Rowellin sólo quería una familia, un hogar propio y un esposo amoroso, pero, en lugar de eso, se encontró con demonio, el mismísimo diablo llamado; Artemis Winchester.
Atención, esa historia es moralmente cuestionable, no apto para sensibles. Rowellin es la hija de Kendric Maynard (Historia de "Ya no te amo").
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Capítulo 2
Ambos seguimos a Buford, nos obligó a tomar un baño y luego nos llevó a una habitación pequeña y algo descuidada, apenas tenía dos camas y una lámpara. Aún así, se veía mucho mejor que las habitaciones del orfanato.
—Mañana comenzarán su día como empleados de la mansión Winchester. Ambos tendrán su propio sueldo y, si lo hacen bien, cuando renuncien tendrán un dinero para buscar un nuevo hogar. –Nos comunicó mientras observaba su reloj de bolsillo–.
—Ahora duerman, tendrán mucho trabajo que hacer al despertar.
Sin nada más que agregar, él se fue, dejándonos solos en nuestra nueva habitación.
—No puedo creer que lo logramos. –Verbalizó Christian, la incredulidad en su expresión no tenía precio–.
Me dejé caer en la cama, sintiendo la suavidad de las mantas sobre mí piel.
—No podemos arruinarlo, Chris. No quiero volver a pasar necesidades ahí afuera, Sor Carmela dijo que debemos hacer todo lo que nos ordenan, sólo así podremos vivir en paz. –Remarqué y él asintió–
—Lo prometo, me encargaré de ahorrar cada centavo para poder irnos de aquí y no pasar necesidades. Te lo prometo, Rowellin. –La seriedad y determinación en sus palabras, era sorprendente. Sonreí al verlo, Christian siempre era así, para él yo era su mundo entero–.
—¡De acuerdo!
Al día siguiente, más precisamente a las cuatro de la mañana, la señora Nana vino a despertarme. Me dió el desayuno, para luego entregarme un uniforme de sirvienta. Consistía en un vestido negro corto con volados blancos. Una diadema de tela de color blanco y medias hasta los muslos.
Me veía bonita.
Pero no entendía porque debía usar ese tipo de uniforme. Ciertamente las demás criadas no usaban ese tipo de ropa.
Tal vez sea porque todas son señoras mayores pero, aún así, era una diferencia bastante notable. Pero no dije nada, porque mí trabajo es obedecer, no cuestionar.
—A partir de hoy, despertarás todos los días a las cuatro de la mañana. Prepararás el café con los granos molidos en el momento. Panqueques dulces y waffles salados. Frutas, varios tipos. Y también jugo de naranja exprimido sin pulpa. Eso es lo que la señora desayuna.
La seguía por cada parte de la mansión mientras escuchaba cada una de sus instrucciones.
—Si no le gusta, o no come, no digas nada. Aquí ellos son la realeza y nosotros la servidumbre. No cuestionamos, obedecemos. No nos quejamos, aceptamos. ¿Entiendes? –Preguntó y asentí–.
Ví cómo se detuvo a unos pasos delante de mí, volteó y sus ojos color verdes se posaron en los míos.
—Y lo más importante es que nunca, y escúchame bien, nunca te acerques al señor Winchester. –La observé con atención, sin comprender porque me daba aquélla órden, la cual más que una órden, se sentía como una advertencia–.
Simplemente asentí en silencio.
—La señora es muy celosa y sobreprotectora con su esposo. Y el señor... Bueno, como decirlo... Es peligroso. –Sentenció con absoluta seriedad–. Así que nunca te acerques a él.
Era como la tercer advertencia que me daba sobre el señor Winchester, no soy una persona con problemas aditivos, tampoco de comprensión. Así que no entendí porque tantas banderas rojas con respecto al jefe. Aún así, no cuestioné nada.
Siendo honesta, sentía incomodidad cada vez que escuchaba nombrar al señor Winchester. Cómo si un escalofrío recorriera mí columna cada vez que alguien habla de el.
