MI ULTIMA ESPERANZA

POV Elena

Después de tantos problemas legales y de perderlo todo pudimos levantarnos, jamás me he rendido y esta no sería la exención, sin duda. Pasé de tenerlo todo a quedarme sin nada, y, aun así, la vida parecía rehusarse a dejarme caer.  Comencé a diseñar y coser de nuevo, lo hacía por necesidad, sí, pero también porque era mi única manera de sentirme viva. Mis manos no podían permanecer inactivas; si lo hacían, la ira me consumía. Cada vestido terminado era una manera de sanar, cada diseño un recordatorio de que aún existía. Carla me ayudó a presentar algunos de esos diseños en tiendas de alto nivel. Nunca pensé en lo que sucedería tras eso.

La noticia de mi caída se propagó rápidamente: “La diseñadora que conquistó Italia engañada por su propio cuñado”. Así lo titulaban los periódicos. Las revistas de moda dedicaron páginas enteras a mi situación. Para muchos, era una tragedia; para otros, un escándalo. Para mí, una herida abierta. Sin embargo, lo que no previmos fue que esa misma tragedia transformara mis diseños en los más deseados de la temporada. “La diseñadora que lo perdió todo”, decían, “la mujer que volvió a la maquina y las costuras a mano para sobrevivir”.

De repente, mis vestidos valían el doble. Mis bocetos se consideraban obras únicas. La gente los anhelaba, no solo por su estética, sino por la historia que llevaban. Y esa irónica vuelta del destino fue lo que me permitió renacer de las cenizas. Los ingresos de esas ventas me alcanzaron para alquilar un apartamento sencillo en el centro de Sicilia. Nada lujoso, pero acogedor. Un espacio donde Martín podía jugar sin preocupaciones y donde Carla y yo pudiéramos respirar con calma.

Martín se adaptó sorprendentemente rápido. Mi pequeño tenía solo cinco años, pero su mirada mostraba más sabiduría de la que su edad sugería. Era cariñoso y afectuoso además de muy inteligente, comprendido que estábamos pasando un mal momento y se adapto sin quejas y eso me dio fuerzas para no rendirme.

Las semanas pasaron. Una tarde, Carla llegó con su laptop, su rostro iluminado por la emoción.

—Elena —dijo, mostrándome un correo con entusiasmo—. ¡Mira esto!

Me senté en el sofá y leí. Era una invitación oficial para un concurso en Nueva York. El mensaje explicaba que participarían las mejores diseñadoras de la última temporada de París. Yo había estado allí, había presentado mi colección bajo el nombre de ELI. No gané, pero mis diseños llamaron la atención. Eso fue suficiente para que ahora me buscaran.

El corazón se me encogió. Nueva York. El lugar al que prometí no volver. Donde aún estaban los restos de mi madre, donde todo comenzó.

—No puedo aceptarlo —dije de inmediato, cerrando la laptop.

Carla me tomó la mano.

—Claro que puedes. Elena, es una gran oportunidad. El premio es suficiente para que comiences de nuevo, para abrir otro taller. ¿No lo entiendes? Es como cuando empezamos hace años, pero ahora ya tienes reconocimiento.

*

*

Esa noche no pude dormir. Caminé por la sala con una copa de vino en la mano, reflexionando. Nueva York. . .  regresar implicaba enfrentar recuerdos. Significaba recordar lo que había dejado atrás. Pero también era cierto: tal vez la vida me estaba llevando de vuelta. No tomé una decisión en ese instante. El concurso sería en dos meses. Tenía que enviar mis dibujos, preparar algunos diseños y presentarlos allí.  Me di un tiempo para pensar.

Como si el destino se hubiera confabulado dos días después, sonó el timbre.  Era Giovanni, el investigador. Su expresión era seria, pero había una luz diferente en su mirada. Traía otra carpeta.

Lo invité a entrar. Carla salió de la cocina y se quedó mirando, expectante.

—¿Lo encontró? —pregunté, sintiendo mi corazón latir fuertemente.

Giovanni asintió.

—Sí. Bruno de Angeló está en Nueva York.

Sus palabras me dieron un escalofrío. Carla fue la primera en reaccionar.

—¿Nueva York? —repitió, llevándose la mano al corazón—. Elena. . .  parece que todos nuestros caminos nos llevan allí.

Me senté lentamente en una silla, intentando comprender lo que acababa de escuchar. Giovanni abrió la carpeta y puso varias fotos sobre la mesa.

—Ahora se hace llamar León Carter. Está en el mundo de la moda, que es su área. Y no está solo. Está saliendo con la hija de un empresario conocido. Según la información que reuní, tiene planes de hacerles lo mismo que a ustedes.

Tomé una de las fotos con manos temblorosas. Allí estaba él. Sonriendo, junto a una joven con una expresión ingenua. Era el mismo rostro que había detestado, que me lo quito todo.

Sentí la ira crecer dentro de mí.  Ese malvado seguía libre, continuaba engañando y robando.

—No podemos dejarlo así —murmuré, apretando los dientes.

Carla me observó.

—Elena. . .  prepárate. Regresaremos a Nueva York.

Respiré hondo. Miré otra vez la foto. La chica que sonreía junto a Bruno no tenía idea de lo que le esperaba. No podía permitir que otra mujer sufriera lo mismo que yo.

—Diles a los organizadores del concurso que acepto —dije, elevando la mirada hacia Carla—. Y esta vez, al final de la pasarela, mostraré mi rostro.

Carla se sorprendió con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? Elena, porque el cambio si tú prometiste que jamás enseñarías tu cara. Que tu identidad permanecería en secreto.

—Lo prometí.  Pero eso fue en el pasado. Ahora me doy cuenta de que el anonimato ya no me ayuda, solo me oculta. Si revelar mi identidad me permite exponer a ese miserable, lo haré.

Un momento de silencio nos envolvió.  Giovanni cerró el documento y se puso de pie.

—Si viajan a Nueva York, yo estaré cerca. Mantengan se alerta. Ese hombre es más peligroso de lo que parece.

Lo seguí hasta la puerta. Al verlo irse, sentí que mi corazón latía más rápido que nunca.

Volví a la sala. Carla seguía mirando la foto, con lágrimas en los ojos. Yo me acerqué y se la quité suavemente de las manos.

—Se acabó el anonimato, Carla. Esta vez no solo iré como diseñadora. Iré como mujer, como madre, como víctima y como cazadora.

Me miró en silencio, comprendiendo lo que había decidido.

Yo apreté la foto hasta arrugarla. Nueva York me vio destruida. Ahora me verá volver más fuerte… y más peligrosa que nunca.