Bertha

Dos años después...

Un niño de seis años vagaba por la ciudad, no había nadie con él, la policía lo recogió porque alguien avisó.

El niño fue llevado a una casa de apoyo para niños menores de 10 años.

Ahí estuvo algunos unos días, pero las encargadas de atender a los niños eran malas y el pequeño optó por salirse de ahí.

El niño vagaba por ahí, nadie lo echaba de menos.

Como sus padres vivían peleando no se habían dado cuenta de nada.

Una señora con un bebé de seis meses lo vio...

¿Cómo te llamas, pequeño?, ¿estás perdido?

Me llamo Marco, no sé dónde está mi casa.

¿Tienes hambre?

Marco solo asintió con la cabeza.

Te daré de comer, vamos a mi casa.

La buena mujer lo acogió en su casa.

Ahí tendría techo y comida, además de ropa y calzado.

El niño no hablaba mucho, solo se dedicaba a comer.

Los padres de Marco se dieron cuenta de su ausencia dos semanas después.

¡Damián, Marco no está!, gritó Rocío angustiada.

No te preocupes, es hora de que se valga por sí mismo.

Voy a llamar a la policía.

No los llames, ¿no te das cuenta de que es una boca menos?, dijo Damián convencido de que era lo mejor. No había dinero para mantener a cuatro niños, por lo menos, ya solo eran tres.

Pronto, Damián convenció a Rocío, y ella se tranquilizó.

Tal vez lo hayan encontrado y le den abrigo, pensó ella.

Y trató por todos los medios de olvidar el incidente.

Después de todo, Damián tenía razón, era una boca menos.

Los niños no iban a la escuela.

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Bertha había dado a luz a un hijo, ahora tenía un año y se llamaba Jonás.

Ella vivía feliz con su esposo, aunque a veces tenían problemas como todos los matrimonios.

Pero ella sabía cómo calmar a su esposo.

Le daba una ración de besos, un poco de sexo, caricias, y todo quedaba en el pasado.

Él se dejaba querer, amaba a su esposa y nada ni nadie lo harían dejarla.

Así las cosas. Un día, Bertha estaba preparando la comida, ya que era el día libre de la cocinera.

En esas andaba cuando sintió un mareo, todo se le nubló y cayó al suelo sin consideración.

Por fortuna, Félix llegaba en ese instante y al verla tirada en el piso acudió en su ayuda.

La llevó al hospital más cercano.

Al poco rato el médico le dio las noticias.

La señora tiene un golpe en la cabeza, pero se repondrá. Y felicidades, está embarazada.

¿Embarazada? Félix no supo qué decir, Jonás apenas tenía un año.

Suspiró profundamente, gracias, doctor.

Hola, amor, debes cuidarte mucho, nuestro hijo debe nacer bien.

Ah, ya te dio la noticia el médico.

Sí, gracias por darme tanta felicidad.

¿Dónde está Jonás?

Lo dejé con mis padres.

Si es niño quiero que se llame Isaac. Y si es niña, Cristina.

Está bien, lo que tú quieras. ¿Ya me puedo ir?, preguntó Rocío al doctor en cuanto lo vio entrar.

Claro que sí. Es más aquí tiene su alta, dijo extendiéndole una hoja de máquina.

Te ayudo a vestir, mi amor.

Gracias...

El doctor salió, que le vaya bien, nos vemos en un mes. Pida una cita a mi asistente.

De acuerdo, doctor.

Félix y Bertha pasaron a recoger a Jonás.

El tiempo pasó...

Bertha llevaba ya seis meses de embarazo. Ella se sentía muy bien. Solo que habían suspendido sus relaciones por temor de dañar al bebé, ya les habían dicho que era un niño.

Tiempo después, se llegó la hora de dar a luz a su segundo hijo.

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Marco seguía con la misma familia, nadie lo había reportado como desaparecido.

Su "hermano" ya tenía año y medio.

Su madre adoptiva lo cuidaba con esmero, decidió inscribirlo en la escuela. Marco aceptó encantado.

El destino de todos estos personajes estaba escrito.

A los catorce años de Marco, sus padres adoptivos sufrieron un percance en la carretera, con tan mala suerte que murieron instantáneamente.

Las autoridades decidieron llevarlos a un orfanato, ya que no contaban con más familia.

Marco no quería que los separaran, y huyó con su hermano.

Desde entonces, vagaba por todas partes con su hermano.

Siempre buscaba los lugares donde les daban comida gratis.

(Cabe mencionar que Marco no había vuelto a ver a sus padres y hermanos).

Vamos a bañarnos, abajo hay un río muy bueno, dijo Marco a Luis, su hermano menor.

Ambos niños corrieron camino abajo, el río se veía muy atractivo.

Ahí se pudieron bañar, Marco había robado ropa para los dos.

Luis lo seguía a todas partes.

De pronto Luis pisó en falso y cayó, Marco trató de ayudarlo.

Agarra esa tabla, trata de no moverte.

Pero Luis no estaba acostumbrado a esas cosas.

Tenía mucho miedo.

Ayúdame, Marco, siento que el agua me lleva.

No te sueltes, allá voy. Quiero que te calmes, por favor.

Luis se aferraba con fuerza a la tabla, pero él sentía que ya no podía más.

Poco a poco se iba desmoronando, Marco, seguro de que si no actuaba rápido el río terminaría por llevarse a Luis, en un arranque de desesperación, se tiró al río.

Pescó a su hermano cuando este se soltó de repente.

El río estaba enfurecido y los arrastró corriente abajo.

Por un instante Marco sintió que era el final para ambos.

Pensó en sus padres, hermanos, aunque ya no los había visto, sabía que estaban en algún lugar.

Su madre jamás lo buscó, era muy chico cuando salió de esa casa.

Y ahora, a sus 14 años, pensó que ya no cumpliría más.

Perdóname, hermano, no te he podido ayudar.

No te preocupes, nos iremos los dos juntos. Gracias por ser mi hermano.

Al contrario, gracias a ti por aceptarme en tu familia.

Ambos chicos iban abrazados.

Ya veían llegar su fin.

La corriente los arrastraba y no podían hacer nada.