Mi confidente

Pero entonces antes de irme me gire hacia César.

—No puedes simplemente dejarme así—, le dije con voz temblorosa, mis ojos llenos de lágrimas mientras intentaba desesperadamente hacer que César me mirara.

César giró la cabeza, evitando mi mirada mientras se alejaba lentamente. —Lo siento, Hal—, murmuró, su tono distante y frío.

—¡No puedes hacer esto!— grité, la desesperación haciéndose eco en mi voz. —¡No puedes simplemente abandonarme!—

Pero César ya estaba decidido a ignorarme, sus pasos alejándose lentamente de mí con cada segundo que pasaba.

Me resigné entre sollozos, sintiendo que mi mundo se desmoronaba a mi alrededor. —Está bien—, murmuré con voz ahogada. —Me iré muy lejos y nunca volveremos a vernos.—

Las palabras salieron de mi boca como un susurro desgarrador, pero sabía que no había vuelta atrás. César ya había tomado su decisión, y yo estaba destinado a sufrir las consecuencias.

Me limpié las lágrimas con rabia, sintiendo el peso de la desesperación en mi pecho mientras me alejaba de la casa de César. No sabía si me había mirado por última vez, siquiera si le importaba.

Maldije en voz baja mientras caminaba por las calles, mi mente dando vueltas en busca de una solución. ¿Cómo demonios iba a salir de esto? Ni siquiera había terminado mis estudios y no tenía un centavo en el bolsillo.

Finalmente, decidí ir a buscar a Ray. Podía ser un poco insoportable a veces, pero era el único amigo que tenía en quien podía confiar en momentos como este. Así que, con paso decidido y el corazón lleno de incertidumbre, me dirigí hacia su casa.

Minutos después llegué a casa de Ray

"Toc, toc", golpeé la puerta de Ray con impaciencia, esperando una respuesta. Después de unos momentos eternos, la puerta se abrió y me encontré con la mirada desaliñada de Ray, claramente afectado por la resaca.

—¿Qué demonios está pasando?— gruñó Ray, frunciendo el ceño mientras me observaba con preocupación.

—Me voy del estado—, anuncié abruptamente, sintiendo la urgencia de mis palabras.

—Perra, ¿qué demonios estás diciendo?— Ray me miraba con los ojos entrecerrados, evidentemente confundido por mi repentino arrebato.

—Me voy del estado, Ray. Necesito irme lejos de aquí—, le dije con determinación, ignorando su estado de resaca.

Ray frunció el ceño, claramente desconcertado. —¿Qué estás hablando, Hal? ¿Por qué de repente decides hacer eso?—

—No puedo quedarme aquí, Ray. Necesito un cambio, algo nuevo—, respondí con urgencia. —Ven conmigo. Hagamos algo diferente. No sé, vayamos a cualquier lugar y comencemos de nuevo—.

Ray se apartó de mí, su expresión se endureció. —No puedo hacer eso, Hal. Tengo mi vida aquí—.

—¿Tu vida? ¿Qué vida, Ray? Estás aquí, atrapado en este pequeño apartamento, ahogándote en tus propias miserias. Necesitas salir de aquí tanto como yo—, le espeté, frustrado por su resistencia.

Hubo un momento de silencio tenso entre nosotros mientras Ray me miraba con seriedad. —No es tan fácil, Hal. No puedes simplemente huir de tus problemas—.

—Lo sé, pero necesito intentarlo. Necesito algo diferente—, insistí, desesperado por convencerlo.

Ray suspiró, sus hombros cayendo derrotados. —No puedo hacerlo, Hal. Lo siento—.

Me sentí abrumado por la decepción y la preocupación. —Ray, por favor—, rogué, mi voz quebrándose. —No quiero perderte también—.

Hubo otro momento de silencio tenso antes de que Ray finalmente hablara. —No puedes salvar a todos, Hal. Solo preocúpate por ti mismo esta vez—.

—¿Cómo puedes decir que te gusta esta vida, Ray?— Mi voz estaba llena de incredulidad mientras lo miraba fijamente.

Ray me devolvió la mirada con determinación. —No tengo otra opción, Hal. Esto es lo que tengo que hacer para sobrevivir—, respondió con firmeza.

—No es correcto, Ray. No puedes quedarte aquí siendo prostituido y explotado de esta manera—, le reproché, sintiendo una mezcla de preocupación y frustración.

Ray suspiró pesadamente y luego se levantó bruscamente de su asiento. Caminó hacia una alcancía en la esquina de la habitación y la agarró con furia. —Esto es todo lo que tengo—, dijo, lanzando la alcancía al suelo y rompiéndola en pedazos. —Y no es suficiente—.

Quedé atónito por su acción, sin saber qué decir. Ray se giró hacia mí y me miró directamente a los ojos. —Si tienes alguna idea de cómo podemos salir de esto juntos, entonces adelante. Pero no esperes mucho de mí—, declaró con amargura.

Me quedé en silencio por un momento, procesando sus palabras. Luego, reuní todo mi coraje y le pregunté con cautela: —¿Entonces... vendrás conmigo?—

Ray pareció reflexionar durante un instante antes de finalmente asentir lentamente. —Sí, iré contigo—, respondió con una mezcla de resignación y determinación.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras dejaba salir el aire que había estado conteniendo. —Gracias, Ray—, dije sinceramente, sintiendo un peso levantarse de mis hombros.

Ray simplemente asintió y me indicó que pasara hacia el interior del apartamento. Con pasos pesados pero llenos de esperanza, seguí a Ray hacia lo desconocido, listo para enfrentar lo que el futuro nos deparaba juntos.

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