Alicia reencarno en uno de los tres ducados en el imperio de Imix, a pesar de ser de una buena familia jamás salió de la mansión del ducado por culpa de su padre.
En su momento más crítico Alicia decide aprender a pelear y poder ser fuerte para sobrevivir.
¿Por qué reencarne?.
¿Al final tendré una vida tranquila?.
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¿Compromiso?
Crecer y huir, es una buena idea para alguien como yo.
‘¿A dónde?’.
Cualquier lugar es mejor que este lugar.
Al menos la nana me había enseñado cómo leer y escribir o si no mi conocimiento seria el de un primitivo.
Bueno, al menos tampoco sufro de vivir en el desván, tengo un cuarto no tan bueno como el de los demás pero es habitable, al principio la nana lo decoro cuando era muy pequeña pero eso fue solo una sola vez.
Terminé de comer mi sopa y mi fruta que me consiguió la niñera y me senté a practicar mi lección de etiqueta con la niñera.
“Si mi señorita así es como se hace”.
Los únicos cumplidos son los que la niñera me ha dicho.
“Hice lo que pude”.
Con una sonrisa de agradecimiento le di a la niñera y fue cuando ella habló mientras me sentaba en la silla.
“Mañana le pondré el mejor vestido que pueda conseguir”.
“Si”.
“Me iré, la dejaré sola por un momento ya que tengo que preparar lo que mañana usará”.
“Si nana”.
Ella salió de la habitación y una vez más me quedé encerrada dentro de la habitación, a la niñera apenas le daba tiempo de ir a preparar la ropa y lo demás que pueda conseguir.
Me senté en la cama y empecé a leer los libros que la niñera había conseguido de la biblioteca.
En el imperio Imix, se dice que la historia comienza con la ayuda de un dragón y que los descendientes de la familia imperial tienen el poder del dragón rojo, se dice que su poder va desde la larga vida que tienen, la magia y la fuerza de un guerrero sin mencionar que sus habilidades sólo son rotas como un gobernante supremo.
Cuenta con tres ducados con los que compartió sus poderes, Ix, Cib y Manik.
Los especialistas de Ix en la magia, Cib en la fuerza del aura y Manik en el conocimiento.
‘Alicia Cib es mi nombre’.
La preciosa hija del ducado Cib.
Al menos es lo que las personas que conocen mi existencia han de pensar, la última vez que estuve fuera de mi habitación tenía 3 años, yo creo que los demás han de pensar que he muerto o solo no me conocen.
El duque fue el que mando que no volviera a salir.
Bueno mañana saldré a conocer un poco el mundo, aunque sea por un momento y eso me hizo feliz por un momento.
Pensar que saldré de estás cuatro paredes me hizo aliviar un poco mi alma.
Me quedé dormida en algún momento con el libro en las manos hasta el otro día.
“Señorita, despierte tenemos que arreglarla”.
“¿Niñera?”.
Me desperté a los movimientos de la niñera.
La niñera Clara que ya era algo vieja, sus arrugas empezaban a mostrarse con el cabello café oscuro y sus ojos marrones, aunque ya empezaban a mostrarse uno que otro cabello blanco.
“Tenemos que alistarla”.
“Si”.
Había olvidado que tenía que ir hoy al palacio imperial, me levanté y rápidamente me dí una ducha con agua fría.
‘Helada’.
La niñera puso su máximo esfuerzo y consiguió un vestido nuevo.
“¿De donde salió?”.
“El duque lo preparo”.
“...”
Eso no me lo creo, era más fácil decir que es un vestido viejo de la segunda hermana.
“Apuremonos”.
“Si”.
Me coloque el vestido y los arreglos.
“Es hermosa mi señorita”.
“Gracias nana”.
Me vi en el espejo y no me veía tan mal.
Salí de la habitación y me dirigí hacia la entrada con la ayuda de la nana.
Fue cuando sentí la brisa del exterior, la brisa era algo que solo sentía levemente en donde vivía, tenía cuatro años sin salir de esa habitación.
Quiero llorar de felicidad.
El viento, el sol de la mañana era algo que ya no conocía.
Mi cabello negro suelto se ondeaba con la brisa como si me saludara.
Fue cuando mi vista choco con la del duque.
Yo era una mini versión del duque con el rostro de mi madre según las palabras de la niñera.
Caminé hasta el carruaje donde me esperaba el duque con un rostro hosco.
“Saludos duque”.
“Vamonos”.
‘Al menos un buenos días, ¿no?’.
Subí al carruaje con ese pensamiento, odiaba a ese hombre y mi forma de molestarlo aunque eso hacia solo con mi presencia.
El odiaba solo verme y con eso era suficiente para amargarle el día.
El carruaje empezó a avanzar con los dos dentro.
Mire con curiosidad por la ventana, tenía que conocer el lugar para ver si un día escapara de este lugar cual seria la mejor opción o por donde debo de dirigirme, no me perdi ni un momento de la vista.
El duque por supuesto no me habló, como si no existiera en este lugar él solo siguió con los documentos que tenía en la mano.
La capital a simple vista es hermosa, según mis libros este lugar es próspero y todos viven tranquilamente.
No tardamos en llegar al palacio imperial.
“Baja”.
“...Si”.
Con la ayuda del cochero baje, el vestido solo hacia complicado moverme con libertad pero por lo menos tenia resistencia aun estando confinada en la habitacion.
El duque solo espero a lo lejos mientras caminaba con mis pasos mas pequeños que los de él.
“Apurate Alicia”.
“Si duque”.
Avance como pude por los pasillos del palacio hasta que llegamos al salón principal.
"Yo ya estaba agotada".
“Entrando el duque Cib y la joven señorita Alicia Cib”.
Entramos a donde estaba el trono, el emperador sentado en el trono esperandonos a llegar a cierta distancia.
“Saludos al sol del imperio”.
El duque me miró como diciendo saluda.
“Saludos al sol del imperio”.
Salude de la misma forma que él con la debida etiqueta que había aprendido de la niñera.
“Duque y su amada hija”.
‘¿?’.
¿Amada?, ¿Está ciego?’.
A simple vista el duque traía una expresión de desprecio, ¿donde está lo amada?.
“Si, mi hija casi no sale de la mansión por problemas de salud pero hoy lo logró”.
Mentiroso.
“Ya veo, la señorita a pesar de ser del ducado Cib nació débil”.
“...”
No sería débil si me cuidara mejor.
“Bueno hablemos del compromiso duque”.
“Sí majestad”.
El emperador me miró como si me analizará, mi salud no era realmente buena pero tampoco mala y mi condición física solo se limitaba por el vestido engorroso que traía puesto pero si me lo quitará incluso puedo correr un poco.
“Pensé que sería bueno comprometer a la hija mayor del duque Cib con mi hijo el primer príncipe que tiene ocho años, un año más que la princesa”.
“...”
“Espero que usted princesa se lleve bien con mi hijo el príncipe Emilio”.
“Si, su majestad”.
Si me comprometo, saldría del ducado seguido y al menos eso me ayudara a salir adelante, el compromiso no se me hizo mala idea.
El emperador asintió satisfactoriamente a mi falta de expresión, después miró a un lado donde entraba el primer príncipe, su cabello rojo con sus ojos dorados me miraron.
Padre e hijo son iguales, los dos eran similares en ojos y cabello, el color de la realeza.
“Saludo a la estrella del imperio”.
Al unísono el duque y yo saludamos al primer príncipe.