Nana me dejó sola en la cocina, aún era muy temprano y cada uno de los empleados estaban cumpliendo con su tarea asignada. Yo fuí asignada a la cocina del ala Oeste.
El ala Oeste de la mansión, es el sector de la señora Malenka. Mientras comenzaba a preparar los panqueques, observé por la ventana. Ahí estaba Christian, junto con el señor Buford.
Él estaba dando instrucciones, mientras que Chris cortaba unas plantas feas. Tenía el ceño fruncido, estaba molesto. No me sorprende, nunca le ha gustado seguir órdenes.
—Parece que tu novio está molesto. –Una voz femenina detrás de mí, me hizo saltar de sorpresa. Volteé y me encontré con la señora Malenka–.
—¡S-Señora! –Tartamudeé–.
Ella simplemente me observó de arriba a abajo, como si estuviera juzgando mí apariencia. No mentiré, me sentí avergonzada. No por su mirada desdeñosa, sino por el maldito uniforme que me obligaban a usar.
Se sentó en la mesa, esperando ser atendida, y obedecí. Le serví de la forma que Nana me enseñó. Puse sus panqueques frente a ella, el café caliente recién hecho. Los waffles salados y la fruta. Tampoco olvidé el jugo de naranja exprimido y la miel para los panqueques.
Parecía un jodido festín, me sentí orgullosa de mí misma. Pero mí orgullo se fue por el desagüe cuando la señora Malenka Novikova, arrojó todo lo que le serví al suelo.
—Asqueroso. –Declaró–.
Ella ni siquiera había probado un maldito bocado, ¿Cómo podía saber si estaba asqueroso o no? Me hirvió la sangre, quise gritarle, pero recordé las palabras de Sor Carmela. También las de Christian.
—Sólo obedezcan a todo lo que les digan, no se quejen, tampoco protesten. Tienen la oportunidad de vivir una buena vida, no la desperdicien.
—Cuando tengamos suficiente dinero, nos iremos de aquí y viviremos juntos en un lugar bonito sin tener que pasar necesidades.
Sin decir nada, me agaché y comencé a juntar la comida del suelo. Para luego arrojarlos a la basura.
Ella me observó con atención, como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos.
Cuándo terminé, volví a ponerme de pié.
—No te has puesto a llorar, eso es bueno. —Comentó, comientras se acomodaba en su asiento y agarraba su laptop–.
—El lado Oeste de la mansión, es mía, mí sector. Sin embargo, mí esposo se ha encargado de poner a sus asquerosos subordinados a mí alrededor para controlarme. –Informó–. Estoy cansada de estar rodeada de ancianas y viejos decrépitos.
Debe estar hablando de Nana y Buford...
—Por eso te traje aquí, Rowellin. –Sus ojos se posaron sobre los míos–. No eres una anciana bajo las órdenes de mí marido. Tampoco tienes la edad como para pensar en seducirlo, eres ciertamente... ¡La sirvienta perfecta!
No respondí, simplemente la observé mientras escuchaba su declaración. No parecía estar mintiendo, pero tampoco me estaba halagando.
—El ala Oeste es mía, el lado Norte le pertenece a mí marido. Y los demás sectores se reparten entre sus hermanos. –Comunicó y asentí en reconocimiento–.
—Debes tener algo muy en claro, Rowellin. A dónde yo vaya, irás conmigo. Mí palabra es ley para ti. Y si en algún momento olvidas cuál es tu lugar debajo de mí techo... –Sus ojos, antes verdes, ahora se pusieron negros; ella estaba amenzandome– Te recordaré de la peor manera que aquí sólo eres una sirvienta, ¿Entendido?
Ésta maldita mujer era aterradora, ¡Estaba amenzanandome a primera luz del día! ¿Quién demonios hacia eso?
Aún así, asentí. No tenía intenciones de traicionar a mí jefa, tampoco pretendía olvidar mí lugar como sirvienta. Quería cumplir con mí deber, para que luego me paguen y así poder irme de aquí en el futuro.
