¿Asustado?

Al buscar entre la ropa en el armario, Cesar me sorprendió con sus palabras heladas. —Ya me voy a trabajar, Hal. No te atrevas a robar algo, te conozco—, advirtió con su típico tono desaprobatorio.

Alcé las manos, simulando inocencia. —¿Robar algo? Oh, Cesar, solo estaba buscando algo que no hiciera que la gente vomite al mirarme—, solté con mi sarcasmo característico.

La tensión creció cuando, en un intento torpe de diversión, me acerqué a Cesar de manera exagerada. —Vamos, Cesar, ¿un poco de afecto no le hace mal a nadie?— bromee, pero él me apartó con brusquedad. —Ni lo sueñes, Hal. No estoy aquí para tus estúpidos juegos—, advirtió con frialdad.

En un arranque de ira, mis palabras se volvieron violentas. —Maldita sea, Cesar, ¿alguna vez puedes dejar de actuar como si fueras el rey de este lugar? Estoy harto de tus reglas estúpidas y de tu actitud de mierda—, gruñí, la tensión creciendo como un nudo en mi garganta.

Cesar, por otro lado, respondió con una frialdad extensa. —Tú eres el que siempre vuelve aquí, Hal. No vengas a quejarte de mi casa cuando eres el que la elige como refugio. Pero ten claro, no permitiré que tus juegos desordenen mi vida—, declaró con determinación.

La escena se volvía más intensa, con palabras afiladas y gestos desafiantes.

Actué con aparente frialdad frente a las palabras de Cesar, no dignándome a responder. Rápidamente me cambié de ropa ante su mirada escrutadora, asegurándome de que no pensara que me llevaría algo de valor.

Cesar, en su usual tono autoritario, se cercioró de que no hiciera ninguna movida sospechosa. Finalmente, cuando consideró que su dominio estaba asegurado, decidió irse. Lo seguí por detrás, saliendo junto con él.

—¿Me estás siguiendo, Hal?— preguntó Cesar con un dejo de desconfianza.

Le respondí con indiferencia, —Voy a otro lugar, Cesar. No te preocupes, no estaré arruinando tu precioso hogar—.

A pesar de mi actitud desinteresada, algo me afligía al pensar en regresar a ese lugar del cual había corrido la noche anterior. Si no iba, me encontrarían y si me escondía, estaría perdido. Me despedí de Cesar, asegurándole que llegaría a la cena.

Casi a punto de irme, Cesar tomó mi muñeca. —Lo siento, Hal—, dijo en un atisbo de arrepentimiento.

Sonreí de manera burlona y le solté un comentario grosero, —Tus disculpas me importan una mierda, Cesar. No necesito tu compasión—.

Finalmente, tomé un taxi y me alejé, dejando atrás la atmósfera densa de esa casa y la relación complicada con Cesar.

No pensé en nada en el trayecto hasta el club nocturno que conocía demasiado bien. Le pagué al taxista con lo único que me quedaba y me adentré al lugar, maldiciéndome por enredarme en estas situaciones una vez más.

Al llegar, la conocida aura del club me envolvió: humo de cigarrillos, alcohol y drogas, todo palpable en el aire. Me sentía como en casa, aunque era más un hogar distorsionado por la decadencia.

Me dirigí a la recepción y pedí hablar con Declan, mostrándole mi pase a la señorita tras el mostrador. —Pasa—, dijo ella con indiferencia.

Intenté no sentirme nervioso mientras avanzaba, pero era inútil. Las luces parpadeantes y la música atronadora no lograban ahogar la ansiedad que crecía en mí. Con cada paso, me sumergía más en la oscuridad del lugar, preparándome para lo que vendría.

Me acerqué al área VIP con todos los ojos clavados en mí, conocían mi historial y preferían ignorarme. Al llegar a la cortina donde estaba Declan con un par de chicas y chicos, todos en el mismo rubro, la tensión en el aire era palpable.

Declan, con una sonrisa que ocultaba quién sabe qué intenciones, me llamó por mi apodo. —Cariño, estaba preocupado por ti—, dijo con un tono que heló mi sangre.

Totalmente asustado, balbuceé un sincero —Lo siento mucho—. Mis manos se aferraron a una de mis muñecas con preocupación, como si eso pudiera remediar algo.

Declan se levantó y se dirigió hacia mí. Paralizado, no me hice para atrás. Con sospechosa tranquilidad, colocó gentilmente su mano sobre mi mejilla y la acarició por un momento. Cerré los ojos, preparándome para lo inevitable.

—Ábrelos y mírame a los ojos—, ordenó Declan con una autoridad que conocía demasiado bien. Lo hice, y en un instante, resonó un sonido ensordecedor mientras una bofetada me tumbaba al suelo. La habitación parecía vibrar con la reverberación de aquel impacto, dejando claro que mis acciones no pasarían impunes.

—¿Crees que puedes escabullirte y correr como una perra, eh?— rugió Declan, agarrándome del cabello mientras yacía en el suelo, incapaz de levantarme.

Intenté negarlo, —No, Declan, lo siento, por favor.—

Pero mis súplicas fueron silenciadas brutalmente cuando Declan me azotó contra la pared, tomando mi cuello con fuerza. —Mientras tu jodida firma esté en ese contrato, no podrás largarte de este trabajo hasta que me canse de mirarte la maldita cara y pagues tus deudas—, espetó con desdén.

Seguí pidiendo perdón, tratando de respirar entre sus dedos apretados, —Por favor, Declan, no volverá a pasar, te lo juro.—

Declan, frío como el acero, sentenció, —Vas a seguir vendiendo tu culo y haciendo lo que yo te ordene. Si no, estarás seis pies bajo tierra en una maldita fosa común.—

Aterrorizado, asentí mientras luchaba por no ser asfixiado. —Entendido, Declan—, apenas pude balbucear.

Finalmente, me soltó y me concedió una segunda oportunidad. Agradecido, intenté abrazarlo, pero un brutal puntapié me recordó mi lugar. —Lárgate y no te olvides de venir a trabajar—, gruñó Declan.

Le agradecí tambaleándome y, finalmente, me levanté para escapar corriendo del club.

Corrí como si el mismísimo diablo estuviera detrás de mí. Finalmente, llegué a una esquina y me adentré en un callejón. Me dejé caer, jadeante, mientras la rabia se convertía en lágrimas de frustración.

—Maldito idiota, ¿por qué demonios te metiste en esto?— me maldecía en voz alta, la ira y la impotencia resonando en cada palabra. —Te odio, me odio. ¿Cómo carajos te metiste en este lío? ¡Eres tan estúpido!—

Las lágrimas caían con rabia mientras me enfrentaba a la realidad de mi propia estupidez. Golpeé el suelo con furia, deseando poder escapar de mis propias decisiones. —Mierda, mierda, mierda—, repetía como un mantra mientras la frustración se apoderaba de mí.

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...𝐍𝐎𝐓𝐀...

...Hal es un escort, un escort es una persona que ejerce la prostitución con clientes de cierto nivel, e aquí una imagen que hice con IA de su apariencia....

...Hal Lowe...

...19 años...

...11 de abril de 1990...

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Comments

Flor Romero

Flor Romero

me da como miedito

2024-03-07

2

🏳️‍🌈Evelyn Velasco

🏳️‍🌈Evelyn Velasco

Esto se puso muy bueno....

2024-02-12

1

🏳️‍🌈Evelyn Velasco

🏳️‍🌈Evelyn Velasco

🥲 esto me duele

2024-02-12

2

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