Sentimientos

Luciana despertó entre gritos al amanecer, y nunca antes la oscuridad de su propio mundo le pareció tan aterradora. No sabía dónde estaba, y esperaba que esos hombres no la hayan alcanzado. Se paró de la cama, pero a los pocos pasos se cayó. El sonido de la puerta abriéndose la asustó, e instintivamente abrazó su propio cuerpo, las pisadas eran pesadas y se acercaban con lentitud.

- Pequeña Luciérnaga, tranquila, soy Xander. Estás en casa.

La chica alzó la cara, buscando la voz del hombre.

- ¿Me puedo acercar a ti?

- Sí.

Pará Xander, la joven parecía un pequeño animal herido, tratando de ocultarse de sus depredadores. Cuando tocó a la chica, está se estremeció pero luego lo abrazó con fuerza.

- Shhh, ya estás en casa. Todo está bien -el hombre acariciaba suavemente su cabello, tratando de hacerla sentir mejor-. ¿Quieres que te suba a la cama? -la joven le asintió, y el cargó y la colocó con suavidad en la cama, procurando tapar bien su cuerpo-. Marie y yo estábamos muy preocupados por ti.

En ese momento la puerta se abrió nuevamente, con una Marie con la bata a medio atar.

- Señorita, que gusto que esté despierta. ¿Quiero algo de beber o de comer?

- Quiero agua, por favor Marie.

La doncella salió por lo que le pidieron, dejándolos solos de nuevo.

- Gracias por salvarme. No se qué hubiera hecho sin ti.

- No tienes que agradecer, Luciana. Tu bienestar es mi mayor prioridad.

- Tenía tanto miedo. Temí no volver a escuchar tu voz, ni hablar con Marié o con mi hermano. Nunca me había sentido tan inútil.

- No digas eso. Esos desgraciados son los que se aprovecharon de la situación. Eran cuatro hombres contra una joven que no puede defenderse, sólo los cobardes hacen eso.

- Soy una inútil Xander, ¿de qué sirve mi vida si ni si quiera puedo valerme por mi misma? Tu no lo entiendes, Xander. Estoy encerrada en mi propio mundo, lo único que conozco es por el tacto. Soy una inútil, ni si quiera podía huir, no puedo ver y eso significa que estoy atrapada siempre, sólo es seguro cuando alguien más me cuida.

- Tu vida es muy importante para mí, Luciana, en el poco tiempo que hemos convivido te has robado mi corazón, yo no podría vivir si algo malo te pasara -Xander tomaba la mano de la joven, quería que se sintiera segura junto a él-. Si es necesario, nunca me separare de ti. Siempre velaré por tu bienestar.

- Tu me das mucho ¿pero que te doy yo a cambio? No te aporto nada. Soy una carga para ti.

- No digas eso Luciana.

- Sí, te lo digo porque es verdad. No puedo ver, no soy capaz de caminar por ningún lugar desconocido sin caer. No puedo leer, ni escribir, ni bordar, ni pintar ni nada. Todo porque mis malditos ojos no sirven. Padre tiene razón, los dioses me castigaron a una vida misereble por matar a mi madre. ¿Cuanto más debo vivir así para que los dioses me tengan piedad?

- No Luciana -las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Xander mientras abrazaba a la joven ¿hacia cuanto tiempo que no lloraba?-. No es tu culpa, tu madre no murió por tu culpa, no se porque tu padre te diría cosas tan horribles, pero no es cierto eso que te dice. Ella debe estar orgullosa de ti, observandote desde el séptimo cielo: eres inteligente, bondadosa, amable, eres muy hermosa y tienes muchas cualidades más.

- ¿De qué me sirve ser hermosa? Yo no lo puedo apreciar. Me dices que soy hermosa, pero no comprendo que es, ¿porqué es tan importante ser estéticamente bello? Envidio tanto a Marie cuando habla de la belleza, y de los colores. Oh, los colores, ¿que es azul? Yo no lo comprendo, y creeme que daría lo que fuera por poder ver el cielo y el pasto y ver esos arcoiris de los que todos disfrutan menos yo.

- Luciana, no sigas hablando así. Ya no más. Te prometo que conseguiré que veas todo eso y más. Te llevaré al mar y a los desiertos, verás los bosques y las montañas, te enseñaré las estrellas y los amaneceres, pero por favor, ya no hables así, nada de esto es tu culpa y no mereces lo que has vivido.

- No me des ilusiones Xander, no me hagas esas promesas. Yo ya he perdido la esperanza de que la luz llegue a mi vida.

