En un ducado renacido de las cenizas, Finnian Seraphina se alza como el salvador, ajeno a la sombra que se cierne sobre él. La enigmática Lady Nayana irrumpe en su vida, una exitosa comerciante cuyo ingenio y belleza ocultan un fuego inextinguible: el de Alaia Elowen. Impulsada por la pérdida de su familia a manos de Finnian, Alaia se infiltra en su mundo, usando sus negocios y su intelecto para tejer una red de engaño, mientras Cataleya la celosa amante de Finnian, ve su posición amenazada y se consume en la ira, Finnian se siente extrañamente atraído por Nayana, ajeno a que cada palabra halagadora, cada gesto calculado es un paso más en la implacable "Venganza de Alaia". ¿Logrará su sed de justicia consumirlo todo, o el precio de la venganza será demasiado alto?
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Capítulo 1
Los Duques de Seraphina, una familia que se caracterizaba por su orgullo y ambición, poseían una afinidad ancestral con la magia de fuego, en su hogar se tejían sueños de poder, sueños que culminaron en la osadía de Lysander Seraphina por alcanzar la corona del Imperio Veridian.
Sus planes, urdidos en secreto y alimentados por la convicción de que su linaje era superior, se extendieron como una sombra amenazante sobre la corte imperial, se escuchaban susurros de una posible rebelión, pero la astucia de Lysander encontró un muro infranqueable en la figura del Duque Orion Elowen, un hombre de visión aguda y lealtad inquebrantable hacia los Emperadores, Orion descubrió los planes de traición de los Seraphina, las pruebas irrefutables apilándose como leña seca destinada a arder.
La noticia de la traición sacudió los cimientos del imperio, los Emperadores Eamon Cassian, un hombre de semblante severo, pero justo, y su esposa, la Emperatriz Thais, una gobernante de sabiduría reconocida, se enfrentaron a una decisión desgarradora, aunque la ley impuesta por sus predecesores era clara: la traición a la corona se pagaba con la extinción del linaje culpable.
La sala del trono se sumió en un silencio sepulcral mientras se dictaba la sentencia. La familia Seraphina, encadenada y despojada de su altivez, escuchó su destino con una mezcla de desafío y desesperación; sin embargo, en medio del sombrío decreto, una voz resonó con firmeza, interrumpiendo el flujo inexorable de la justicia.
- Majestades, imploro su clemencia - clamó Orion Elowen, su rostro habitualmente sereno ahora marcado por la tristeza. A su lado, su esposa, Noelia Cassian, hermana del propio Emperador Eamon, sostenía su mano con fuerza, sus ojos reflejando la angustia de su esposo -. Hay un niño Finnian, apenas un infante. ¿Puede su joven alma cargar con la culpa de las ambiciones de su padre? Él no participó en esta traición.
- Hermano, piensa en nuestros hijos, seria injusto que sean juzgados por nuestros actos, nuestros errores no son los suyos.
El Emperador Eamon y la Emperatriz Thais intercambiaron una mirada cargada de reflexión. La justicia debía ser implacable, pero también debía discernir la inocencia de la culpabilidad, tras un momento de tenso silencio, el Emperador Eamon asintió lentamente.
-Por la petición de los Duques de Elowen y considerando la juventud del niño - declaró con voz grave -, se perdonará la vida de Finnian Seraphina; sin embargo, será despojado de todo título y pertenencia, vivirá bajo la vigilancia del Imperio. Que este acto de misericordia sirva como recordatorio de la clemencia imperial, incluso ante la más grave traición.
Los nobles miembros del consejo no estaban de acuerdo con la decisión, el infante debía ver las consecuencias de intentar rebelarse, para que en futuro no cometa los mismos errores que sus padres, así fue, como un niño de apenas cinco años, presenció la ejecución de sus padres, la danza macabra de las llamas consumiendo sus cuerpos como ellos habían soñado con consumir el trono, fue un momento que se grabó en su memoria infantil, un trauma que lo marcaría para siempre. La piedad de Orion Elowen, el hombre que había salvado su vida, paradójicamente se convirtió en la raíz de un rencor oscuro y persistente.
En la mente del niño, los Elowen, la familia a la que debía su existencia, eran también los responsables de la aniquilación de su linaje, la gratitud nunca floreció en su corazón; en cambio, germinó una semilla de resentimiento que se arraigó profundamente, alimentada por la soledad y el despojo.
