Charla

Cuando Luciana le pidió a Xander tocar su rostro, el quería correr, no quería dejar que esa hermosa joven se diera cuenta de su fealdad y la monstruosidad de sus cicatrices. Pero ella le aseguró que sólo sería lo que él permitiera, y Xander no podía negarle nada. Sólo los dioses sabían con cuánto miedo había llevado esas suaves manos por su rostro, pidiéndole que no tocara su cicatriz, no por ahora.

La suavidad de Luciana al tocarlo le generó un cosquilleo por todo el cuerpo, ella recorría cada milímetro de su piel, como grabándolo en su memoria para siempre. Tenía el rostro de ella tan cerca que sólo necesitaba agacharse ligeramente para besarla tanto como quisiera, ella era tan hermosa como un ángel, todo lo contrario a él. Cuando Luciana tocó sus labios, casi se vuelve loco, ¿como podía esa chica provocarle tantas sensaciones diferentes en tan poco tiempo? ¿Se enojaría mucho ella si él la besaba como quería? No quería asustarla, y sabía que su corazón pertenecía a otro hombre, pero ¿acaso no sería ella su esposa? Tal vez, ella pudiera amarlo con el tiempo. Se puso rígido al sentir el toque de la mujer en su cuerpo, pero luego se relajó, era cómodo y placentero estar junto a ella, y cuando puso su cabeza en su pecho, se sintió el hombre más feliz del mundo, y él correspondió su abrazo. ¿Ella realmente pensaba que era hermoso? Por primera vez en lo que parecía toda su vida, se sintió bien consigo mismo. Si esa joven podía llegar a quererlo tal y como era, no tendría que pedirle más a la vida, quizá los dioses le darían la oportunidad de redimirse.

- Xander, cuando nos casemos -Luciana se separó un poco de su cuerpo- ¿tu y yo compartiremos habitación? -preguntó titubeante Luciana.

- No es necesario si no quieres.

- Pero seremos esposos. ¿No querrás que te cumpla como esposa?

El calor se apoderó de Xander, por su puesto que querría estar con esa bella mujer, pero no sabía cómo tratarla. Ella era especial y no quería lastimarla.

- Que sabes de las obligaciones de las esposas -dijo Xander al ver su sonrojo.

- Bueno, me han leído algunos libros románticos, y tengo una leve noción de lo que se espera...

¿Porque esa mujer se veía tan hermosa sonrojada? Cualquier cosa que hiciera solo acrecentada su belleza.

- ¿El príncipe te leyó esos libros? -preguntó Xander enojado ante la idea de que ese mocoso haya tratado de pasarse de la raya con la inocente Luciana.

- ¿Qué? Claro que no -dijo aún más sonrojada-. Fue Marie. Siempre me lee por una hora o dos. Y es inevitable que algunos libros describan tales acciones.

A Xander le dieron ganas de molestar y hacer sonrojar un poco más a la joven.

- ¿Qué pasaría si te dijera que sí quiero que me cumplas por las noches? -su voz sonó más ronca y baja de lo que hubiera deseado, pero pensar en hacer esas cosas con ella, le habían nublado el pensamiento por unos segundos.

- Bueno -ahora estaba completamente roja, como una fresa jugosa-, entonces le pediría que no fuera demasiado rudo.

- O sea que no te molesta que sea rudo, siempre que no sea demasiado -Dioses, ¿porque ella le había dado esa respuesta? Ahora no se podría quitar de la cabeza esa imagen erótica que se estaba imaginando.

- ¿Qué? Xander, no me refiero eso. ¡Dioses! Retiro si alguna vez dije que eras encantador, eres muy grosero.

Xander no pudo evitar reír ante su nerviosismo, era una risa alegre, no como las sarcásticas a las que estaba acostumbrado, y Luciana se quedó sorprendida por su melodiosa risa.

- No te preocupes, pequeña Luciérnaga -le dijo, y tomó la mano de la joven para besar sus nudillos-. No te exigiré que hagas algo que te incomode. Y si no deseas estar conmigo como esposa, te sabré comprender. Por su puesto, debes saber que eres hermosa, en todos los sentidos, y no te ocultaré que ahora deseo cortejarte formalmente, pero de verdad.

- ¿Y nuestro acuerdo?

- Bueno -ahora Xander estaba nervioso, se olvidó de que le había dicho que la dejaría irse-, si aún después de casados por algún tiempo no llegas a sentir nada por mí, creo que lo justo sería dejarte ir tal y cómo lo prometí al principio.

- Está bien.

Xander se volvió a colocar su máscara, y el le contó sobre la vida en el campamento. Cuando Marie regreso les avisó que la cena se serviría a la llegada de la Duques y Sophie, por lo que les llevó una gran canasta con frutas y galletas y jugos, y Xander arregló todo para ella. Siguieron platicando sobre diferentes cosas, y Xander ya tenía muchos planes sobre cómo hacer más cómoda la vida de Luciana en su mansión.

- Mañana tengo varias cosas que hacer, ¿que te parece si en dos días vengo por ti? Podemos ir a la ciudad y pediremos muchos vestidos para ti.

- ¿Eso no es demasiado?

- No. No es demasiado. Se anunciará nuestro compromiso en una semana, así que necesitas llevar la ropa más hermosa y las mejores joyas. Yo compraré todo. Sólo quiero que vayamos a comprar y luego ir a algún restaurante o a la plaza. Pasar una tarde divertida juntos.

- ¿Es una cita?

- Sí, es una cita.

- General, es usted muy romántico -dijo entre risas Luciana.

Entre los árboles se encontraba Gabriel escuchando su conversación. Estaba molesto porque ese hombre lo había golpeado, y ahora resultaba que era el prometido de su Luciana, y lo peor era que ella se veía alegre con él. Luciana ya no era la misma después de esa maldita noche. Le había dicho que lo suyo era imposible ahora, y que por favor no la volviera a buscar ni le hablara de su amor, pues no había marcha atrás ahora que había reclamado la virginidad de Sophie. Pero Luciana no entendía que él la seguía amando con locura, y que deseaba tenerla entre sus brazos más que nada. No quería ni imaginar en la posibilidad de que ese hombre hiciera suya primero a su gran amor. Tenía que visitar a Luciana esa misma noche, y se la robaría de ser necesario, Luciana no podía ser de nadie más que de él.

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