Al morir y regresar, después de saber su destino; decide dejar todo por lo que siempre se esforzó y tratar de sobrevivir, sin importar lo que el resto de la gente a su alrededor, diga.
En su camino encuentra a la persona que la ayudará y será su apoyo en un futuro, al menos eso cree.
Para ello tendrá que casarse con aquel desconocido.
¿Será verdad?
¿Un contrato puede ser cumplido o se tendrá que romper?
¿El amor puede surgir a pesar de no conocerse?
Historia de Johana y Donatello, el principio de su vida...
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¿Me aceptas?
—Entonces me retiro, ¿nos vemos para la cena?— quería comenzar a convivir con su futuro esposo.
—Cla…claro— su nerviosismo aumentó al estar presentes otras dos personas.
Johana por fin salió del lugar, necesitaba arreglar todo lo que había llegado, pues quería sorprender a Donatello esa noche.
Los vestidos que llegaron, eran simples, sencillos, pero la elegancia y por supuesto la calidad, estaban presentes. Escogió uno color vino, que la hacía resaltar su figura y también por el color de piel, se veía muy hermoso, no era escotado y tenía mangas largas, eso era lo que realmente le gustaba.
Todos siguieron con sus deberes y la noche llegó, enseguida la castaña fue llamada para cenar, era algo delicioso como cualquier cosa que preparaban en ese lugar.
El general ya estaba presente y se puso de pie para acercarle la silla a Johana. Ella agradeció el gesto con una sonrisa.
—Estás más hermosa está noche— la admiraba de pies a cabeza, realmente el color oscuro, resaltaba la belleza de Johana, al ser ella de piel clara.
—Vaya, hará que me sonroje— en el fondo estaba feliz, había cumplido su cometido.
Cenaron en silencio, disfrutando de la compañía y de la exquisita comida.
Cuando terminaron, el general le pidió a Johana dar un paseo, claro que ella aceptó gustosa.
Caminaba por el jardín trasero, ella adoraba la naturaleza, pues fue donde se crío la parte de su vida que más le había gustado, así que disfrutaba gustosa del paseo.
Llegaron hasta un pequeño kiosco, uno pintado de blanco, por eso resaltaba a la luz de la luna. Pronto fue sorprendida por una linda melodía, con arpa. También se encendieron algunas luces alrededor del kiosco y dejó iluminado todo a su alrededor.
—¿Y esto?— se sorprendió, pero estaba feliz.
—¿Me concede esta pieza, señorita?— extendió su mano derecha, mientras hacía una reverencia, con la mano izquierda detrás de su espalda.
—Será un honor caballero— se inclinó y tomó la mano de Donatello.
Comenzaron a bailar, al compás de la música, ésta era lenta y eso ayudó para que Johana se agarrara del cuello de Donatello y él la acercó a su cuerpo, tomándola de la cintura. Paso a paso, llegaron al final de la melodía y entonces, él se hincó, sacando de su bolsa del pantalón, una pequeña cajita de terciopelo dorada.
—Eres lo que siempre había esperado, por eso me gustaría conocerte y pasar el resto de mi vida a tu lado, ¿aceptarías ser mi esposa?— su sonrisa era radiante, su mirada brillaba, haciendo lucir más, esos hermosos ojos color miel.
Johana no se esperaba algo así, jamás imaginó que ese hombre fuera todo un romántico, aunque ya se hacía una idea.
—Yo.— Lo pensó por un momento, algo que puso nervioso al general —me encantaría—
Jamás imaginó tener este tipo de propuesta, vivió toda su vida siendo tomada en cuenta, como la última opción para todo, así que ¿por qué imaginar un futuro feliz con alguien que de verdad llegara a quererla?.
Algunas lágrimas descendían por sus mejillas, eran de emoción. Realmente estaba muy feliz.
Donatello se apresuró a ponerle el anillo, uno de diamante rosado, lucía hermoso en su mano, era una pieza exquisita y única en el mundo, hecha específicamente para la castaña, enseguida se dispuso a limpiar su rostro con un pañuelo y la abrazó con delicadeza.
—De ahora en adelante ya no estarás sola, seré yo quien te proteja y esté por siempre a tu lado— le dio un beso en la frente y volvió a abrazarla.
Claro que el cómplice de todo esto, fue nada más y nada menos que Stephan, que a pesar de su carácter, era otro romántico, parecía que eso venía de familia.
—Tengo miedo— le susurró al oído.
Donatello entendía a lo que se refería, incluso él también tenía miedo, pues era la primera vez que sus sentimientos florecían de esa forma, además comprendía lo que Johana sentía, ya que había vivido prácticamente sola desde que era una niña.
—Juntos afrontaremos lo que venga— entrelazaron los dedos de sus manos y entraron a la mansión.
Desde lo lejos, aquel joven pelinegro, solo sonreía por ver felices a sus primos, porque si, él ya consideraba a Johana parte de la familia.
Subieron hasta la segunda planta, pero Johana se detuvo en la puerta de su habitación, dando a entender que dormiría ahí y no con Donatello.
—Creí que tal vez…— se veía triste
—Solo me voy a cambiar de ropa, espere en su habitación, dormiré ahí— sonrió ladina, estaba muy feliz y claro que tenía una broma preparada para el duque, eso no lo iba a dejar pasar.
Entre lo que le había llegado, estaban aquellos camisones de encaje y satín, que pidió específicamente para conquistar a su prometido. Se puso el de color negro, era un pequeño camisón que apenas llegaba a medio muslo y una bata del mismo tamaño, pero está era de encaje. Se miró en el espejo y se sonrojó por lo que veía, realmente nunca imaginó ser capaz de algo así, se veía tan sexi, que incluso se relamió los labios, un ligero cosquilleo se hizo presente en todo su cuerpo.
Cómo acto final, se puso una capa que la cubría hasta los pies y salió de su habitación para ir a la de Donatello, quién esperaba impacientemente, no haría nada que hiciera sentir incómoda a Johana, pero si quería dormir abrazado a ella.
Tocaron la puerta y dio el pase para entrar, se extrañó por ver cómo iba la castaña y estaba a punto de acercarse a preguntar, pero Johana dejó caer la capa, dejando al descubierto aquello que llevaba puesto, lo que paralizó por completo al general.
gracias por escribir