Una noche entre los brazos de Nicolás Thompson, cambiará por completo la vida de Anna Brown.
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Jaula de oro.
Me encuentro corriendo de la mano de aquel hombre. Es un callejón oscuro, creo que alguien nos persigue, aun así solo puedo reír, reír y correr, ¿hacia dónde?, no lo sé… Lo miro en medio de nuestra desaforada carrera, y al igual que yo, ríe, es el sonido más hermoso que jamás escuché. Empiezo a oír sirenas. Creo… Creo que es ¿la policía? ¡O por Dios! Sí, es la policía quien nos persigue. Eso aumenta el éxtasis del momento, mis carcajadas salen a flote. Lo observo abrir de forma ágil una puerta y me arrastra hacia el interior, cierra rápidamente sin generar ruido alguno, se posiciona tras de mí pegando su cuerpo al mío y cubriendo mi boca con su mano, debo decir que aquello me paraliza, es un contacto mágico y lo admito... excitante, muy excitante. Me giro sin despegar nuestros cuerpos, lo miro directo a los ojos y creo que está algo sorprendido, no sé de donde rayos me sale tanta osadía, pero llevo los dedos de mi mano derecha a sus labios, son suaves, gruesos y muy provocativos. Sin romper contacto visual muerdo mi labio inferior suavemente, para luego llevar los dedos que reposaban en sus labios a los míos, sonríe de manera seductora mientras niega con la cabeza. Su mano posada en mi cintura reafirma el agarre y puedo sentirlo aún más, compruebo que mi anatomía está causando en él, los mismos estragos que la suya causa en mí. Inclina su cabeza y deja sus labios a escasos centímetros de los míos, eso es claramente una invitación a que sea yo la que dé inicio al juego, sin pensarlo un segundo, me prendo de sus labios y… ¡Ay Dios!, creo que era lo único que esperaba para llevarme al cielo y, luego darme un tour por las llamas del infierno. Me lleva justo a una de las paredes del pequeño y oscuro lugar. Mi cuerpo es acorralado por sus fuertes brazos, el deseo vivo en su mirada hace corto circuito en mi vientre, no soy capaz de pronunciar palabra alguna y, la verdad es que tampoco me lo permite, sin ningún tipo de protocolo sus manos viajan a mis piernas desnudas a causa de lo corto de mi vestido, de repente gira mi cuerpo de forma nada delicada y me hace sentir lo duro que está, baja el cierre de mi vestido dejándolo caer, siento el escrutinio de su mirada sobre mi cuerpo, toca sin ningún tipo de pudor, se pega a mi cuerpo y dejo caer mi cabeza sobre su hombro gracias a la altura que aportan mis tacones, besa mi cuello erizando por completo mi piel, rápidamente me gira y puedo mirarlo nuevamente, mientras él se separa solo un poco para mirar mi pecho desnudo, ya que lo único que me cubre es el pequeño triángulo de mi braga negra.
— ¿La quitas o la rompo? — estoy tan anonadada que no logro procesar sus palabras, lo veo acercarse y llevar ambas manos a un extremo de mis bragas para luego tirar de ellas hasta romperla, desliza la otra parte a la altura de mi rodilla y esta cae, me mira y su mirada me dice lo que esta a punto de pasar. Se apodera de mis seno* con sus manos, mientras su boca hace estragos en la mía, introduce su lengua invadiendo cada espacio, la mía le responde y estas danzan demostrando la ansiedad que sienten nuestros cuerpos, muerde ligeramente mi labio inferior, eso hace que se escape de mis labios un pequeño gemido, se ríe de lado, su boca baja a mi cuello, da un pequeño mordisco y luego acaricia el mismo lugar con su lengua ¿es qué acaso este hombre quiere acabar con mi cordura?, sus manos se apoderan de mis pechos llevando uno de estos a su boca, lo saborea cuál manjar, un pequeño mordisco en uno de ellos me hace gemir fuerte, se separa por un momento, me mira directo a los ojos y con el dedo índice sobre sus labios me indica que haga silencio. Aprieto fuerte mi labio inferior y asiento. Sus besos descienden hasta mi ombligo, posa su lengua sobre el para luego continuar su recorrido en forma descendente...
