Son tantas las lágrimas que he derramado en mi vida, que mi corazón se volvió de piedra. No me juzguen, soy Marina y ésta es mi historia.
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Buscando la libertad
Desperté porqué el ruido era incesante, los pájaros cantaban y competían peleando por sus espacios. Miré a mi alrededor y estaba sola, nunca había llegado hasta aquí. No conocía éste sector, era muy lejos de Río Tijeral, estaba amaneciendo cuando caí rendida. Hasta ahora que despertaba.
Mis perros no se veían, sabía que no me abandonarían ellos eran mi única compañía y creo que yo era todo para ellos.
Pasaban las horas y nada, solo el enojo de los pájaros me indicó que ya venían. Susy en su hocico traía algo y vaquero cojeando la seguía.
Era un conejo!!! Tendríamos almuerzo.
Arreglé rápidamente unos palos y con dos piedras empecé a golpearla entre ellas, después de unos minutos saltó la chispa a la paja seca y mi fuego prendió. Con mis dedos despegue el cuero y saque las tripas. No llevaba mi pequeña cuchilla, el escape no me permitió traerla, con ella hacia maravillas y me hubiera servido ahora, pero era hábil con mis manos. Y a falta de cuchillo, prepararía igual éste manjar.
Era tanta el hambre que lo comimos medio crudo. eran casi dos días que no probamos bocado. Y aunque estaba en el suelo comiendo sin sal ni aliños era lo más sabroso que estaba comiendo. Nuevamente mis lágrimas caían, porqué no solo era la carne.
Era un todo, era comer en libertad y eso no tenía precio. Grité fuerte y me reia a la vez. Fueron tantos años que viví en silencio y con mi mirada en el suelo, que corría y mis perros me seguían moviendo su cola. Me tiré al suelo y miré las copas de los árboles, la brisa movía las ramas, era todo tan perfecto. No tenía nada, pero a la vez tenía lo más importante, era libre.
Calculaba que debían ser como las diez de la mañana.
--Chicos, debemos buscar un lugar donde vivir por un tiempo y alejarnos de dónde vivíamos. Así que borraremos nuestras huellas y seguiremos caminando. Apagué la fogata y cubrí con hojas todo.
Comenzamos a subir y bajar los cerros, era algo común para mí. Llevaba años haciéndolo, rebuscaba las semillas y era una aventura para mí, encontramos varios cursos de rios y encontré varios tesoros comestibles en el camino, hongos, semillas y algunos frutos de árboles, pero también objetos valiosos botellas de vidrio, para trasladar el agua, pedazos de cuerda, un saco, dónde iba poniendo todas mis cosas recolectadas. Y finalmente un hacha y un cuchillo, un poco oxidadas dejadas seguramente por trabajadores. Ahora sí era feliz.
Cuando comenzó a oscurecer, decidí que era momento de buscar un lugar para pasar la noche Fue Susy quien dió con el lugar perfecto, una cueva, seguramente alguien también la había ocupado tiempo atrás. Se veían las piedras y troncos donde habían hecho fuego.
Ahora sí estábamos bien. Recolectamos mas leña y mis piedras hicieron el milagro, comimos todo lo recolectado.
Nos acostamos a dormir....mirando el techo de la cueva iluminado por las llamas, veía mi vida pasar, tan llena de odio.Los gritos y golpes eran mi pasado. Mi corazón palpitaba fuerte y pensaba que tenía un futuro, cómo o dónde no lo sé? sólo tenía la certeza que estaba ahí.
Pensé que será de ellos? me pregunto si la policía me buscará? y aunque tengo miedo por mis perros, si me encarcelan que sería de ellos?. Y nuevamente lloré, no podía permitir que me separaran de los únicos seres a quienes yo les importaba.
Traté de olvidar y dormir y creo que fue el sueño más tranquilo que pude tener.
Al otro día temprano iniciamos la partida y tomamos el rumbo para alejarnos.
Fué un buen día, encontramos un manzano. No podía entender como había llegado ahí, en medio de un bosque de árboles nativos. Estaba repleto de manzanas, comimos tantas. Que el jugo chorreaba por nuestras bocas. Buscamos un refugio cerca, para el otro día antes de partir comer lo que más pudiéramos. Y así lo hicimos, en cuanto amaneció comimos y partimos, cuando llevábamos como cuatro horas de viaje por primera vez escuché voces. Los años de silencio hacia que nos entendamos con gestos con mis perros. Nos escondimos y los vimos pasar, eran tres hombres, ellos no ladraban ni gruñían, solo esperaban mirándome. Iban muy rápido y conversaban entre ellos.
--Viejo desgraciado, pero ya hablará, en tres días más volveremos y ahí veremos si no va hablar.
