Valentina, una chica a la cual una tragedia le cambio la vida, Javier un chico sin límites.
Acompáñenme a ver como la vida, los enreda en una situación en donde el uno será la salvación del otro.
Quedando físicamente afectada por un accidente que le cobró la vida de dos personas que tanto amaba, por años ha intentado junto con su padre el poder curar su condición; no obstante, cuando este recibe la noticia de que su salud se está deteriorando, decide finalmente que su hija vuelva a casa e intente hacer una vida normal.
Aunque su relación con este sea buena, a sus espaldas deberá sobrevivir al menos precio de su hermanastra y al trato hipócrita de su madrastra.
Pero jamás pensó que la vida le tuviera preparada otra sorpresa, ¿Podrá ella alcanzar la felicidad pese a su estado?
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La tragedia de la familia Carvajal.
En la familia Carvajal era un día como cualquier otro, Selena levantó a sus hijos como de costumbre, pero a diferencia de otros días, hoy no batallo para levantar a su hija Valentina.
Valentina solo tenía diez años, pero recordada perfectamente todo lo que paso ese día, Selena lucia un hermoso vestido de flores azules, su cabello lo llevaba suelto, en unas ondas, se veía tan hermosa como siempre.
Cerca de las seis de la mañana Valentina bajo al comedor, en donde todos ya se encontraban en la mesa desayunando, su pequeño hermano Lucas, de seis años, comía su cereal favorito, su padre Fernando leía el periódico, mientras Selena comía su plato de fruta, todo era tan normal, que no sospechaban lo que ocurriría una hora más tarde.
Después de desayunar, todo lavaron sus dientes, para luego tomar sus cosas y salir de casa.
Los cuatro subieron al coche de Fernando, pero como nunca, Selena le permitió a Valentina subir en el puesto de copiloto, y ella se fue en la parte de atrás con su pequeño hijo, él se molestó, pues él también quería ir adelante, su rabieta solo duro unos minutos, luego el pequeño Lucas se entretuvo viendo el paisaje a través de la ventana del coche.
Solo habían avanzado unos cuantos kilómetros, cuando fueron golpeados fuertemente, por un coche que los embistió mientras estaban pararos en un semáforo.
Valentina sentía en sus oídos un zumbido y su cara húmeda, luego todos se fue tornando oscuro.
…
Valentina.
Mientras yo yacía inconsciente, mi madre y mi pequeño hermano agonizaban, quien diría que un día, que para mí pintaba como cualquier otro, se convertiría en el peor de mi vida, ese día, mi familia sé destrozo, todo lo que me había hecho feliz a mis cortos diez años desapareció.
Yo fui llevaba a la sala de emergencia con mi padre, él tenía lecciones leves, nada que comprometiera su vida, mientras que yo tenía comprometida la mayor parte de mi columna, por lo que fui llevada a cirugía.
Ya han pasado diez años desde ese fatídico día, diez años en los que me han sometido a un sinnúmero de cirugías tratando de curar lo incurable.
Si, ya me he dado por vencida, poder volver a caminar, se había convertido en mi sueño imposible, además el dolor que tenía que soportar después de cada cirugía es algo que no le deseo a nadie.
Hace solo un año, mi padre se casó, con una mujer que conoció en unos de sus viajes de negocio, Carmina es una mujer amable.
A la boda no pude asistir, porque estaba en recuperación de la última cirugía, así que no pude acompañar a mi padre en su gran día.
Carmina tiene una hija que no es tan amable como ella, ellas vienen una vez por semana a verme y puedo ver el desagrado en el rostro de Sara, no les voy a negar que la noticia del matrimonio de mi padre me dolió, pues el puesto de mamá es algo que no quiero que nadie ocupe, pero también sabia que papá tenía todo el derecho de rehacer su vida, el cambio mucho desde lo ocurrido, en su rostro nunca volví a ver una sonrisa y la amargura es algo que se puede ver a simple vista, así que el que Carmina esté en su vida, lo puede alegran un poco.
Son escasa las veces que papá viene a verme, No sé si es que le molesta ver que me parezco mucho a mamá, quizás eso lo entristece, pero sé que a pesar de la distancia que hay entre los dos, su amor por mí es grande.
Como les decía ya han pasado diez años, ahora tengo veinte años, y quiero salir a vivir mi vida, sé que tendré limitaciones, pero mi deseo de enfrentar al mundo son más grande.
Con eso en mente me levanto, como todos los días, mi desayuno fue llevado a las siete de mañana, a esa hora ya encuentro bañada y vestida, a las ocho de la mañana entra María, la señora del aseo, ella es una mujer amable, de las pocas que me tratan y no por lástima, aunque sé que mi temperamento puede alejar a las personas, en María me he refugiado, pues es una mujer que tiene la edad que en este tiempo tendría mi madre, ella, están cariñosa, siempre logra sacarme una sonrisa, digamos que es la única persona que ha logrado verme sonreír.
Buenos días, niña.- María ingresa a la habitación con una sonrisa en su rostro como cada mañana. Como dormiste.
Buenos días, señora María.- le contesto. Muy bien, tan bien que ni me moví.
Ella suelta una carcajada, pues sabe que me burlo de mi condición, con ella he aprendido, que no debo lamentarme, sino todo lo contrario, por alguna razón que yo aún no entiendo, el Cielo me dejo aquí, aunque no completa, así que debo esforzarme a salir adelante de cualquier forma.
_ Eso es bueno.- dice mientras empieza a organizar mi cama.
_ Y usted como esta señora María.- le pregunto.
Yo bien mi niña.- me responde ella. Hoy será un día muy movido, así que no podre pasar a verte más tarde.
_ No se preocupe.- le respondo
_ Esfuérzate en tus estudios, espero que aprendas mucho para que entres a la universidad.- dice ella apretando los puños en señal de fuerza.
Ella siempre me ha animado, por eso, hace cuatro años, le pedí a mi padre que me contratara profesores, para culminar mis estudios, así que gracias a mi esfuerzo termine la preparatoria, ahora deseo ingresar a la universidad, sé que será difícil, no porque no tenga la capacidad intelectual, sino porque movilizarme será un problema.
Bueno, esos son mis planes, todavía me toca convencer a mi padre, él no ha querido sacarme de la clínica, hasta que no logre recuperar la movilidad en mis piernas, él no se quiere dar por vencido, pero esta es una batalla que ya perdimos, no nos queda más que continuar con nuestras vidas.
Así pase el día entre terapias, innecesarias y clases con un profesor que me está preparando para el examen de admisión a la universidad.