- No son falsas promesas, amor mío. Tu padre me dijo que te puedes curar. No importa si gasto toda mi fortuna, pero tus ojos verán la luz, así sea lo último que haga en la vida cumpliré esta promesa, Luciana. Pero no te sigas haciendo daño con esos sentimientos terribles.

- Xander, nunca podré pagarte eso, eres tan bueno y amable conmigo, no creo merecerlo.

- Lo mereces, Luciana, tu eres la luz de mi vida. Tu bondad me hace querer ser mejor. Tu no sabes todo lo que he hecho, yo si soy un monstruo que vivía en la oscuridad, y aun así tu apareciste en mi vida y la llenaste de luz con tu sonrisa. Desde la primera vez que te vi, supe que no existía un ángel más bello que tú. Juro que cada día de mi vida lo dedicaré a hacerte feliz y te amaré con todo mi corazón. Pero...

- ¿Pero que?

- Después de que comiences a ver, podrás ver mi rostro tal y como los demás lo ven, y eso me da mucho miedo. No quiero obligarte a permanecer conmigo.

- Xander. Para mi no eres un monstruo, no importa como sea tu rostro, así sea que algún día pueda ver o permanezca ciega para siempre, para mi eres el hombre más bueno, dulce y amable que he conocido. Me salvaste de ese callejón donde...

- Shh, ya no recuerdes eso, pequeña Luciérnaga.

- Xander, ¿de verdad me quieres?

- Claro que te quiero. Cada minuto que paso junto a ti, me enamoro más de ti.

- ¿No te importa que sea ciega?

- No me importa, pero ya no lo serás por mucho tiempo más. Mandaré a buscar a ese mago, y te curará.

- Xander, creo que yo siento lo mismo por ti -Luciana estaba dispuesta a contarle sus verdaderos sentimientos a Xander, ahora que él le había contado los suyos-. No sé si es amor, pero cada que te tengo cerca soy feliz. Me gusta cuando me tomas la mano y besas mis dedos, me gusta caminar a tu lado y sentir el calor de tu cuerpo cuando te abrazo. Tambien me gusta tu voz -luego sus mejíllas se encendieron en un hermoso sonrojo que no le pasó desapercibido a Xander-, y cuando coqueteas conmigo siento un revuelo en mi interior. Ayer, cuando me besaste cerca de los labios, me sentí muy feliz. Quiero que nuestra relación funcione.

- ¿Estás segura?

- Sí. Quiero intentarlo de verdad.

- Me haces el hombre más feliz, Luciana.

Luciana extendió la mano hacia el rostro del hombre, y sintió el recorrido húmedo de sus lágrimas; ese hombre siempre decía que que era un monstruo, pero para ella era como un gatito que buscaba cariño. Sus manos llegaron a rozar sus labios, y luego las llevó a la nuca de él, acercando su rostro al suyo, cerró los ojos y entreabrió los labios para recibir los de Xander. Ella nunca había tenido la iniciativa de besar a Gabriel, pero su corazón anhelaba a Xander. Su boca era cálida como su cuerpo, y tenía un leve sabor a alcohol, y él también le correspondía el beso con mucha suavidad, como si fuera la cosa más frágil del mundo, fue un beso muy dulce y largo.

- Luciana, ¿estás segura de aceptar mi amor por ti? Porque si hay otro beso más, lo tomaré como qué aceptas a este pobre hombre con todos sus defectos. Y juro que no descansaré hasta que me quieras como yo a ti.

- Bueno, me gustaría saber como lograrás eso.

Luciana volvío a besar a Xander, pero esta vez era un beso más apasionado, y Xander no dudó en tomarla de la cintura y acercarla más a él, acariciando su espalda y cabello. Ella sólo tenía una bata de dormir y sentía la piel de la joven tras la fina tela, incluso los cenos de la joven estaban pegados al pecho de él, y necesitó todo su autocontrol para alejarla.

- Pequeña Luciérnaga, no me hagas esto, sólo tienes una bata de dormir, y no pienso propasarme contigo.

- ¿Qué? Eres un tonto Xander, me lo hubieras dicho antes -dijo la joven cubriendo su cuerpo.

La risa del hombre resonó en la habitación, miéntras le decía a la joven que no alcanzaba a ver demasiado porque aún estaba oscuro. Marié estaba detrás de la puerta, vigilando que nadie interrumpiera su momento íntimo, y cuando todo se calmó, tocó la puerta para anunciar su regresó.

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