Valeria Intriago y Esteban Miller son una pareja que parece perfecta, pero todo se derrumba cuando ella descubre que él la engaña con su mejor amiga, Camila García. Devastada, Valeria decide vengarse y comienza un juego peligroso de seducción con el hermano de Esteban, quien también tiene sus propios secretos oscuros.
NovelToon tiene autorización de A.Gaby para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Entre el deseo y la venganza
Valeria se acercó un poco sin darse cuenta a Damián.
Damián dejó la copa sobre la mesa con un golpe sordo y se puso de pie, acortando la distancia entre ellos.
Se miraron.
El aire vibró entre ambos.
Era un fuego contenido, una chispa a punto de encender un incendio.
Las pupilas de Valeria brillaban con furia, con deseo, con algo que no podía o no quería nombrar.
Damián alzó una mano y le acarició el rostro con el dorso de los dedos, apenas rozándola.
—No deberías mirarme así.
Valeria tragó en seco.
—¿Y cómo se supone que te mire?
—Como si quisieras quemarte conmigo.
Y en un movimiento que no dejó espacio para dudas, Damián la sujetó por la cintura y la atrajo hacia él.
Se observaban, y justo en ese momento, el mundo pareció paralizarse.
Sus miradas se entrecruzaron, llenas de un anhelo que no requería palabras.
Se percibían, como si el aire circundante vibrara con la electricidad de lo que estaba por ocurrir.
Se anhelaban con una fuerza que incendiaba, que absorbía, que no podía ser desestimada.
Se aproximaron, y sus manos se tocaron.
Se acariciaron con una ternura que contrastaba con la urgencia que experimentaban.
Sus labios se buscaron, se encontraron en una embestida feroz.
No había delicadeza.
No había sutileza.
Solo un hambre cruda, visceral.
Las manos de Damián viajaron por su espalda, deslizándose bajo su blusa, explorando cada centímetro de piel que encontraba.
Valeria jadeó contra su boca, enredando los dedos en su cabello oscuro, acercándolo más, intensificando el beso.
Se despojaron, no solo de la ropa, sino de cualquier barrera entre ellos.
Los temores, las dudas, las razones por las que no debían hacerlo…
Todo se desvaneció.
Se respiraban mutuamente, inhalando el calor del otro, como si cada bocanada de aire fuera un elixir embriagador.
Damián la llevó hasta la cama con movimientos seguros, pero reverentes, como si ella fuera algo que debía saborearse con calma antes de ser devorado.
Las manos de Valeria recorrieron su espalda, descubriendo cada fibra de músculo con fascinación.
La piel de Damián ardía bajo su tacto, como si su cuerpo entero respondiera a ella.
Cuando se fundieron, fue un incendio.
Se movieron en un ritmo imparable, sincronizados, entregándose sin reservas.
Cada roce, cada caricia, cada embestida era una declaración silenciosa.
Un desafío.
Una rendición.
La intensidad subió, alcanzando el punto donde el placer y la agonía se entremezclaban, llevándolos al límite.
Se estremecieron juntos, perdiéndose en un instante donde el tiempo dejó de existir.
Después, el silencio.
El latido de sus corazones era lo único que llenaba la habitación.
Valeria quedó tendida a su lado, con la respiración agitada, sintiendo el calor de Damián impregnado en su piel.
Él la miró de reojo, con una expresión indescifrable.
Y entonces, sin previo aviso, se incorporó.
—Esto fue un error. murmuró.
El pecho de Valeria se contrajo de golpe.
Se sentó rápidamente, cubriéndose con la sábana, sintiendo cómo la furia la embargaba de nuevo.
—¿Un error? su tono fue filoso como una daga.
Damián se pasó una mano por el cabello, frustrado.
—No debí… No podemos…
Se levantó de la cama, buscando su ropa.
Valeria sintió un nudo en la garganta.
Porque él no la estaba mirando.
No la estaba viendo.
Y eso la enfureció más que cualquier otra cosa.
—Vete al carajo, Damián.
Él se tensó. Se quedó quieto un segundo antes de voltearse hacia ella.
Sus ojos oscuros la recorrieron una última vez.
—Lo siento, Valeria.
Y sin decir más, salió de la habitación y se fue.
Valeria se quedó en la cama, sintiendo que el pecho le ardía.
La ira.
El dolor.
La humillación.
Todo se mezclaba en su interior como un veneno lento.
Lo había besado por venganza.
Lo había seducido para herir a Esteban.
Pero ahora, algo dentro de ella dolía.
¿Y si esto ya no era solo venganza?
¿Y si estaba empezando a sentir algo más?
No.
No podía permitirse esa debilidad.
Porque si lo hacía…
Si lo hacía, entonces perdería.