Le susurró una canción

En la mañana los profesores nos separaron en alphas y omegas. Dijeron que la primera prueba se realizaría pronto a orillas de la isla Eider, pero me pareció extraño que nos hicieran comer separados de los omegas.

—¿Por qué nos separan de los omegas?— Preguntó Mabel con un pez en la boca. Estaba en la misma mesa que Melody, Jeremias y Mabel. Vaya, terrible suerte tenía.

—Es sospechoso— Comentó Jeremias.

—Tal vez nos obliguen a enfrentarnos a ellos— Dedució Melody.

Entonces, Mabel perdió la conciencia cayéndose de su asiento. Los comensales se alarmaron. —¿Qué le sucedió?— Seguidamente Melody también se desmayó y empecé a sentir un abrumante sueño.

—La comida está...— Apuntó Jeremias, pero no oí su frase al dormirme.

Abrí los ojos, encontrándome sentando en el pasto mañanero y caminé por entre los árboles del mágico bosque que veía. Yo no me estaba moviendo, parece que revivía un recuerdo de Leviatán. Así era y al pensarlo me separé de algún modo del cuerpo de Leviatán caminando a su lado. Él no podía verme, ya que esta era solo una memoria del demonio.

*Paró frente a una cabaña, vió las flores que crecían en la cercanía y antes de tocar la puerta arrancó las flores y se peinó nervioso.

—¡Levi!— Gritó la hermosa muchacha que salió a abrazarlo. —¿Son para mí?— Tomó las flores y se rió. —¿Acabas de arrancarlas?— Leviatán se avergonzó y ella rió aún más fuerte. Divisé los rasgos de la mujer, tenía los mismos ojos que Soran. Entonces, ella debía ser la mujer que amó alguna vez a Leviatán*.

—¡Mamá!— Exclamó un pequeño niño, tomando las faldas de su madre.

—¿Qué sucede Max?— Me encandilé al oír el nombre. Vi al niño de ojos amarillos pecoso y de complexión débil. Él definitivamente era Maximus.

—Quiero tomar algo de chocolate caliente—

—Hijo, te lo he dicho muchas veces— Suspiró.

—No podemos conseguir cocoa, es muy cara— El pequeño Max se entristeció.

—Yo iré por cocoa— Habló Leviatán.

—No, es muy cara, ya te debo demasiados favores, Leviatán—

—Tu hijo lo desea, no te preocupes del precio— La convenció. —Importa hacer feliz al pequeño ¿Verdad?—

—¿Maestro, va a traerme chocolate?— Se alegró Max.

—Sí, lo prometo— Ella miró tristemente a Leviatán. —Está bien— Le sonrió y al irse el recuerdo se esfumó.

Y llegué a mi inconciente con Leviatán sujetando la vela.

—¿Fue uno de tus recuerdos? ¿Podrías explicarme?—

—Ella era la madre de Max, su nombre era Margaret y fue la reencarnación de Circe.— Recordé el nombre de la famosa guardiana de luz Circe.

Se cuenta que alguna vez Hades se cansó de solo ser el dios de los muertos y decidió dar vida a través de las almas. Entonces, creó Ibrazel un mundo de demonios que convivía en armonía. Pero, aquel mundo se mantenía vivo gracias a un gran cristal que contenía almas que alguna vez fueron buenas.

Un día el cristal se apagó tiñendose de negro y el mundo comenzó a morir. Leviatán que en ese tiempo era el líder de los demonios hizo un trato con Hades para mantener vivo su mundo. Leviatán debía salvar 1000 vidas humanas y entregarlas al ángel caído que vivía en el gran cristal. El ángel caído transformó esas vidas humanas en hermosas hadas que con su maana podían alimentar el mundo de diferentes formas. Entonces, las alas negras del ángel se volvieron blancas y así se convirtió en el Santo Oráculo. Una santa que revelaba cada cuanto tiempo una predicción sobre el destino. Y Leviatán pasó a ser llamado el Rey Azul por las hadas.

