Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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Posesivo
—Escúchame, mi joven dragón— dijo Lugus al tiempo que subía una mano por su brazo para pasar por su cuello, hasta llegar a su rostro, al tiempo que Fafner parecía ronronear.
—Ya no puedes llamarme así— la voz de Fafner sonaba más profunda y antinatural que antes, sin mencionar que una inmensa cantidad de poder se escapaba de él, lo que el demonio intuyó era el aura del dragón —Pero me guata que digas que soy tuyo— concluyo con un tono pícaro.
—Sigo siendo más viejo que tú— le recordó Lugus con un tono calmado, mientras con sus dedos exploraba parte del rostro del dragón.
—Ahora te vez muy joven— replicó Fafner con un tono dulce —Ya no puedes hablarme como si fuera un chiquillo...— entonces Lugus encontró su boca, la cual delineó ligeramente con la punta de sus dedos, por lo que Fafner volvió a ronronear.
—¿Y cómo desea éste gran dragón ser llamado?— preguntó el demonio con un tono juguetón, como si el dragón que lo tenía entre sus brazos no se estuviera saliendo de control.
—¿Puedes llamarme por mi nombre?— pidió Fafner con voz melosa, y con un tono de pesar continuó —No recuerdo haberte oído decir mi nombre— musitó en tono bajo, para concluir con un aire soñador —Imagino que en tus labios mi nombre se escucha mejor...
Entonces Lugus se dispuso a concederle su petición —Fafner— había una impronta de posesión que se marcaba en su pecho cada vez que lo pronunciaba —Fafner— era una sensación que había estado temiendo, pero que ahora lo regocijaba —Fafner, por favor escúchame...
—Si siempre me llamas así— coqueteó el dragón —Prometo escucharte...
—Haré lo posible— suspiró Lugus, que ya podía sentir el aura del dragón condensándose a su alrededor —Pero ahora escúchame por favor.
—Yo siempre te escucho— admitió con tono resignado —Desde que te conocí, no he podido dejar de buscar tu voz.
—Entonces, Fafner, quiero que por favor disminuyas tu aura— pidió con mucho tacto, ya que insinuarle que estaba perdiendo el control podía hacer que la situación empeorara.
—No esta descontrolada— respondió el dragón contrariado —Sólo te estoy protegiendo— aclaró lleno de convicción, para concluir con un tono un tanto asustado —Siento que algo terrible te asecha, viene por ti, para arrancarte de mi lado...
—¡Fafner!— volvió a llamarlo Lugus —No necesito que me protejas— dijo despacio, remarcando cada palabra lleno de convicción, con la esperanza de que el dragón lo comprendiera —Yo voy a estar bien... ¿Me comprendes?
—No se siente así— repuso Fafner con una voz reverberante, que le indicó a Lugus que los instintos de dragón habían tomado el control —No siento que puedas estar bien... no pronto, y esta cosa te está asechando, para arrancarte de mi lado... y no voy a permitirlo...
—Sólo disminuye tu aura— rogó Lugus con voz autoritaria —Dejaré que me protejas, siempre y cuando no me alejes de mi familia.
—Yo en verdad deseo protegerte— volvió a hablar la voz del instinto de dragón —Yo deseo encerrarte en una torre, no quiero que nadie se te acerque— repitió con gran pasión —Yo voy a protegerte...
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Mientras Danu corría desesperada en busca de ayuda se encontró con Melly y Ragnar, que bajaban del monte, estaban regresando de su entrenamiento, junto con Boreas, que le había agarrado gusto a practicar con los dragones, quienes no se andaban con rodeos a la hora de pelear, sin importar que sólo fuera una práctica. La bruja estaba agitada y a penas podía articular palabra, entre el miedo que había encogido su estomago y que ella estaba completamente fuera de forma, a penas se le alcanzaba a escuchar un murmullo jadeante: —Un dragón... con el tío Luguuus... grrrande— fue lo que Boreas alcanzó a entender, gracias a sus años de experiencia como dueño e instructor principal de un gimnasio al que, cada mes, llegaba uno o dos alumnos que jamás en su vida habían hecho ejercicio, y que solían sofocarse al subir las escaleras del primer piso.
Ragnar en ese momento recordó lo inquieto que había estado su hermano al no poder ver al Señor Lugus, algo extraño viniendo de alguien tan frío y desapegado como lo era Fafner, por lo que, si sus sospechas eran ciertas, las probabilidades de que éste se desbordara al no poder ver al demonio, o peor aún, ante un rechazo, eran muy elevadas. Así que, sin pensarlo, Ragnar corrió en la dirección por la que había visto llegar a Danu, seguido de cerca por Melly y Boreas, quienes casi caen al piso al estrellarse de lleno con la enorme espalda de Ragnar, que se había detenido abruptamente a unos escasos treinta metros de donde se encontraba un enorme dragón hecho de un aura azul, que movía constantemente su cola, amenazando con arremeter contra cualquiera que intentara acercarse.
—¿Qué demonios pasó aquí?— preguntó en voz alta Melly, que nunca había visto algo como eso, ya que el dragón de Fafner era mucho más grande que el dragón de Ejder, e incluso más imponente que el dragón de Ragnar.
—¡Gracias a la Diosa Madre llegaron!— exclamó Woden, acercándose a ellos —Rápido, hagan algo, antes de que eso se salga de control— los recién llegados no sabían si Woden, al decir eso, se refería al dragón de Fafner, o a toda la situación que aún no acababan de comprender.
—¿Cómo pasó esto?— preguntó Boreas abrumado —Se suponía que tú y Danu cuidarían al tío...— reclamó a su gemelo ante su propia incapacidad de entender la situación.
—No lo sé— respondió Woden, acomodando su melena trigueña hacia atrás, como señal de preocupación y frustración —El tío Andras nos pidió ayuda con unas cosas, mientras el tío Lugus tomaba su baño de luna... La verdad creo que trataba de alejarnos y cuando regresamos...
Al oír la explicación de su hermano, Boreas apretó su mandíbula hasta casi romperse una muela, se sentía como un tonto por haberse confiado, él ya sabía que ese dragón no se quedaría tan tranquilo después de que ellos lo hubieran bloqueado tantas veces. Sin embargo, nunca se imaginó que la traición vendría de su otro tío; en especial porque se suponía que era el más viejo de todos ellos, quien había fungido como guía y guardián de su tío Lugus, la voz de la razón que siempre regañaba al demonio más joven por esa afición suya a coquetear con el desastre.
—Yo podría intentar razonar con él— dijo dudoso Ragnar —Pero si me llega a ver como una amenaza...
—No— interrumpió de inmediato Melly —Iré yo, tú has jugado a ser su rival demasiadas veces, y no creo que su dragón tome a bien que intentes acercarte a lo suyo...
—¿Suyo?..— preguntaron al mismo tiempo Boreas y Woden —¿Qué es suyo?..— y ante la falta de repuesta volvieron a hablar al unísono —¿No estarán insinuando que ese dragón cree que mi tío es suyo?— preguntaron con con un tono de horror en su voz; para encontrarse con una mirada de disculpa por parte Ragnar y Melly, que a la vez fue una respuesta claramente afirmativa.