hasta las consecuencias de revelar su romance prohibido. A pesar de ello, su conexión parece más fuerte que cualquier barrera.
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Capitulo 2
Emma le dedicó a Mateo una mirada divertida, notando el leve sonrojo en sus mejillas. "Está bien, Mateo. No tienes que explicarlo más. Me alegro de que hayas disfrutado tu primera clase."
Mateo asintió, agradecido por la comprensión de su amiga. "Sí, fue una experiencia realmente estimulante. ¿Y tú? ¿Cómo te fue con tu clase de Psicología?"
"¡Genial! El profesor es muy carismático y parece que vamos a aprender mucho este semestre. Creo que ambos hemos tenido un comienzo increíble en la universidad", respondió Emma, enlazando su brazo con el de Mateo mientras caminaban por el pasillo.
"Tienes razón. Nada puede parar esta aventura", dijo Mateo, esbozando una sonrisa entusiasmada.
Juntos, se dirigieron hacia la cafetería, donde se sentaron a disfrutar de un delicioso almuerzo. Mientras Mateo le contaba a Emma más detalles sobre su primera clase con el profesor Castillo, no pudo evitar que su mente volviera una y otra vez a la imponente figura del hombre.
Sebastián Castillo había cautivado a Mateo desde el primer momento en que lo vio entrar al aula. Su porte elegante, su mirada penetrante y su voz grave lo habían dejado completamente fascinado. Mateo se encontró a sí mismo preguntándose más sobre el enigmático profesor, deseoso por aprender todo lo que pudiera de él.
"Entonces, ¿crees que el profesor Castillo es un buen maestro?" preguntó Emma, interrumpiendo los pensamientos de Mateo.
"Oh, sí, definitivamente. Su conocimiento sobre la naturopatía parece ser excepcional y su forma de enseñar es realmente cautivadora", respondió Mateo, tratando de mantener la compostura.
Emma asintió, pero no pudo evitar notar el brillo en los ojos de su amigo cuando hablaba del profesor. "Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te inspire tanto. Espero que puedas aprender mucho de él."
"Yo también lo espero", dijo Mateo, sin poder ocultar su entusiasmo.
A medida que pasaban los días, Mateo se sumergía cada vez más en el mundo de la naturopatía y en la clase del profesor Castillo. Asistía a cada lección con una emoción casi palpable, ansiando escuchar cada una de las palabras del hombre.
Durante las clases, Mateo se esforzaba por mantener su atención enfocada en los temas que Sebastián presentaba, pero a menudo se encontraba a sí mismo observando al profesor con fascinación. La forma en que Sebastián se movía con elegancia por el aula, la pasión que desbordaba al hablar de los diversos tratamientos naturales y su mirada intensa que parecía atravesar a cada estudiante, todo ello cautivaba a Mateo.
Cuando las clases terminaban, Mateo a menudo se quedaba unos minutos más, con la esperanza de encontrar una oportunidad de interactuar con el profesor Castillo. Sin embargo, Sebastián siempre parecía apresurarse a recoger sus cosas y salir del aula, dejando a Mateo con un sentimiento de decepción.
Emma, por su parte, notaba el cambio en su amigo. Mateo parecía cada vez más absorto en sus pensamientos y, a veces, incluso distante durante sus conversaciones. Aunque sospechaba que el profesor Castillo tenía algo que ver con ello, decidió no presionar a Mateo, confiando en que eventualmente se abriría a ella.
Una tarde, después de una de las clases de Naturopatía, Mateo se acercó tímidamente al escritorio de Sebastián, quien se encontraba organizando algunos papeles.
"Disculpe, profesor Castillo. ¿Podría hablar con usted un momento?" preguntó Mateo, sintiendo su corazón latir con fuerza.
Sebastián levantó la mirada y observó a Mateo con sus ojos penetrantes. "Por supuesto, señor Fernández. ¿En qué puedo ayudarlo?"
Mateo tragó saliva nerviosamente, esforzándose por mantener el contacto visual. "Bueno, yo... Me preguntaba si usted podría recomendarme algún libro o material adicional sobre la naturopatía. Me he sentido muy inspirado por sus clases y me gustaría profundizar más en el tema."
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Sebastián. "Me alegra escuchar eso, señor Fernández. Me parece excelente que tenga un interés tan genuino en aprender más sobre la naturopatía. Permítame ver qué puedo sugerirle."
El profesor se levantó y se acercó a uno de los estantes, revisando cuidadosamente los libros que allí se encontraban. Mateo lo observaba con atención, fascinado por cada uno de sus movimientos.
Finalmente, Sebastián seleccionó un par de volúmenes y se los entregó a Mateo. "Estos libros son excelentes para profundizar en los principios y las terapias de la medicina natural. Espero que le resulten útiles en su aprendizaje."
"Muchas gracias, profesor Castillo. De verdad aprecio su recomendación", dijo Mateo, sosteniendo los libros con cuidado.
"No tiene nada que agradecer. Me alegra ver a estudiantes tan entusiastas como usted. Si necesita algo más, no dude en hacérmelo saber", respondió Sebastián, su mirada clavada en los ojos de Mateo.
Mateo sintió que el aire se le había escapado de los pulmones ante la intensidad de esa mirada. "Muchas gracias, profesor. Definitivamente lo haré", murmuró, dándose la vuelta y saliendo del aula con el corazón desbocado.
Una vez fuera, Mateo se apoyó contra la pared, tratando de recuperar la compostura. La cercanía con Sebastián Castillo y esa mirada que parecía penetrar en lo más profundo de su ser lo habían dejado completamente abrumado.
"¿Qué es lo que me está pasando?" se preguntó Mateo, consciente de que su fascinación por el profesor iba mucho más allá de lo meramente académico.
Mientras caminaba de regreso a su habitación, Mateo se sumergió en sus pensamientos, incapaz de sacarse de la mente la imagen del enigmático Sebastián Castillo. Algo en él lo atraía de una forma que no lograba comprender del todo, despertando emociones y sensaciones que Mateo nunca antes había experimentado.
Esa noche, acostado en su cama, Mateo sostuvo los libros que el profesor Castillo le había recomendado, pasando sus dedos con suavidad por las tapas. Una punzada de emoción lo recorrió, y supo que su viaje en la universidad sería mucho más que una simple educación académica. Sebastián Castillo se había convertido en un misterio que Mateo se moría por desentrañar.