Mientras crecía bajo la vigilancia del imperio, Finnian cultivó en secreto este odio, nutriéndolo con cada humillación que recibía, con cada mirada de desconfianza. Los Elowen, en su opulencia y prestigio, se convirtieron en el blanco de su obsesión. Orion, Noelia y sus hijos, Liora, Alaia y Caspian, eran los rostros visibles de la afrenta que había destrozado su mundo, mientras ellos crecían en un hogar lleno de amor, sin ninguna carencia, y se cumplían sus caprichos, Finnian vivía atormentado con el recuerdo de la muerte de sus padres, con los susurros de desprecio de las personas al verlo.
Los años transcurrieron como las hojas arrastradas por el viento otoñal, cubriendo gradualmente el recuerdo de la traición de los Seraphina, las personas del reino ya no hablaban de aquel acto, y Finnian, huérfano y despojado, parecía haber abrazado su nueva realidad con una humildad sorprendente. Lejos de mostrar resentimiento o amargura ante la sociedad, se dedicó con fervor a sus estudios y al entrenamiento militar, su inteligencia aguda brilló en las academias, superando a muchos nobles de cuna, y su valentía en los campos de entrenamiento se convirtió en leyenda. No dudaba en lanzarse a los ejercicios más peligrosos, mostrando una determinación que inspiraba respeto y admiración.
Su comportamiento era impecable: cortés con los ancianos, considerado con los plebeyos, y leal a la corona. Los cortesanos, con el tiempo, dejaron de ver en él la sombra de su padre, la imagen de Lysander, el ambicioso traidor, se desdibujó en la memoria colectiva, eclipsada por la brillantez del joven Finnian. Incluso los Emperadores Eamon y Thais, quienes lo habían mantenido bajo una discreta vigilancia, comenzaron a verlo con creciente aprobación, su perdón parecía haber dado frutos inesperados.
Fue en medio de esta creciente admiración que el destino, o más bien la astuta manipulación de Finnian, lo entrelazó con la familia Elowen de una manera más íntima. Liora Elowen, la hija mayor de Orion y Noelia, poseía una belleza radiante y un espíritu vivaz que la convertían en el centro de atención dondequiera que fuera. Un día fatídico, durante una cacería real en los bosques de las afueras de la capital, Liora se vio en grave peligro, un jabalí de colmillos afilados, desviado de su camino por un "descuido" de uno de los guardias (un hombre secretamente sobornado por Finnian), se lanzó contra ella con furia.
El pánico se extendió entre los acompañantes, pero antes de que alguien pudiera reaccionar, una figura se interpuso entre la bestia y la joven. Finnian, con una agilidad sorprendente y su espada desenvainada con precisión letal, se enfrentó al animal salvaje. La lucha fue breve pero intensa, Finnian, aunque recibió un corte superficial en el brazo, logró abatir al jabalí justo cuando sus colmillos estaban a punto de alcanzar a Liora.
El alivio inundó el rostro de la joven mientras era auxiliada, su padre, el Duque Orion, llegó al lugar de inmediato, su rostro pálido de terror transformándose en gratitud. Noelia, con los ojos llenos de lágrimas, abrazó a su hija con fuerza y en medio del caos y el alivio, las miradas de Liora y Finnian se encontraron. Había admiración en los ojos de ella, un brillo de deuda y algo más, quizás una fascinación por el hombre que había arriesgado su vida para salvarla.
Orion Elowen, profundamente agradecido, no escatimó en elogios hacia Finnian, lo alabó por su valentía, su rapidez al reaccionar a una situación peligrosa, incluso Noelia, quien siempre había mantenido una cautelosa distancia debido al pasado de su familia, le dirigió una mirada cálida y agradecida. A partir de ese día, la percepción de Finnian en la corte cambió aún más. Ya no era solo el huérfano talentoso, sino un héroe, un hombre de honor que había demostrado su valía con hechos, borrando casi por completo la mancha del apellido Seraphina.
Finnian aceptó las alabanzas con una humildad estudiada, su corazón latiendo con una satisfacción oscura, su plan comenzaba a tomar forma. Se había ganado la confianza de sus enemigos, se había presentado ante ellos como un hombre digno de respeto e incluso de afecto. Liora lo miraba con ojos diferentes, y esa era la primera victoria en su larga y tortuosa venganza. El momento de acercarse aún más a su presa se acercaba, y Finnian saboreaba la dulce ironía de ser recibido en el seno de la familia que juró destruir.