Despierto sudorosa, otra vez él en mis sueños, el maldito desgraciado que se aprovechó de mi ebriedad y momento de éxtasis, para robarme aquello que tanto cuidaba "mi virginidad."
Ha transcurrido un mes, un mes y aún no sé quién demonios es. Bueno, eso es lo de menos, lo peor es que mi novio Matt, aún no tiene idea de lo que hice, y si antes, no había estado con él, porque quería guardarme hasta el matrimonio, ¿qué carajos le digo ahora? ¿Cómo lo miro a los ojos, cuando faltan un par de semanas para nuestra boda? Lo que se supone era mi mayor felicidad, ahora es un dolor de cabeza.
— Anna, te estamos esperando para cenar. — Dice mamá, mientras entra a mi habitación.
— No quiero mamá, tengo sueño.
-— Anna, eres realmente imposible, no entiendo como no estás lista aún. Matt y sus padres esperan por ti, y mírate ¿Cómo es posible que aún no estés lista?
— ¡Lo siento, lo siento, juro que lo siento, realmente lo olvidé! — Le digo mientras rápidamente me coloco un jeans y una playera.
— Últimamente, parece que olvidas que estás comprometida, solo mírate ¿realmente piensas usar eso para atender a tus suegros? — Me encojo de hombros mientras busco mis converse, son super cómodos — realmente eres imposible... Por lo menos peina tu cabello.
— Como ordene su señoría. — Respondo con poco entusiasmo.
— Me mira de manera despectiva y da media vuelta para posteriormente salir.
Me dejo caer nuevamente sobre la cama, realmente estoy agotada de esta situación, no puedo mirar a Matt a los ojos, y luego están mamá y papá presionando todo el tiempo, de hecho acepté casarme más por presión que por amor. Eso no quiere decir que no lo quiera, es solo que me gustaría vivir más, viajar, conocer, a duras penas me regalaron ese viaje a las vegas, ya que ellos alegan que aún soy muy joven y que no debo estar sola, y después de lo sucedido parece que el mundo me escupe a la cara, gritando que ellos tienen la razón.
Me levanto, cepillo un poco mi cabello, estoy lista para bajar y continuar con la comedia que es mi vida. Porque juraría que si lo viese de lejos, me reiría de la patética actuación que viene a continuación. Camino hacia la puerta y antes de salir hecho un último vistazo a mi habitación, suspiro al saber que cualquier chica creería que en una jaula de oro como la mía podría ser inmensamente feliz.
Bajo las amplias escaleras, me dirijo al jardín y luego de recorrer alrededor de 10 metros entre los rosales llego al comedor que se encuentra ubicado en el centro del jardín, parece un lugar de revistas y al ver a todos a mi alrededor siento que no encajo para nada. A pesar de haber crecido como muñeca de porcelana, parezco una de trapo.
Matt se acerca con una gran sonrisa dibujada en su rostro, se inclina un poco y me da un corto beso.
— Nos has hecho esperar, pensé...
— ¿Qué bajaría una princesa envuelta en un traje de seda? — lo interrumpo.
- No me malentiendas... Mejor solo olvídalo.
— Lo siento, últimamente me he sentido un poco ansiosa... Necesito hablar contigo.
— Hola, querida — se acerca Graciela, la mamá de Matt, ella posa sus delicadas manos sobre mis hombros y me da un beso en cada mejilla, luego se separa un poco y sus ojos dan un recorrido para nada discreto sobre mi vestimenta y con una falsa sonrisa se vuelve a dirigir a mí — Siempre tan tú. Bueno, creo que eso cambiará una vez que te cases — Justo cuando le iba a responder, Matt sujeta mi mano y la aprieta un poco, solamente lo suficiente para indicarme que lo pase por alto. Una vez más, la bruja gana.
Personajes complejos y una trama que atrapa.
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