Sin embargo, un día el Santo Oráculo hizo una aparición frente a Amber, la hija de Circe y le dijo que Ibrazel desaparecería, un traidor estaba envenenando al cristal con sus falsos rezos y esa persona traicionaría al Rey Azul tomando el poder de Ibrazel.

El Rey Azul creyó en la profecía, pero los traidores se aprovecharon de esas palabras. El esposo de Circe se volvió loco debido al estrés de los demás que le decían que su hija era una bruja mentirosa. Entonces Circe huyó de las garras de su esposo junto a su hija, y fue ayudada por el Rey Azul.

Con el tiempo el cristal se fue corrompiendo debido a la maldad y tensión que incrementó en los lugareños.

El esposo de Circe al perder a su esposa e hija cayó en el alcoholismo y a pesar de que Circe trató de ayudarle él terminó con su vida. Mientras que el Rey Azul fascinado por la belleza se enamoró de ella. El traidor aprovechó cada mal entendido y el cristal empeoró. Terminó marchitandose, por lo que los errados trataron de salvar el cristal con ayuda de benevolentes personas. Partieron el cristal en cuatro repartiendolo en los 4 puntos cardinales, para así dejar fluir la energía de la fertilidad en distintos puntos. En el centro Leviatán ayudaría a conectar la energía de los cristales y en los otros puntos Circe, Amaltea, Silvara y Pasifae protegían el cristal del mal. Al verse todos separados la paz se unió salvando al planeta. Pero, el marido de Pasifae, Ulysses Curt odiaba a Leviatán, le tenía envidia y para apoderarse del cristal decidió matar a las guardianas. Mató primero a su esposa Pasifae, y luego a Silvara. Circe se dió cuenta de las malas intenciones de Ulysses y le contó a Leviatán que Ulysses los mataría.

El Rey Azul, prometió proteger a Circe y en ese tiempo su amor volvió a surgir, sin embargo Ulysses logró su cometido, justamente en la boda de Leviatán y Circe. En ese instante el amable Rey Azul dejó de existir, mató a Ulysses en venganza y su cabello se convirtió en negro corrompiendose y matando a un sin fin de inocentes al no controlar sus terribles poderes.

Amaltea como la última guardiana viva, purificó cada unos de los cristales con la sangre de Leviatán. Así es como surgió Aldona el mundo de las hadas. El nombre Ibrazel fue enterrado junto al del Rey Azul.

Una trágica historia, esa fue la primera vida de Leviatán. Y por lo que vi, el destino de Margaret no fue muy diferente al primero.

—¿Por qué me hiciste pensar en todo eso?—

—Creo que tú sabes mejor que yo como funciona el Karma. Margaret no cometió errores como Circe, pero en su alma aún persistía la maldición de su anterior vida. Margaret fue tratada como una bruja en el mundo humano, y Trenti la salvó de su castigo y es por eso que Trenti murió. Margaret enviudó joven y crió a un hijo sola. Pero, me enamoré de ella y le ayudé, las consecuencias fueron que ella murió quemada en su hogar. Yo solo pude salvar a su hijo, el chico que ahora es el rey de Edela.— Levanté una ceja tratando de descifrar en qué me involucraba. —Soran es la segunda reencarnación de Circe— Abrí mis ojos asombrados. —No te preocupes, Soran es un alma limpia, no carga con el karma o eso creo, pero tú sí cargas con una terrible cruz—

—¡Yo fui bueno en mis vidas pasadas!—

—¿Estás seguro?— Sonrió macabro.

Sentí ahogarme, Leviatán desapareció y me encontraba solo tratando de respirar. No es justo, yo merezco un final feliz. Morí dos veces siendo bondadoso, estoy seguro que el ser bueno o malo no tiene que ver en el cómo influye en tí. Y sí tengo que decir que sí, entonces agradezco haber conocido a Soran, le agradezco al destino haberme dejado enamorar de un chico como él.