--Jajaja, cantará clarito y nos entregará todo. --Cuánto tiempo siguiéndole y nunca dimos con su casa.
--Pero en tres días la sed y el hambre lo ablandaran.
-- Ya verán muchachos.
No pude escuchar más. El miedo me paralizó. Pero en unos momentos reaccione y cuando volvió el silencio, continuamos nuestro camino.
Habíamos andado mucho y los pies me dolían, eran muchos días sin parar, solo para dormir.
Buscamos nuevamente un lugar y lo encontramos, bajo unos árboles, caímos los tres cansados, ni siquiera teníamos hambre, comimos algunas manzanas de las que traíamos y sin hacer fuego nos acurrucamos y el sueño llegó.
Me desperté temprano y en silencio empezamos la partida nuevamente. Cuando llevábamos como una hora andando mi Vaquero me avisó que algo pasaba, nos escondimos rápidamente. Y esperamos, el silencio hizo que escuchará a lo lejos unos quejidos. Reconozco que sentí miedo pero no podíamos quedarnos por siempre escondidos, avanzamos un poco más y cada vez los cerros producían el eco más fuerte.
--Ayudaaaa!!!
--Agua...... por Dios!!!
Dios....el que me había ayudado a escapar ...la voz lo nombró...
--Que hago? No podemos dejar que nos vean.
Miré a mis perros y ellos con su mirada inocente gemían despacito.
--No podemos chicos...nos pueden atrapar. Alguien más lo escuchará.
Me respondí solita. Claro si hemos visto tanta gente. Los hombres malos fueron los únicos en cuatro días de caminata.
Seguimos avanzando y me dije si el camino nos lleva, hacía la voz, le daré agua.
Los quejidos se escuchaban cada vez más cerca.
Escuchaba los gemidos , pero no veía nada. Si no hubiera tenido a los chicos jamás lo hubiera encontrado. Debajo de unas ramas había un hoyo pequeño profundo. No se veía mucho pero si había alguien ahí abajo. Los quejidos provenían del fondo.
Mi desconfianza hacía todos me hacía dudar, pero alguien necesitaba ayuda y no sé cómo pero algo tenía que hacer.
-- Hay alguien ahí?
Después de unos minutos me grito
--Niño, ayudaaa
--Estoy acá abajo amarrado, no me puedo mover.
Solo había una solución y era bajar a ver qué pasaba. Les dije a los chicos que no se movieran y me esperaran.
Mis años en el monte me hicieron muy hábil para desplazarme, muchas veces me caí escalando pero siempre me levanté, me ate las cuerdas y bajé.
Se veía poco, el bosque cerrado de árboles no dejaba ver claridad. Me agaché y ahí había un hombre viejo amarrado por los cuatro miembros. Llevaba una botella de agua y le di de beber. Fue recuperando la voz.
--Niño ayúdame a salir, te pagaré bien.
--Con el cuchillo corté las amarras y se pudo mover.
--Tengo que subir y tirar de usted.
--Crees que podrás? eres muy delgado..
--No lo sé, pero trataré, soy fuerte
Subí de vuelta y amarré mejor la cuerda a un árbol y le grité que comenzara a subir, mientras yo tiraba, mis manos se despedazaron de tanto tirar.
Lentamente y después de varios intentos el anciano salió.
Se veía muy mal, apenas podía abrir los ojos, estaba muy golpeado. Y le costaba caminar. Mis perros lo olieron y no le gruñeron, ellos eran mi mejor indicio para reconocer a una persona.
--Niño, me tendrás que ayudar a llegar a mi casa. Estamos cerca. Se afirmó de mí y comenzamos a subir un cerro muy empinado, fueron como tres horas, el hombre caminaba muy despacio, su estado no le permitía más. Cuando llegamos a una pared de rocas, creí que su condición le había hecho equivocar el camino, pero movió un poco una cascada de hiedras y había una pequeña hendidura que permitía pasar. Comenzamos a caminar y en unos quince minutos llegamos a una cabaña.
--Ayúdame a entrar, abre la puerta...
Adentro todo se veía ordenado y limpio. Había una cama, dónde se tendió y se durmió.
Miré a mis perros y me pregunté que hago?
Comencé a mirar todo. Habían muchos libros. Con mis manos los toqué, no sabía que decían.
Mi asombro era mucho, nunca había estado en un lugar así, tenía hambre y por ende mis perros también. Comencé a buscar comida y tenía muchas cosas. Pescado y carne colgada. Saqué tres pedazos grandes y comimos. Fue un banquete lo rico que estaba.
Me senté en el suelo y mientras mis perros me lamian mis manos me dormí. Hacía días que no descansaba así. Segura y sin miedo.
Esperaré a que el anciano despierte y nos iremos.
Debíamos seguir, sabía que ella no dejaría de buscarme.