—Entiendo, señora. –Asentí y ella sonrió–.
—Eres una buena niña, Rowellin, sigue así y te pagaré bien.
★★★
He estado trabajando aquí desde hace tres meses y, por fortuna, nada malo ha ocurrido.
Christian poco a poco fue ganándose su lugar entre los empleados masculinos de la mansión. Por mí parte, sólo tengo contacto con Nana y Buford.
Eso se debe a qué las demás empleadas son señoras muy mayores que me miran feo por ser la sirvienta personal de la señora Malenka.
Aunque no me importa en absoluto, no vine aquí a hacer amigos, vine a hacer dinero.
—¿Qué vas a hacer hoy? –Pregunté, mientras comenzaba a arreglar mí uniforme–.
—Tengo que dejar el jardín perfecto para ésta noche. –Respondió Christian, quien salía de tomar una ducha–.
—¿Hoy? –Cuestioné– No puedes, es domingo, nuestro único día libre en la semana. –Le recordé y bufó–. Lo sé, pero se dice que los señores Winchester vendrán hoy luego de su largo viaje de negocios. –Reveló, dejándome atónita–.
¿Los señores Winchester vendrán a la mansión? Tiene sentido... Es su casa... Pero, aún es raro, es la primera vez que los veremos desde que comenzamos a trabajar aquí.
Antes de que pudiera decir algo más, escuchamos a Buford abrir la puerta.
—Rowellin, la señora te espera en su habitación. –Comunicó–.
Maldición...
Rápidamente salí y comencé a dirigirme a la habitación de la señora Malenka, mientras caminaba, no pude evitar notar lo alterados que estaban los demás empleados de la mansión.
Todos corrían de un lado, moviendo cosas sin parar. Las expresiones en sus rostros sólo decía una cosa; estaban aterrados.
La pregunta es, ¿Por qué?
Estaba tan distraída que al doblar en uno de los pasillos de la mansión, no noté a la persona frente a mí. Choqué contra él, haciéndolo tumbar su celular.
—¡Oh, Dios! –Rápidamente me agaché y tomé el artefacto, volví a ponerme de pié y levanté la vista–.
Aquélla visión me dejó inmóvil, un hombre alto de cabello negro, ojos color verdes profundos, mandíbula bien definida. Y su cuerpo estaba bien trabajado.
Maldición, aquélla imagen me hizo olvidar como respirar, no porque fuera atractivo; él era aterrador.
—Yo... –Intenté recomponerme–
—¿Quién eres? –Me interrumpió repentinamente–.
Su voz salió muy bajo, casi como un gruñido ronco. Me hizo estremecer, quizá, por el miedo. Éste hombre era peligroso.
—S-Soy...
—Rowellin. –La voz de la señora Malenka me interrumpió, la observé y ella estaba cruzada de brazos en el umbral de la puerta, mientras me observaba con notable irritación–.
Agaché la cabeza y rápidamente me acerqué a la señora Malenka, esperando algún tipo de órden, pero ella no dijo ni una palabra. Al contrario, se limitó a observarme antes de mirar a su esposo nuevamente.
—¿Quién es ella? –Insistió el hombre, pero ésta vez se dirigía a ella–.
—Mi criada. –Informó, y pude ver cómo el rostro estoico del hombre Winchester se fruncía con molestía–.
—Tienes muchas sirvientas en la mansión. –Dijo con obviedad–.
—No, esas ancianas son tus criadas, ninguna es realmente mía. Pero Rowellin sí lo es. –Ella hizo un gesto con el brazo, indicando que diera un paso al frente–.
A pesar de mí incomodidad, obedecí. Dí un paso al frente, y los ojos del hombre recorrieron mí cuerpo, dejando un rastro de fuego sobre mí piel. Sin embargo, él no dijo nada, se dió media vuelta y siguió su camino sin mirar atrás.
Gracias a q la despediste ,fue q se decidió handar con tu esposo!!
Ella no gusta de Rowellin