Lentamente sentí que moría. Esa sensación la conocía bien, un silencio de ultra tumba, y un frío provocado por una brisa. Morir era tan solitario. Al menos a mí me recordaba lo solo que siempre estuve.

—Kentin— Oí lejanamente una voz ahogada, pero en serio quería dormir para siempre. —¡Kentin!— Exclamó esa agradable voz.

Escupí todo el agua que retuvieron mis pulmones y mi cuerpo sobrevivió a la muerte. —¡Kentin, creí que estabas muerto!— Me abrazó el empapado rubio. —Me asustaste...— Estaba sollozando en mi hombro.

—Estoy a salvo gracias a tí, Soran— Dije. —¿Qué fue lo que pasó?—

—Los profesores tiraron al fondo del océano a los alphas y nos hicieron rescatarlos— Suspiró.—En serio, no debería sorprenderme que alguien muera debido a las horribles pruebas—

—Gracias, Soran— Acaricié su adorable rostro y le besé. En sus labios quedaron los restos del mar salado.

Hubieramos continuado si los chillidos de Astolfo no se hubieran hecho presentes. Traía arrastrando a Jeremias, y en seguida lo dejó sobre la arena, comenzó a darle respiración boca a boca. El esfinge se despertó tosiendo.

—¿Estás bien?— Le preguntó Astolfo y Jeremias algo confundido habló.

—¿Tú salvaste mi vida?—

—Eh, sí— Contestó tímido y Jeremias repentinamente exclamó.

—¡Cásate conmigo!— Como espectadores nos impactamos. —En mi pueblo si ambas personas se ven salvadas por el otro, eso significan que están destinadas a estar juntos por toda la vida— Jeremias estaba arrodillado frente a Astolfo.

—Yo soy muy joven para casarme, pero podemos empezar siendo novios— No podía creer lo fácilmente que aceptó Astolfo, bueno parece que cayó flechado desde que Jeremias lo salvó del presidente.

Soran y yo nos miramos y reímos por la rara situación.

Los salvadores y rescatados podían pasar a la siguiente fase y quedarse en la isla, sin embargo los perdedores debían volver en el crucero que llegamos. Y Cyara no quería irse, estaba haciendo un escándalo de que la princesa de Edela tenía que asistir a los juegos del Capitolio.

—¡No pueden echarme! Mi padre y mi hermana me esperan— Le gritó a los profesores. —¿¡Quieren qué le diga a mi padre lo terrible qué son!?—

—Cyara, tranquila— Decía Franny, tratando de calmar su terrible humor.

—¡No digas que me calme!—

—Cyara, aún puedes pedirle a tu padre que te lleve a ver los juegos como espectador ¿No?— Trató de solucionar Soran.

—¡Por tu culpa no iré a los juegos!— Apuntó a Soran. —¡Yo debía salvar a Kentin, no tú!— Ella iba a tirarle algún hechizo de luz, pero detuve su mano con mi fuego negro.

—¿Desde cuándo una princesa levanta injustamente su mano? ¿Olvidaste tú código de etiqueta, Cyara?— Le pregunté y ella avergonzada subió al barco.

—Solo trataba de ayudar...— Habló tristemente.

—Lo sé, Soran, míralo por el lado bueno, sí ella consigue ver que no me gusta para nada cancelará el compromiso—

—¿Y sí pasa eso, entonces qué?—

—Te pediré matrimonio— Él se rió.

—¿Sabes los problemas que te traerá?—

—No me importa, igualmente podrías ser el heredero perdido de algún reino—

—¡Qué imaginación!— Sacó una carcajada. —Aunque sí lo fuera haría las cosas más fáciles, tal vez—

—Sí, o puede que no— Me incliné a juntar nuestros labios.

...Y realmente mis suposiciones no estaban alejadas....

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